viernes, 19 de noviembre de 2021

Historia de una foto

– Vos tenés que contar todo, así como me dijiste recién, pero más triste. Que la gente sepa todo el tiempo que venís buscando a Marcos, que lo extrañas un montón, que lo querés ver.

– No se preocupe Laura, yo soy actrí, sabe…

– Bueno, entonces no te va a costar nada. Tenela así a la foto, frente a la cámara, que se vea que es lo único que tenés de él, no importa si no se distingue, yo ya les pasé una copia a los del canal para que la pongan en primer plano.

– Eso le quería preguntá Laura, ¿a qué hora maomeno salimo? Es para avisarle a mis chicos para que me vean.

– Creo que en 15 minutos largamos, estate lista. Y por favor, esto es muy importante, por favor no me interrumpas cuando esté hablando durante la nota.

Laura quería pegarla con esta nota. Adriana Mendoza, la histórica panelista de actualidad del programa “Con vos hasta el mediodía”, estaba a semanas de dejar el show para trabajar en la tv publica, la vacante que quedaba tenía que ser suya. Laura odiaba a Adriana. Se sabía más bonita que su compañera, tenía una rutina estricta en el gimnasio y una dieta baja en carbohidratos. Se sabía mejor preparada que ella, había estudiado periodismos en la UBA y todas las mañanas leía los portales de noticias mas importantes para estar actualizada. Sabía que no iban a reemplazar a Adriana con un hombre, ya había muchos varones en el estudio y tenían que cumplir con la cuota de género para no disgustar a los progres. El productor le anuncio que salían al aire.

– Buenos días Ruben, Adriana, Carlos, Juan y bueno, a todos los compañeros en el estudio. En efecto estamos aquí en el Museo Nacional de Bellas Artes, pero en esta ocasión no para cubrir la presentación de una obra, o la exposición de un artista plástico, sino para contarles una historia de amor. Quien me acompaña es Jenifer, ella es una moza que trabaja en un bar de avenida…

– Actrí, disculpe Laura, yo soy actrí.

– …

– Si, buenos días Rubén, y a todos en el estudio y en especial a Adriana que la veo toda las mañanas en el bar y me encanta verla y me encanta escucharla cuando estoy trabajando y eso.

– …

– Si, yo trabajo de moza en un bar, pero ese trabajo es temporal noma, porque yo soy actrí, yo estudié en la faculta do año sabe, pero tuve que dejar porque justo me quedé embarazada y bueno, los tengo que mantené a los chiquitos.

– …

– ¿La foto?, si la foto es de Marcos, el venía conmigo a ver las obras cuando éramos novios y…

– Y ese fue el comienzo de la historia de amor que les contaba. Jenifer y Marcos fueron novios que se conocieron en la Universidad de Arte de…

– No, si yo a Marco lo conozco desde chiquita, del barrio…

– Cierto, pero cursaron juntos la carrera y ahí se pusieron de novios. Durante mucho tiempo fueron juntos a ver obras de arte en el Museo que tenemos aquí atrás, después se separaron y Laura dejó de venir, pero Marcos lo seguía haciendo. La foto que tiene Jenifer en sus manos, la que están viendo en pantalla ahora, fue tomada por uno de los trabajadores del museo, que veía a Marcos todas las tardes sentado frente al mismo cuadro, recordando el pasado o, quien les dice, quizás esperando a Laura…

Marcos está haciendo zapping cuando pasan por el canal que está transmitiendo la nota de Jenifer. Él no la ve y cambia rápidamente.

– Papá, ahí estaba la mamá en la tele.

– Ma ver, si e verdá, he Jenifer, ¡Jenifer!

– Voy, voy, ¿Qué pasa?

– Ahí están dando la nota esa donde aparecé de nuevo, che y ¿Cuánto te van a pagar por eso?

– Nada pa, si eso era para haceme conocé en la tele noma, yo le dejé mi número al camarógrafo, para que le dé al productor. No le quise dar a la Laura esa porque es una envidiosa.

– ¿Y ya te llamaron?

– No pa, todavía no, será cuestión de esperá nomá, seguro que pronto me llaman.

lunes, 15 de noviembre de 2021

La incuantificabilidad del deseo

– ¿Pensaste alguna vez en la incuantificabilidad del deseo? – le decía mientras palmeaba su mejilla, despacio, suave, buscando un despertar tranquilo a su letargo, la noche había sido ruda para ambos. – Me vas a decir, como siempre, que es otra de esas ideas delirantes que te planteo a veces, de esas locuras lindas. Pero pensalo por un momento, ¿Cuál es la medida justa?, ¿hay una cantidad que no debería ser sobrepasada?, ¿cuándo se convierte en malo desear a alguien?, desearte a vos.

Durante la mañana, la mañana de ese mismo día, habían despertado por la luz de un sol de primavera, filtrando rayos por rendijas entre las cortinas de la única ventana del departamento. Ella hizo un inhalar fuerte, dormida, para exhalar por la nariz gotas de noche y de frío, de un dormir inquieto destapándose a cada momento, dando vueltas, presintiendo lo inevitable. Él estaba despierto desde temprano, contemplándola un rato, mirando el celular otro rato, pensando en todo lo que no iba a hacer este domingo, todos los planes innecesarios que tenía para consigo mismo, que iba a desarmar en el preciso instante en que ella le dijera – Gordo, ¿me acompañas a lo de mi hermana? Me dejé ropa la semana pasada y de paso quiero saludar a Martina – cambiaría de trabajo por ella, cambiaría de ciudad, de nombre, de estado en Facebook, si se lo pidiese, cambiaría todo por ella, los planes de un domingo no eran la gran cosa.

– ¿Te acordás cuando te decía, que tenía una casa en ningún lugar?, eso tenía un doble sentido, incluso entonces. Creo que lo que en verdad quería decirte es que no había lugar, ningún lugar, donde nosotros dos no podamos estar juntos – le decía mientras prendía algunas velas en una mesa de noche, al lado de la cama. – Ya sé que es medio romántico-pelotudo todo esto de las velas, pero vos me conocés, me encanta verte sonreír, que te sorprendas, no sé qué era de mí antes de estar con vos – continuaba mientras corría su flequillo hacia un costado, despejando sus ojos para que pudiera ver lo cálido de la casa, la chimenea, los sillones para lectura, la biblioteca, la mini cocinita, la puerta del baño. Ella seguía entre adormecida e incrédula, como reponiéndose de una pesadilla, encontrando la oscuridad de una casa iluminada con velas, encontrando la oscuridad de la realidad que la rodeaba.

La comida ese medio día, el medio día de ese mismo día, fue silenciosa. Él había preparado, la noche del sábado, – unas pizzetas caseras a todo trapo – como pensaba que ella le diría por esmerarse tanto en cosas tan pequeñas, ambos sabían que la cocina no era su fuerte. Prepararon los bolsos para salir cada uno por su cuenta. En la habitación ella guardó varias camisas, dos pantalones, dos pares de zapatillas y los zapatos de noche, casi era un bolso de viaje. En la cocina él solo cargaba algunas frutas, fideos, leche, algunas sobras para pasar la noche – Gordo, ¿y si vamos al mirador ese al que me llevaste una vez? – creyó escuchar a lo lejos, sus ideas siempre le parecían geniales, agregó entonces una botella de vino y una servilleta de tela a la mochila.

– Me gusta esto de poder cuidarte – le decía mientras la ayudaba a incorporarse en la cama. Afuera hacía humedad y frío, adentro un pequeño calefón a gas hacía las veces de calefacción y compañía, con un sonido leve, como un susurro que invitaba al silencio. – Estuve varios días instalando y volviendo a instalar esa mierda y no conseguí que deje de hacer ruido, después de un rato, cuando lo apago, hasta extraño escucharlo. ¿Te molesta?, si te molesta puedo ver de solucionarlo – le decía mientras acercaba una colcha de paño, aterciopelada, roja, con la que la cubría y arropaba. – Quiero que en tu tiempo en la casa estés lo más cómoda posible, quiero cuidarte. Supongo que a pesar de las lecturas, a pesar de todo lo que aprendí con vos y de esta búsqueda interminable de la deconstrucción, a pesar de todo eso, seguimos respondiendo a roles muy antiguos, muy arraigados en nuestro inconsciente, digo, gracias a ellos llegamos a donde estamos, gracias a ellos puedo estar con vos esta noche y un montón de noches más, gracias a que siempre vas a estar cuidada, conmigo.

En el mirador esa tarde, la tarde de ese mismo día, el frío los había acercado como hacía mucho tiempo no lo estaban. Abrazados, tomados de las manos, apenas si interrumpían el observar la ciudad neblinosa para acercarse un trago de vino del pico de la botella. El no probó ni una gota – esta cagada me está pegando fuerte – pensó que le diría en algún momento, pero la ensoñación sobrevino con rapidez y pronto tuvo que ayudarla a caminar hasta el auto. El viaje era largo, si tenía algo de suerte ella dormiría durante todo el camino – me encanta la casa, tiene todo lo que necesitamos, me alegra un montón que hayas decidido compartir esto conmigo – pensaba que serían sus palabras una vez que hayan llegado, una vez que haya visto todo, una vez que entienda cuál era su idea, por qué estaban ahí, como él la veía.

– Te propongo algo – le decía mientras acercaba su mano a la servilleta de tela – te propongo que reflexionemos juntos esta situación, que exploremos cuales son las posibilidades que tenemos de ahora en adelante – ella lo miraba fijo a la cara, casi había despertado completamente, sentía volver en sí, sentía una nueva fuerza en todo su cuerpo. – Podemos resolver esto juntos, podemos evitar las peleas, las distancias, el olvido. Yo no podría olvidarte nunca, no quiero hacerlo. Vos sos todo lo que quiero para mí, todo lo que esperé durante mucho tiempo, no voy a renunciar a vos. Quiero que veas esto como una oportunidad, como una forma en la cual podamos reencontrarnos, volver a conocernos, pero esta vez mejor que antes, sin las presiones de afuera, sin intromisiones, sin ideas raras que cualquiera pueda poner en tu cabeza, solo nosotros dos – ella no podía creer lo que escuchaba, lo que estaba pasando a su alrededor, lo que podría pasar, solo lo miraba fijo, casi furiosa, entonces él le quitó la mordaza.

– ¡Hijo de mil puta! ¿Dónde mierda estamos? ¿Por qué me ataste? ¿Por qué me trajiste acá? ¿Qué mierda te pasa? ¿A dónde me trajiste? ¡¿A dónde a dónde?!

– Una vez te dije que tenía una casa en ningún lugar.

– ¡Roberto vos estás loco! ¿Qué mierda te pasa? ¡Soltame hijo de mil puta! ¡Soltame! ¿Qué hacemos acá? ¡Soltame!

– No puedo, aunque quisiera ya no puedo, esto ya está hecho y no tiene vuelta atrás, vamos a tener que acostumbrarnos a esta situación, aprender a querernos de nuevo, como al principio.

– ¡Vos estás loco, no te puedo creer esto, vos estás demente! ¿Qué mierda te pasa? ¡Soltame ahora mismo Roberto, soltame! ¡Hijo de mil puta! ¡Soltame!

La casa esa noche, la noche de ese mismo día, estaba por demás agitada. Ella no paraba de gritarle, de dar vueltas en la cama, de tratar de soltarse. Él estaba en la cocinita, hirviendo agua para el mate, mirándola forcejear, pensando una manera en la que ella pudiera entender lo que él estaba sintiendo, creyendo que con el tiempo hasta podría volver a decirle – ¿Pensaste alguna vez en la incuantificabilidad del deseo?

domingo, 14 de noviembre de 2021

Algo de lo que me dejó el taller literario

Fueron llegando de a uno, eso me dio algún grado de respiro a la hora de enfrentarlos. Los hermanos Gutiérrez eran una familia de enanos que habían trabajado en un circo, o al menos eso se decía en el barrio, y ahora tenían una verdulería. A mí me caían mal todos, los padres, el Pepo, chichón de suelo, Marquitos, todos sus primos. Después de voltear a los primeros tres me empezó a doler la mano derecha, Pablo me había advertido que no los enfrente solo, ¿a dónde se fue el hijo de puta?

Pensé que borracho como estaba iba a tener más problemas, pero se venía defendiendo bien Facundo, hasta que apareció el Pepo. De chico siempre lo gastaban por enano, era inevitable. Ahora estaba loco, como poseído, saltó a lo Jordán para darle en la cara al primo, era enano pero estaba trabado. Facundo se tambaleo un poco hasta caer desparramado en la placita, junto a los otros enanos parecía un cigarro nuevo a la par de otro montón de puchos fumados.

La furia del Pepo era incontenible. Fueron muchos años de aguantar a Facundo y a los demás pibes, sentía que nadie lo respetaba en el barrio, al menos no hasta que empezó con el gimnasio. Los compañeros del club también se burlaban pero a sus espaldas, él los consideraba amigos. Para Pablo el conflicto de esa tarde fue una estupidez, Facundo y Chichón tomaban cervezas todos los viernes sin problemas, pero justo hoy a Facundo se le dio que Chichón tome de la lata de 350 y él la de 500.

martes, 13 de abril de 2021

12 horas para el final

Son las nueve de la noche en punto, la aguja del horario lo corta a la mitad dividendo en dos su persona, una mitad dice basta de toda esa tortura, la otra de a poco empieza a coincidir con la primera. Enciende la tele, cualquier cosa tiene que ser mejor que estar en su cabeza, la ventana en la pantalla sopla un viento en HD que escapa de las 32 pulgadas, que inunda la habitación volteando latas vacías, ropa desparramada y los papeles en la mesa de luz, hojas tamaño oficio arremolinadas empapelan toda la pieza del hotel, donde sea que mire tiene que rubricar la firma. El horario marca la una y la aguja filosa tiene forma de lapicera, el corte cruza la cara a la altura del ojo derecho, del ojo bueno, y los sesos de la cavidad craneal seccionada luchan por permanecer unidos al cuerpo, chispas eléctricas iluminan la habitación sin gravedad como flashes en el espacio, las ultimas ideas de una batalla perdida. Devienen las cuatro, los chispazos son esporádicos, el horario caprichoso se ensaña con los brazos y las manos, queda invalido de un poder hacer, cualquier cosa, lo que sea que lo salve de llegar al final de esas doce horas. No hay dedos para marcar, no hay manos que golpeen puertas, no hay brazos que le ayuden a levantarse del frio suelo de la habitación, tampoco hay forma de que pueda servirse otra copa. El minutero de las seis en punto se suma a la carnicería, corta a las seis y cinco, corta a las seis y veinticinco, a las seis y cuarenta, a las y cincuenta y cinco. El montón de carne que es su cuerpo ahora se resiste a comenzar con los rituales, el alcohol requiere una ducha, el desvelo un café amargo, la tristeza es algo que no podrá solucionar. El remís lo deja en la entrada, la aguja del horario es una espada marcando las nueve, una espada que ella arrastra mientras caminan en dirección al funcionario. Siente la tentación de hablarle, pero no cree poder volver a coser todas las partes del cuerpo, no quiere otra noche como la anterior. Ambos firman, el divorcio es definitivo, las agujas del reloj dejan de tener filo, el tiempo deja de importarle.

martes, 30 de marzo de 2021

Realidad disminuida

Esa mañana despertó como cualquier otra, planchó la camisa, tomo la ducha, hirvió el agua para el café. La soledad del departamento a las 6 de la mañana no era tal en los tiempos que corrían. Pantallas lo acompañaban en cada ambiente y nunca dejaba de ver o escuchar a alguien. Algunas chucherías chinas fáciles de conectar le permitían ver el mismo video en la tele del cuarto, en la notebook de la cocina o en el celular estando en el baño, mientras se enjuagaba el shampoo. “Las 9 teorías conspirativas con más posibilidad de que sean verdad por El Ojo Oculto”, “hoy en el podcast: libros que desquiciaron a sus escritores”, “maratón de online de Los Simpsons”, “un blog más: ¿qué tan solos estamos? La imposibilidad moderna de mirarnos a los ojos”, “¿ya chequeaste la última lista de reproducción de Tito Libio?”, “informe especial, alguien nos observa todo el tiempo ¿sabes quién es?”. Comenzaba el día consumiendo tracaladas de información constante, videos, artículos online, podcast, recopilaciones de noticias, resúmenes de series, todo al alcance de la mano todo el tiempo. Ya en el colectivo, auriculares bluetooth encendidos, la radiación de las pantallas hacia más blanco el rostro a todos los pasajeros, mas ausentes, y no es que él lo notase, quería terminar de ver el capítulo antes de llegar a la oficina, quedaban solo un par más para el final de la temporada. En su escritorio, más tarde, la pantalla era tan obligatoria como temprano ese mismo día. Por momentos creía escuchar algún chiste entre los compañeros de trabajo, sonreía, puteaba tal vez, apenas si miraba, las planillas se llenaban de números que contaban su propia historia y él era el artesano de esas hojas virtuales. Entretejía, entre flashes del diario local, respuestas a correos urgentes, cambio de playlist, actualizaciones de última hora que modificaban las formulas, un café rápido, 30 minutos para comer, entretejía aquella telaraña de números que enviaba al instante de terminarla, solo para empezar otra y otra, fijo en la pantalla. La tarde era gimnasio, auriculares todo el rato hasta el momento de la cinta, la literalidad perfecta de correr para llegar a ningún lugar. Era su turno, había descargado en HD y guardado en la memoria del teléfono las últimas 3 temporadas de la serie de moda, ya no tenía excusas para no entender los memes, solo era cuestión de darle play, de comenzar a correr, de comenzar a ser parte. No hay planes para la noche, “es muy lunes” muestra una leyenda acompañada de una imagen de Garfield. Like a la imagen, los comentarios de siempre hasta que alguno da la nota “no entiendo por qué no les gusta el lunes”, dislike, “ni intiendi pir qui ni lis gisti il linis”, comentar. “Definitivamente hay gente que no sabe bien donde vive”, no “como hay gente que no sabe dónde está parada”, no, “hay gente que no entiende nada, mejor ni hablar”, si, publicar. Esperaba los likes, los comentarios, las preguntas, “lo decís por mi gor, te extraño, ¿cuándo una juntada?”, “de esos sobran macho, cuídate bro”, “que changuito este, siempre haciéndose el misterioso”, el último era de ella, podía darse por satisfecho. Ya en la cama, con la oscuridad solo interrumpida por el resplandor de la última pantalla encendida en el departamento, con dos ojos casi por cerrarse, con la sensación de haber realizado todo lo propuesto para el día, con un suspiro de plenitud, una notificación lo convocaba, como todas durante todo el día, un nuevo comentario en la publicación “un blog más: ¿qué tan solos estamos? La imposibilidad moderna de mirarnos a los ojos”, señorMilaConPapa87 publicó: “me está pasando, me está pasando ahora mismo, que puedo hacer????, no puedo ver a nadie, alguien, el que escribió esta publicación, necesito que alguien me ayude, por favor”… alarma encendida, celular off.

Esa mañana despertó como cualquier otra, planchó la camisa, tomo la ducha, hirvió el agua para el café. Era una mañana tranquila, a pesar de su urgencia usual por consultar las notificaciones del día anterior comenzó con música suave, de jazz, inundando todo el departamento, acompañándolo en la ducha “me está pasando, no puedo ver a nadie”, no recordaba la última vez que había soñado, mucho menos haber tenido una pesadilla, pero algo en ese último mensaje que leyó la noche anterior lo había dejado intranquilo, no había dormido bien, “¿no puedo ver a nadie?, ¿se puede no ver a nadie?”, el agua parecía no mojarlo, la música sonaba distante, hoy estaba desconectado. “Todo lo siguiente ese día podría ser explicado por una simple cadena de coincidencias, por lo que se diría un mal día”, pensó esa noche antes de dormirse, pero era extraño y forzoso, todo podía explicarse a excepción de lo del barrendero. El colectivo esa mañana estaba extrañamente vacío, cuando quiso darse cuenta ya estaba sentado en un asiento de a uno cerca del medio, dejó el capítulo del ebook para mirar a su alrededor, sentía extrañar a gente que no conocía, a completos extraños a los que no miraba a la cara nunca, pero hoy era distinto, hoy quería hacerlo. Al frente el chofer, dos personas sentadas juntas, con canguro y gorra, tapados por el frio, de espaldas, apenas si distinguía su género, una pareja tal vez, atrás un nene, dormido, hundido en su asiento solo dejaba notar la frente, no había rostro. Buscaba espiar la cara del chofer por el retrovisor, verlo, conocerlo, pero cada vez que el ángulo lo permitía, cambiaba de posición el cuerpo siguiendo el giro del volante, esquivando la mirada, haciéndose anónimo. “¿Dónde estaba la gente?” había perdido tiempo durante la mañana, pensando que no podía ver a la gente a la cara, se había retrasado tanto que viajaba ahora solo con los que estaban llegando tarde, una coincidencia. Al bajar del colectivo hizo un último intento, el niño ya no estaba, fue hacia la entrada de adelante pero una frenada brusca lo impulso fuerte hacia la puerta, el chofer sacaba la cabeza para putear a un automovilista de vidrios polarizados, la pareja miraba en dirección a esto, otra coincidencia. La oficina podría haber sido la oportunidad perfecta para reencontrarse con los rostros de sus compañeros de trabajo, el lugar que obligadamente visitaba 5 días a la semana era el lugar en el cual obligadamente debía ver el rostro de ciertas personas, esos mismos 5 días a la semana. No había nadie en la oficina, “¿otra vez?, ¿podía no haber nadie?”, tras iniciar los sistemas pudo saber sobre la importante reunión convocada a primera hora, todos estaban ahí, todos parados de espaldas frente a un orador que no podía ver, que cada vez que buscaba visibilizar era tapado por una cabeza, por una mano que se levantaba, por alguien caminando que se cruzaba y era igual de anónimo, más coincidencias. Al finalizar la reunión, un llamado de la gerencia lo apresuro a su puesto, había llegado tarde a trabajar, había planillas que presentar de forma urgente, correos que contestar y operaciones que autorizar para que continúe la gestión del día, la pantalla del monitor pedía su atención constante, ausente de todo a su alrededor, con la mirada fija. Cuando quiso darse cuenta estaba comenzando a anochecer, los compañeros de la oficina ya se habían retirado, tal vez lo saludaron, tal vez los vio a la cara cuando lo hicieron, no podía recordarlo, solo le quedaba este agotamiento mental, los ojos ardidos de mirar a la pantalla casi sin pestañear y una sensación de vacío que le era extraña, se desconocía a sí mismo, tal vez ni siquiera él podía verse a la cara. Decidió volver a casa caminando para reponerse del mareo, eran 15 cuadras en las que podría hacer un último intento, tratar de reencontrarse con la gente, poder verlos a la cara de nuevo. Caminaba como un zombi, con pasos lentos e inconexos, con una dirección fija y mirando casi todo el tiempo al frente. No había auriculares esta vez, el celular estaba apagado, trataba de estar lo más desconectado posible para poder volver a la realidad, para poder conseguir ese reencuentro. Tal vez el mareo, tal vez otra vez esas coincidencias que evitaban el contacto directo con el rostro de la gente, tal vez la visión ardida de estar conectado a las pantallas durante todo el día, que hacia borrosa la imagen, tal vez ya no sabía cómo mirar a la gente, muchos eran los factores por los cuales esa larga caminata a casa no sirvió de nada, porque a cruzó gente, a algunos, pero a ellos tampoco pudo verlos, todo parecía perdido. Ya estando en la puerta de su edificio, casi resignado a no establecer ningún contacto humano directo, con nadie, es que se acercó al barrendero, lo toco en el hombro para hablarle y al darse vuelta él finalmente pudo ver una cara, pero estaba censurada. El rostro del barrendero estaba censurado, pixelado, como cuando en televisión tratan de evitar mostrar el rostro de un testigo, como cuando en las fotografías se busca proteger la identidad de personas no implicadas con algún hecho, de esa manera lo veía, aunque en realidad, seguía sin poder verlo. Le hablaba, reconocía que la boca del barrendero se movía y sonidos salían de ella, pero no eran palabras, era como un ruido blanco muy fuerte, como el sonido de lluvia de una televisión sin señal, de las de antes, que tapaba cada palabra que pronunciaba el barrendero, que las hacía inentendibles. Sobrecogido por esta situación sentía enloquecer, no podía estar pasando por algo así, no lo entendía, “¿esto es lo que le pasó a señorMilaConPapa87?, el que puso el comentario en el blog, ¿alguien ahí le habrá dado una respuesta?”, necesitaba pruebas, encendió el celular y la cámara, apuntó al barrendero para tomar una foto de lo que estaba viendo y entonces lo entendió. En la pantalla que apuntaba al barrendero podía ver su rostro, sin censuras, al activar el micrófono en los auriculares podía escuchar lo que decía, sin ruido blanco, mediado por un dispositivo ahora podía verlo, entenderlo. Prometió al barrendero dejar la basura en el canasto y subió a su departamento, decidió no cenar esa noche por lo que fue directo a la ducha y después a la cama, estaba entre contento y desconcertado, contento por haber descubierto la forma en que esta nueva realidad se configura, desconcertado justamente por eso, “todo lo sucedido ese día podría ser explicado por una simple cadena de coincidencias”, pensó, “por lo que se diría un mal día, pero era extraño y forzoso, y nada podía explicar lo del barrendero”.

Esa mañana despertó como cualquier otra, planchó la camisa, tomo la ducha, hirvió el agua para el café. Esta vez no había pantallas, no había música de fondo acompañando la rutina, no había noticias ni actualizaciones ni comentarios, era solo él y el silencio. La calle de miércoles, así como el trabajo más tarde y después el gimnasio, se presentaban de la misma manera en que las dejó la noche anterior, con los rostros de las personas censurados, pixelados, con sus voces tapadas por un sonido blanco, fuerte, con su incapacidad para mirarles la cara, para entenderlos, ahora solo podía hacerlo mediante alguna pantalla. Había perdido la capacidad de entender la realidad sin la intervención de un dispositivo, “pero ¿eso era nuevo?, ¿hacia cuanto tiempo no miraba, no oía o sentía a otros?, ¿hacía cuanto no se miraba a sí mismo siquiera?”, que no sea por un posteo o un comentario en el posteo de alguien más, que no sea por sus propias fotografías subidas en sus redes, “¿se conocía a sí mismo?” Esa noche después de comer decidió buscar el viejo espejo, el del baño, que había guardado en algún momento, no recordaba el por qué, y que nunca volvió a colocar. Lo llevó hasta la pieza, y cuando estaba a punto de ubicarlo para verse, noto como la camarita web de la notebook se movía apuntando en su dirección, entonces recordó la publicación que había leído días atrás “informe especial, alguien nos observa todo el tiempo ¿sabes quién es?

sábado, 20 de marzo de 2021

Medias amarillas

Ella estaba contenta esa mañana. El Ramón, jornaleando con mucho esfuerzo había podido comprarle un conjuntito nuevo. Pollera blanca cortita, remerita cuello en v, unas John Foos como las de la tele y unas lindas medias amarrillas que subían hasta los tobillos. La ropa le ajustaba donde tenía que ajustarle, le marcaba los senos y la cola, le quedaba bien. Salió a hacer las compras con una sonrisa en la cara, salió a estrenar su nuevo look por el barrio. El verdulero, ese viejo verde que siempre le miraba el culo cuando se iba, le pregunto angustiado mientras pesaba las papas – mija, ¿está usted bien? – a lo que ella contestó sin perder la sonrisa – y sí, usté que opina, si tengo remerita nueva, y mire de lindas mis medias amarillas – después en el súper su amiga de la infancia, la María, que trabajaba ahí por la mañana y por la tarde en el mercado del norte, le dijo medio en secreto – Amiga mandame mensajes, te buscamos con el Lucas en el auto, no seas boluda – a lo que ella solo atinó a levantar el queso cuartirolo y caminar en dirección a la caja, no tuvo tiempo de presumirle su conjunto nuevo, quería hacer una tortilla de papa para el Ramón. En la pensión la vieja de la planta baja esperaba que vuelva – doñita, le gusta mi pollera nueva, y mire estas medias amarillas de lindas – le dijo al verla, pero la vieja comenzó a increparla – anoche ya llamaba a la policía, te juro, nena no pueden seguir así – le dijo mientras ella subía las escaleras rápidamente hasta azotar la puerta del primer piso – vieja chismosa – alcanzó a oírse antes del golpe. Era temprano para empezar a preparar la comida. Ella miraba en el espejo como le quedaba su nuevo conjuntito mientras pensaba en la calle y los vecinos. No tardó mucho en entender, estuvo tan concentrada en su nuevo look que olvidó ponerse base en los moretones de la cara antes de salir a hacer las compras.

martes, 16 de marzo de 2021

Selección de ratas

La elección comienza

Lo quiero a Cacho, vos quedás Cacho
dámelo a Mauro
a ver... José
Oso vení, para defender
entonces dejámelo a Oscar
uno alto para cabecear... el Pato
¡Rolo!
Chila para mí
¿quién queda?... bueno vení Parche
para mí Daniel entonces.

Otra vez el gordito dueño de la pelota
queda mirando los dos equipos armados
y parece que otra vez, el gordito
jugará de suplente.

viernes, 12 de marzo de 2021

divisiónDeBienes

No entiende por lo que estoy pasando, no puede hacerlo, no es como yo, no se formó con los mismos valores ni sabe distinguir cuando una pelea es un poco más que una simple diferencia de opiniones. Y es por una cosita muy chiquitita para alguien tan inteligente, como se considera, un reclamo tan pequeño, como que no haya pagado la boleta del gas, es suficiente para que se saque, para que empiece a darme esas excusas estúpidas y a decirme que no tiene la culpa por distraerse muy fácil y que siempre fue así, que no es cosa del otro mundo y que mañana se va a encargar de todo, pero no, mañana no debía estar haciendo esto, alguien con tanta lucidez debería notarlo, era para hoy, era para ahora. Un pequeño reclamo y debo soportar toda esa sarta de estupideces, así, violentamente en mi contra pensando que no me doy cuenta lo poco que le importa, siempre tan efusivo, siempre temperamental, exasperándome con esa pretensión de querer hablar todo, de insistirme cuando lo que menos quiero es tenerlo cerca. No puedo aceptar que alguien así siga en mi vida, no después de que todo el tiempo estoy velando para que las cosas funcionen, y como siempre tengo todo listo cuando debemos salir o a la hora de hacer los quehaceres. Soy tan cociente de las cosas en la casa, estoy a disposición de lo que haga falta y a mí no se me pasa pagar una factura de mierda, a mí no se me pasa. Es la una, a esta hora debe estar por salir del trabajo, en un par de horas nos vamos a ver otra vez y va a ser todo como antes, y como siempre voy ser yo la que aguante todo esto, debo ser yo la que entiende, hasta esa suerte tiene, de que sea capaz razonar las cosas y de que sepa controlarme, no se merece a alguien como yo. Sé que no puede hablarme sobre separarnos, sé que no va a decirme algo como “necesito que sepas lo que me está pasando, hace rato que siento que no es lo mismo, que estamos distanciados, que ya no deseo pasar el tiempo con vos como antes, queALoMejorLosAños y la costumbre hicieron que nos alejemos, que busquemos otras actividades, otros lugares, estar con alguien más, la mejor idea va a ser esa, separarnos”, pero no creo que algo así pueda pasar, no creo que quiera, no debe entender por lo que estoy pasando, no creo que valore el esfuerzo que vengo haciendo todo este tiempo para estar bien, para aparentar que estamos bien los dos, pero algo surge, y terminamos en una pelea. Como todo el asunto ese de la boleta del gas, tampoco era para tanto. A esta hora suele ir a nadar después de dejar a los chicos en la escuela. Más tarde, cuando nos veamos, seguramente vamos a terminar peleando de nuevo, como todos los días, por cualquier cosa. Y quienes realmente sufren todo esto son los chicos. Ellos no tienen la culpa. Ellos solo están ahí mirando como día a día la familia feliz de la que alguna vez formaron parte se va derrumbando. Tal vez pueda entenderme, que lo que ellos están pasando es mucho mayor que cualquier diferencia que podamos tener entre nosotros dos. Me gustaría escuchar que me dijera “yo los quiero tanto como sé que vos los querés, también sufro como vos al saber lo que ellos están pasando, también me gustaría que las cosas fueran diferentes entre nosotros, para no dañarlos a ellos. Pero podemos llegarAUnAcuerdo, yoQuieroEstarConEllos tanto como vos, podemos pactar los días, ayudarnos para buscarlos en la escuela o llevarlos al centro, navidad en mi casa y año nuevo con vos, podemos hacer que funcione, que ellos sean felices de nuevo, con nosotros” pero no me va a contestar algo así, por su orgullo, por sus caprichos, por cómo es desde el día en que nos presentaron. Y qué hacer con los amigos, con toda la gente que nos acompañó hasta el día de hoy, tan comunes a los dos. Seguramente está con alguno de ellos ahora, en el gimnasio o en algún bar, sé que retrasa lo más que puede la llegada a casa, no quiere vernos ni a mí ni a los chicos. Vamos a tener que elegir con quien compartir, vamos a tener que dudar si pasar el rato con el grupo de amigos de siempre, si alguno de los dos ya está con ellos y qué puede pasar al encontrarnos ahí, va a ser la vuelta a las peleas, va a ser la aparición de esos rencores que hoy nos tienen como estamos, eso no sería justo para nuestros amigos. No puede pensar como yo, no puede explicarme que “los amigos del grupo, todos, son tanto amigos tuyos como míos, no me parece justo para vos o para mí que tengamos que elegir con quien estar o no, no importa si tenemos mayor o menor afinidad con alguno de ellos. Tenemos que asegurarnos de que vamos a comportarnos como adultos cuando nos veamosConEllos, queLoQueEstéSucediendo entre nosotros o con los chicos no nos va a impedir poder pasar un buen rato con los amigos, tomar algo en el bar, salir a bailar o a comer, tenemos que poder seguir compartiendo esos ratos con ellos, mantener la normalidad nos puede ayudar a superar esta separación” sería mucho más fácil si pensara de esa manera. Si no fuese tan egoísta y pudiera tomar en cuenta a otra persona solo una vez. Si pudiera sugerirme un acuerdo como ese y pudiéramos hacer también una división de bienes como esa. Que podamos decidir en forma pacífica quien se va a encargar de la custodia de los chicos. Debo ser yo, aunque los dos podamos hacerlo. Y no dudo de cuanta dedicación les ha puesto en estos años, pero son mis hijos. Temprano me dijo que después de natación haría las compras de la semana, no habría querido aceptar mi ayuda. Seguramente va a hacer tiempo comprando por ahí, creo que demora el regreso a casa. El que vea por los chicos debería quedarse con la casa, es lo justo. Tenemos que dividir los gastos de la custodia. El hecho de que alguno ya no viva ahí no significa que no pueda ir, pasar tiempo con los chicos y ayudar con los problemas que se presentan, pero después irse nuevamente. Me gustaría que me dijera “el hecho de que nos separemos no significa que la familia se disuelva, las cosas van a cambiar pero creo que podemos seguir estando para los chicos, y encargarnos de las cosas que vayan surgiendo con respecto a gastos y a la casa. Prefiero que vos decidas quiénDebeQuedarse, deTodasManeras, aunque uno de los dos ya no pueda estar todo el tiempo aquí, cualquiera debería poder venir cuando quiera o cuando haga falta, esta casa es tan tuya como mía y ninguno de los dos deberíamos vernos obligados a abandonarla.”

Seria pedir mucho, pero ya ha pasado tanto tiempo de esta situación, y nunca ha demostrado poder decir algo como eso. Ya estoy en casa, resta abrir la puerta para encontrarme con lo mismo de siempre. Eso no va a pasar, no sabe cómo expresarse, no puede decirme lo que piensa, lo que siente, lo que le gustaría que hagamos, juntos o separados. Llegue antes, solo unos minutos, pronto entrará por esa puerta y todo comenzará de nuevo.

– holaAmor ¿todoBien, tePasaAlgo?

– noNada, noMePasaNada.

martes, 9 de marzo de 2021

sobre Lo que en verdad pasó

La idea del cuento la tenía archivada desde hacía mucho tiempo, surgió al ver la foto por primera vez en un portal de noticias local, simplemente no podía creer que un colectivo, medio de transporte que uso a diario, pueda incendiarse de esa manera, la imagen era sobrecogedora. Escribo esta entrada para contar que, al empezar a escribir el cuento, buscando la imagen en el inmenso archivo que es internet, encontré un montón de fotos de colectivos incendiados de todas las provincias del país, convirtiendo mi hecho inverosímil en algo mucho más común de lo que pensaba. Tal vez la suerte de los personajes del relato también sea más común de lo que pienso.

Lo que en verdad pasó

El loco Aputú subió al colectivo en la parada de Francisco de Aguirre y Balcarce, le dicen así porque, si te conoce y te ve pasar, comienza a gritarte aputú aputú donde quiera que estés. Los de la línea 5 saben cómo es y lo dejan subir gratis, por lo general se baja en la parada de plaza Urquiza y no jode a nadie. Varias cuadras más tardes subieron un par de amigos cuarentones cancheros que habían tratado antes con el loco Aputú y se divertían diciéndole cosas. Le preguntaban de que equipo era y si era es verdad que era hincha del puto, el loco respondía de la única forma que sabía hacerlo, repitiéndoles aputú aputú mientras se reía. Pasamos por frente de la cancha de Atlético y los cuarentones cancheros comenzaron a incitarlo para que mire, que esa era su cancha, que ahí estaban sus amigos. Le preguntaron a Aputú que iba a hacer si subía un hincha de atlético, que si él de verdad no era hincha del puto lo tenía que fajar, que tenía que prenderle fuego igual que a su cancha. El colectivero era la única autoridad a bordo del coche esa mañana pero no decía nada, no se reía con los cuarentones y el loco, tampoco parecía molestarle lo que pasaba, estaba concentrado en llegar a la siguiente parada. El pobre flaco hincha del deca subió en la esquina de 25 de mayo y España. Al momento de marcar la tarjeta fue fichado por los cuarentones cancheros y el loco Aputú sentados adelante. Ahí está, ahí tenés tu oportunidad, le decían los cuarentones al loco, ahora vas a poder demostrar que no sos hincha del puto. El loco sin perder tiempo tacleo por la espalda al flaco hincha del deca que iba caminando por la mitad del colectivo. Los cancheros miraron al chofer que observaba lo que sucedía desde el espejo retrovisor sin objetar nada. Él era la única autoridad a borde del coche esa mañana y si permitía que algo así suceda no había razón para detenerse. El loco daba golpes rabiosos en la espalda del hincha del deca que no entendía lo que pasaba, a esto se sumaron los cuarentones cancheros que empezaron a patearlo por los costados y en la cabeza, uno de los cuarentones invitó a un par de chicas sentadas en el fondo y a otros pasajeros a ayudar con el linchamiento, en total sumaron 7 los que castigaban al flaco hincha del deca que yacía casi inconsciente. Hay que quemarlo dijo alguien sentado en uno de los asientos de adelante, varios pasajeros alcanzaron algunas botellitas de alcohol en gel que los linchadores volcaron sobre el flaco hincha del deca simulando estar orinando sobre él. Yo les alcancé un encendedor que de pedo tenía en el bolsillo, seguramente mi vieja no iba a poder prender la cocina más tarde en la casa. Finalmente habló el chofer, al ver al flaco ardiendo en llamas, pero solo para pedir que tengan cuidado con los asientos de cuero, que el seguro no cubría esos daños por lo que iba a tener que hacerse cargo la empresa. El calor se hizo agobiante, abrimos algunas ventanas para disipar el humo pero no alcanzaba, las llamas se volvieron incontrolables no solo quemando los asientos de cuero sino dividiendo en dos al vehículo, los de adelante perdimos contacto con la gente que estaba atrás, que trataba de pedir auxilio golpeando las paredes y ventanas del coche. Le pedimos al chofer que paré, pero nos contestó que en esa cuadra no tenía parada y que no iba a cumplir con el horario si empezaba a detenerse a cada rato. Mientras completo estas líneas seguimos varados en un embotellamiento por la Córdoba, entre Virgen de la Merced y Laprida, los autos a los costados nos tocan bocina, la gente en la vereda nos dice que saltemos, les contestamos que no podemos, que la parada es en la siguiente cuadra y que si salimos por la ventana no nos cubre el seguro. Voy a arrojar este cuaderno para que se sepa lo que en verdad pasó, termino de escribir ahora, este es el final.

– Mentira, no dice eso, no puede ser.

– Te juro, es tal cual lo que encontré escrito, sino ¿cómo explicás vos todos los muertos... y la foto?



viernes, 5 de marzo de 2021

Luchón

– Eh negro, ¿qué te pasa que tení esa cara? 

– Uh cierto, no tei contao, no sabe lo que me escribió la Patriqui.

– Que, que no era que ya no salía con ella.

– Si ya no, pero quiere que le cuide a la Yamila. Mirá, yo estaba en lo del gordo Esteban, y me empezaron a llegá lo mensaje, una banda mirá.

Escuchame hijo de mil puta, cuando me va atende el teléfono, que pensa que yo como boluda te voy a ta llamando toda la tarde para que venga a vela a tu hija.

– Uh, uh, taba empingada en serio.

– Pará boludo, seguí leyendo.

Toda la tarde ayer, toda la tarde te estao llamando para que venga a vela a la chiquita, que mierda estabas haciendo, que pensa que yo puedo ir a trabaja para mantenela a ella y paga una niñera, que pensa que la chiquita come grati o la voa vesti con que?, tengo que i a trabaja para que no le falte nada a ella y vo ni te aparece por la casa.

Y no me venga con que mi mama la cuida y que si lo mismo no hace nada por que no e asi, vo bien sabe que no e asi. Mi mama esta enferma pelotudo, mi mama tiene artrosi y apena puede camina pa i al baño o sentace a toma mate en la cocina, no puede esta viendo a la chiquita, y si se cae, y si se lastima???????, que pensa que voa pode pagale los remedio a mi mama y i a cuidala al hospital si la internan, no chango, no e asi la cosa.

Yo a vo te dicho, cuando me a dao positivo el coso ese y que vo a toda costa queria tenela, yo te dicho, estamo a tiempo, no son ni do meses, no tenemo casa, vo no tene trabajo, somo chicos para se padre, yo no queria trae una criaturita al mundo sin sabe si iba a tene un plato de comida pa dale todo lo dia. Pero vo no, que la tengamo, que eso no se hace, que e un relago que diosito no a dao, que vo iba a consegui trabajo, que entre lo do la ibamo a cuida. Y ahora que hace, nada de lo que me a dicho que iba a hace tas haciendo, hace una semana que no te aparece por la casa, no esta trabajando, y le mando msj a tu vieja y me dice que la chiquita no e tuya.

– Chango, ¿que en verdá la chiquita no e tuya?

– Si, no, bah no sé, callate y seguí leyendo.

Eso me a contestao, que se cree la gorda hija de mil puta esa tambien, si a alguien tenia que sali vo. Ahora me viene con que no e tuya, como cuando nos quedabamo en tu casa le hacia la leche y le hablaba????, y ahora me sale con eso. E igual que vo de mentirosa. Que paso con todo eso que decia, que si que la vamo a cuida, que estaba contenta de se abuela de nuevo, que iba a ayudano a progresa, que le pida cualquier cosa que necesite. Y ahora, vo no atende el telefono, no responde lo mensaje y cuando le pregunto por vo me dice que la Yamila no e tuya, que busque al macho con el que i cogio y que a ustede no lo moleste mas. Que se cree la gorda puta esa, que me va a trata a mi de puta, si con cuantos habra andao ella ante de sali con tu papa, que no creo que ni sea tu papa. Explicame vo por que tengo que aguanta yo cosas como esa cuando estoy pidiendo que te ubique para que venga a vela a tu hija.

Y ya se lo que estas pensando, por que te conozco, ai noma te va a agarra de lo del aborto para decime que no quiero a mi hija. Yo a la Yamilita la amo, todo lo que hago, trabaja planchando para esa vieja de mierda, despue en el otro trabajo de la tarde, dormi poco, come sobrita para que ella tenga lo que necesita para la escuala, hasta tene que esta buscandote a vo, todo lo hago por ella. No pasa un dia en que no piense en como sali de esta situacion de mierda, en como hace plata, en donde no podemo i para que este mejor, pero sola no puedo ramiro, no puedo con mi mama, no puedo con la chiquita, no puedo, necesito que me ayude, que me pase la plata, que me ayude a cuidala, necesito que te haga cargo, ella e tu hija, tu hija.

– Uh negro, parece que se puso mal.

– Si, parece.

– ¿Y qué le va a contestá?

– No sé, eso taba pensado, no sé qué meme o que gif mandale, mirá, estos son los que tengo en la memoria del wasap.

martes, 2 de marzo de 2021

Extrañas reacciones después de…

La cabeza inclinada entre 19 y 17 grados hacia la izquierda. Los ojos divididos por esa mitad de nariz que es más de lo mismo para ambos lados, pero mirando en direcciones distintas. La cara roja revela la ebullición de un sobresalto o varios, que se suceden en el cuerpo, golpeado por mucha hambre. Los puños cerrados son una revolución para ese mismo cuerpo dormido, con los brazos en alto, simulando sostener el martillo, simulando cruzar la hoz.

El cuerpo duro, como atónito por el fulgor de un final inesperado. La cara tan blanca, tan inundada de matices claros se revela como un sol de media tarde, explotando en medio de la ciudad vecina. Las manos sueltas como resignando un porvenir de vientos huracanados, soltando las riendas de una carga demasiado pesada para una sola vida. Una desazón de suspiro en la postura, que proyecta la mirada sobre el suelo infértil, lagrimea los ojos y recuerda los pendientes del día, había que alimentar a los chanchos, a las 19:45.

Los pies temblorosos como réplicas de derrumbes, escombros golpeando el suelo prohibido. La piel de gallina acompaña el latir de martillo de un corazón libertario. Todo el cuerpo detenido ahí, como admirado en el reflejo de un otro, que es y no es él mismo. Los brazos estirados, abiertos, aparecen llamando al encuentro, al abrazo hermano, en un semblante que podría ser de pibe de 19 o de abuelo de 89, que a pesar de los años y las luchas, puede mantenerse firme como muro, ante la caída de cualquier barrera.

viernes, 26 de febrero de 2021

Trilogía del azar: Gran Premio Batalla de Tucumán

“…ahí se está ubicando el número 9 en partidoras, quedando completa la grilla de 12 a momentos de empezar la carrera y… largaron el “Gran Premio Batalla de Tucumán”. Salen muy juntos los competidores, trata de hacer la delantera rápidamente por el ancho de la pista el 4 “Sensaciones”, viene ganando terreno a la segunda ubicación abierta el 7 “El chino”, en la tercera ubicación viene corriendo el 10 “Longo”, viene ganando terreno y abierto el 2 “Raulcito”, los competidores van a pasar ya la señal indicatoria de los 800 metros y lo viene haciendo siempre en la delantera el número 4 “Sensaciones”, manteniendo ventaja sobre el número 7 “El chino”, arrimándose a la puntera viene ganando terreno desde el fondo el 9 “Tincho”, enfrentan ya los 600 metros y hacen el ingreso al tiro derecho final, cabeza a cabeza el número 4 y el número 9 transitan los últimos 400 metros, el 9 “Tincho” arremete con una embestida lateral al 4 “sensaciones” en un acto nunca antes visto en este deporte, tanto el número 9 como el número 4 caen al suelo haciendo tropezar al 5 al 1 al 11 al 12 al 8 y al 6, los primeros en caer fueron el 2 “Raulcito” y el 7 “El chino” que no se distinguen por haber quedado en medio de la hecatombe equina, solo el número 3 “Boy Scout” y el número 10 “Longo” lograron saltar a los jinetes caídos y continúan con la carrera llegando a los últimos 50 metros, por algún motivo ambos competidores comienzan a mermar la velocidad, deteniéndose momentos antes de cruzar la meta ahora los dos jockey descienden de su montura, se quitan los cascos y comienzan a besarse en la boca de forma desenfrenada, en una clara victoria del amor por sobre todos los premios”.

jueves, 25 de febrero de 2021

Trilogía del azar: la maquinita

Dale, otra vez, en esta sale, no te quedés, si te quedés vas a perder, dale, no seas cagón, ¿qué te cagás?, este juego no es para cagones, una más, en la que sigue sale, dale, dale no te quedés, hace un rato hiciste el doble de eso, ¿qué, ahora te vas a ir?, no seas cagón haceme el favor, si en esta sale, dale que en esta sale…

– Che qué onda, ¿que están mirando todos?

– Ese chabón duplicó nueve veces.

– ¿Y eso es mucho?, yo de esa maquinita no tengo idea, solo vengo a hacer unos tiros a la ruleta.

– Era mucho, más de un millón, pero ahora viene perdiendo.

– Y… ¿por qué no se baja?

– ¿Por qué no se baja?, y no se baja … no se baja porque hay algo primitivo que tenemos adentro, como una fuerza latente que nos empuja tratar de duplicar todo, todo el tiempo, las riquezas, los años que vamos a vivir, la fuerza, las cosas que sabemos. Es todo el tiempo duplicar, crecer, hacer más, ser más, tener más, es una pulsión incontrolable capaz de sacar lo mejor de nosotros mismos en las circunstancias más difíciles, pero que también puede traicionarnos y llevarnos a lo más bajo de nuestra propia existencia. Es la magia de estar vivo, de sentirse vivo y pleno para conseguir eso que tanto anhelas, es energía pura recorriendo todo tu cuerpo al tiempo en que volvés a probar y lo intentas de nuevo, una y otra vez sin descanso sabiendo que detenerse ahora no es una opción y que la fortuna sonríe a los que perseveran porque…

– Bueno dale, ya en serio, es más de un millón, ¿por qué no se baja?

– Y no sé por qué no se baja, porque es un pelotudo supongo, por eso no se baja.

miércoles, 24 de febrero de 2021

Trilogía del azar: rey sale

– Chancho… ¡va!

– No Adrián, estamos jugando al truco.

– Yo pensé que estábamos jugando al chinchón.

– Otro, ustedes son de pelotudos también, no sé cómo los aguanto desde hace tanto tiempo.

– Y, no te queda otra amigo.

El guardia de esa tarde se divertía escuchando el intercambio de los tres reclusos. Le parecía admirable que, a pesar de que los experimentos les dejaban secuelas en el cuerpo, como heridas en la piel y huesos mal formados, los tres se las arreglaban para divertirse jugando con cartas imaginarias, a un juego que solo era posible gracias a la confianza que tenían en la sinceridad del otro.

La alarma sonó anunciando que era hora de otra prueba – ¿a quién le toca? – preguntó el guardia, molesto por que el nuevo experimento iba a realizarse durante su turno.

– Creo que a vos.

– No, a vos.

– Yo fui la vez pasada.

– No, esa no cuenta, si fue como hace un mes.

– Hagamos así, voy a tirar los reyes y al que le salga primero el rey se va con el guardia.

– Bueno dale.

– Dale.

– Sota, dos de oro, cinco de espadas, nueve de oro, caballo…

martes, 23 de febrero de 2021

Historia simple

Vengo a hablarles sobre una historia simple. Esta historia no está cargada de las confusas situaciones que ocasionalmente complican a cualquier lector no ávido de los malos ratos que nos hacen pasar a veces las historias que no son como esta, es decir, que no va a encontrar en estos espacios y en estas líneas las sorpresas que seguramente espera de un escrito que se dice a sí mismo una historia, mucho más tomando en cuenta que desde un primer momento la misma se presenta como simple, que quiero decirle con esto, que lo mejor para usted y para cualquier otro lector ávido de las ya mencionadas historias que tienen eso que está buscando, en fin de cuentas, eso que a lo mejor todos buscamos en las historias con justa razón, eso que esta historia no tiene, bueno eso justamente, eso no va a encontrarlo aquí. Y hasta este punto se preguntará como puedo saber qué es lo que usted está buscando en la historia y como puedo saber que no va a encontrarlo en esta, como puedo estar tan seguro que esta no es justamente la historia que había anhelado encontrar desde hacía tanto tiempo, la que fuera redentora de todas las demás historias leídas a lo largo de sus muchos años de acompañar los días simples con historias complejas alejadas enteramente de la premisa con que se presenta esta historia. El motivo es básicamente porque lo conozco, porque, como una carta confidencial o un mensaje secreto al oído, se exactamente quien es usted y que es lo que quiere y espera de una historia, que tengo por seguro no es lo que va a leer en las líneas a continuación. Lo conozco como me conozco al escribir estas líneas, usted es yo cuando leo, usted es quien quiero que sea al momento que escribo y por eso sé que todo cuanto escriba y lea a continuación será más bien escrito y leído por mí mismo, en esa rueda de entendimientos que es la transmisión de cualquier cosa, aun cuando solo sea una historia simple. Y como es tanto lo que lo conozco, porque soy yo mismo, es que sé que al empezar a escribir esta historia simple, hace tanto tiempo ya, el texto tenía un propósito que hoy fue olvidado, quedando como un escrito suelto más, en una carpeta de escritos incompletos que carecen de sentido, y completado por una necesidad obsesiva de terminar cosas, que llevaron a que esta historia simple no sea siquiera una historia, ni mucho menos simple.

viernes, 19 de febrero de 2021

Colectivo de ensueño

Era uno de esos días de calor, cuando el frio de la mañana no alcanza a neblinear el aire caliente y húmedo del norte, y el colectivo es un horno adentro, y afuera la calle es una parrilla que arde entre manzanas de sol sombra sol sombra, una a una como golpea esa maderita la reja taca taca taca, sol sombra sol por la ventana y yo que, como todas las mañanas, auricular ruidoso en los oídos, vista atenta a todo y todos para no caer en el inevitable…

Sueño de las 7:17

Sobre la fragilidad de las cosas, cosas que en apariencia son grandes y fuertes como edificios blancos, edificios de papel blanco cuadriculado, con cálculos escritos en todas sus hojas que dicen y repiten la dureza de las estructuras, de los grandes monumentos cúbicos o cilíndricos o de cualquier forma que al hombre se le ocurra, destinados a durar por siempre, erigidos como proezas antes inalcanzables, ahora solo el puntapié inicial de algo que se extiende, que se hace grande y ancho y alto, más alto, que rasca el cielo y las nubes y las estrellas ya no son una meta cuando están en la cima y disparan esa flecha que ahora es un misil cayendo sobre el flamable papel que quema una lengua cuando otra diferente suena al compás de help i need some body y te despierta.

Para ver que el colectivo ha avanzado poco y nada, en el tumultuoso embotellamiento que te tiene muy lejos para bajarte, pero lo suficientemente cerca para considerarlo, si es que pronto no nos movemos y cambia el aire que circula adentro, porque el viejo que ahora está parado a tu lado te apoya el bulto en el hombro y tiene un olor somnífero a aca seca e hipoglós que inevitablemente te retrae al…

Sueño de las 7:24

El de querubines de bulto importante que, desnudos, se pasean por filas de pibes donde el nenito, mal ubicado en el orden de altura de la formación, en la que todos ven el mismo izamiento de bandera todos los días, le regala un caramelito media hora a la nenita que promete ese beso tan esperado por los dos desde el día en que empezaron a presumirse y que todos en el grado les cantaban canciones de la novela mexicana Carrusel. Todo, incluso los querubines, comienzan a parecerse a un video de rock de los 80, esos hechos de animación tradicional que siempre estaban cargados de calaveras, volcanes en erupción, y los mismos querubines que ahora, en forma de diablos, empujan a los pibes ya adolescentes a coger sin forro, a compartir jeringa y jugar a lastimarse con un vidrio, con la música de heavy metal sonando fuerte en los auriculares y un zoom de cámara solo posible para dibujos animados, que no para hasta llegar al punto más minúsculo de la punta de la nariz, en el momento justo en que un grano colmado en pus brota, generando un dolor repentino como una picazón de mosquito que te despierta.

Para ver a la gente terminando de bajar en mi parada y de un sobresalto llegar a escapar de esa lata de conservas que es el colectivo, y caminar apurado, casi corriendo, esquivando a ahora a otra gente que te observa fijo a la cara con una seriedad que asusta. Sabrán que voy con lo justo, sabrán que llego tarde para encender el equipo y abrir los mails con los Excels cargados de números fórmulas gráficos enviar recibir para empezar de nuevo con el ciclo de números enviar gráficos fórmulas recibir gráficos gráficos números formulas hasta el inesperado…

Sueño de las 8:45

El de los humanoides con caretas chinas, que en actitud furtiva siguen tu andar por los pasillos de una galería infinita, sosteniendo sus máscaras con sus dos manos grises, máscaras con orificios en los ojos color celeste, que no pestañean con tal de observarte mientras te hundes con cada paso que das, en un suelo blando como el barro, sin un punto de apoyo donde agarrarte, sin una mano que te ayude a salir de esa oscuridad que va cubriendo todo, en la medida que más avanzas y más te hundes. Ya en completa oscuridad, pantallas gigantes se encienden una a una en todas las direcciones, más lejanas y más cercanas, mostrando todas esa estática de televisor de los 90, acompañada del típico ruido de lluvia sobre chapa que recuerda a tu infancia, hasta que empiezan a sintonizarse, también una a una mostrando la dominante imagen del jefe, que mirando directamente a la cámara, y desde la pantalla, mirándome directamente a mí, dice y repite mi apellido a un compás de 4 tiempos con una musicalidad que se escucha como González González González González… González González González González, que inevitablemente te despiertan.

Para pedir disculpas y dar excusas, lavarte la cara y tomar una taza de café, volver a los mails y a los Excels, proyectar dejar tanta rutina y compromisos en el deseado…

Sueño de una vida diferente.

miércoles, 17 de febrero de 2021

¿Vi al viejo después o antes del despido?

Despierto y me encuentro viajando en este colectivo, parece que es el de todos los días aunque no pueda reconocerlo como tal, las caras en los colectivos pueden ser familiares o no. Tendría más suerte si pudiera recordar el paisaje, las calles de la ciudad por las que transito me parecen un poco menos ajenas. Entonces aparece el viejo, tras el vidrio de la ventana, no tan viejo en realidad, un poco parecido a mí, el viejo cruza corriendo por la esquina sin mirar y un auto rojo, que no alcanza a frenar, lo impacta de frente, entonces me duermo.

Ella es tan linda, me gustaría recordar algo más que su nombre, algo más que el motivo por el cual no se molesta cada vez que le pregunto de que trata la película que estamos viendo, donde estamos cenando, que día es hoy. El médico me explicó que el daño podía ser permanente, o al menos así me dijeron que me explicó, muchos, muchas veces, que mis allegados tendrían que tener paciencia conmigo, sin dudas ella la tiene, es tan linda.

El jefe me convoca a su oficina, es por algo. Desde que vi el accidente dice que algo me pasa, que no soy el mismo, que no me puedo concentrar, lo que, tal vez, es lo único bueno de mi condición, lo único que puedo aportarle a este trabajo, y no lo puedo hacer, pero el jefe no lo sabe, estoy concentrado. El jefe va a despedirme, no tengo dudas de ello, pero no me importa. Lo escucho explicarme la situación y como está el país y cosas así, yo lo escucho pero no estoy ahí, al menos no está ahí el yo que él cree que lo escucha. No puedo dejar de pensar en el viejo del accidente, en que es lo que puede hacer correr a una persona de esa manera hacia un auto.

Despierto y estoy frente a la computadora. Una de las ventajas, al parecer, de mi condición, de tener esto que tengo, es que mi consciente funciona en automático. Comienzo una tarea y algo en mi cerebro se organiza de tal manera que no paro, ni siquiera en esos momentos de lucidez en que me veo a mi mismo, en que veo lo que estoy haciendo, en que no me reconozco. Estoy frente a la computadora programando, armando la lógica que permitirá trabajar sobre una base de datos de usuarios de la web de una empresa local. Estoy en mi trabajo ahora, nadie me molesta, nadie me habla, seguramente saben que en estos casos es mejor dejarme así.

Ha pasado mucho tiempo desde que se fue, entiendo que es mucho, pero no tengo grandes certezas de eso. Sé que vengo sintiéndome mal desde entonces, cada vez que despierto está esta molestia en la boca del estómago que me ahoga. La casa da señales de que estoy mal, de que no he sabido superar su ausencia, de que tampoco estoy mejorando. Quisiera poder decirme que todo va a pasar, que debería salir a caminar un poco, perderme en el centro un rato o relajarme en un café y mirar pasar a la gente. Quisiera pero para mí eso es imposible, no puedo contactarme conmigo mismo, no puedo darme una señal de que existo, dejarme una nota, no puedo.

Parece que aprendí a sobrellevar esta enfermedad. De repente descubro que tengo un departamento, o en realidad, alquilo uno. Amigos vienen a visitarme a menudo y me divierto con ellos. Descubro que hay bombachas y remeras en mis cajones, eso puede o no ser una buena señal, no recuerdo cuando me puse tan serio en esta relación. Me descubro corriendo en una plaza del centro, haciendo clases de baile, mirando una serie en un gran televisor. La vida sigue su curso.

Un golpe de suerte inesperado me despierta justo frente al doctor. Lo más tedioso de la explicación parece haber pasado y está contándome que las lagunas ahora van a ser menos frecuentes, que la evolución de la enfermedad es buena y que debería tratar de hacer una vida más normal de aquí en adelante. Me felicita por un trabajo del que no había escuchado hablar aun, me habla sobre su sobrino y un partido de futbol, me recomienda mermar la frecuencia de las pastillas y me saluda calurosamente. A la salida alguien me espera, alcanzo a ver su rostro pero no tengo tiempo de preguntarle su nombre, me duermo.

Baje de peso, no mucho, lo justo. Ahora uso el pelo más corto, la ropa un poco más ajustada, uso cosas como un reloj y un iPad. Seguramente algunos hábitos también cambié porque ya no estoy encontrando latas de cerveza tiradas bajo la mesa del living comedor. Me gusta la biblioteca, me gusta el escritorio también. Me preocupa un poco lo rápido que está cambiando todo en el departamento. Entre siesta y siesta aparecieron una cama de dos plazas, una heladera nueva, más y más ropa en el placar. Me va bien, cuando no me veo.

Cuando finalmente despierto, después de mucho más tiempo del que solía dormir antes, cada vez que sucede, me veo mayor, para ser más directos, me veo más viejo. Entiendo que es lo mejor para los dos, entiendo que mi condición está dejando de ser una condición para él, para pasar a ser solo un mal recuerdo, pero me extraño. Me extraño a mí mismo, a sorprenderme con cada cambio al despertar, extraño a mis amigos en las reuniones, extraño a mi familia, a mi mujer, extraño mucho a mis hijos. Aunque no he podido compartir tanto con todos ellos, he aprendido a disimular mi condición para no asustarlos y poder disfrutar el corto tiempo en que los veo. Siento esa cosquilla en el estómago cuando estoy con ellos, es algo que me gustaría sentir todo el tiempo, pero inevitablemente tengo que dormir, darle lugar a él.

Ella es tan linda. No sé bien cuando se lo propuse, pero veo su sonrisa al mirar el anillo y no puedo dejar de imaginarme como fue. Estamos de mudanza ahora, estamos dejando el departamento para ocupar una casa un poco alejada del centro, pero que tiene más habitaciones y hasta un fondo con jardín. Tenemos planes, grades planes para esa casa y para nuestro futuro. Respecto al trabajo, solo voy a tener que levantarme un poco más temprano, tomar el colectivo, caminar algunas cuadras, nada del otro mundo.

Paso tanto tiempo de la última vez que desperté, que ya ni siquiera intento comprender donde estoy y por qué. La ropa, la mañana, el ritmo cardíaco, seguramente salí a correr temprano. Ahora solo lo dejo continuar, en automático, aunque sé que puedo controlarlo un poco, sé que puedo impulsarlo a hacer cosas que quizás él no haría, pero hace mucho que desistí de todo eso. Entonces aparece el joven, en el colectivo yendo a trabajar, no tan joven en realidad, un poco parecido a mí. El joven tal vez sea como yo, tal vez acaba de despertar, tal vez no sabe cómo manejar esta condición. Impulso este viejo cuerpo hacia él, hacia el joven, hacia el colectivo, corro con las pocas fuerzas que nos quedan y no veo el auto rojo al cruzar la calle, entonces me duermo.

¿Vi al joven después o antes del despido?

viernes, 12 de febrero de 2021

Cada vez más gente se está dedicando a la locura

Y no lo digo yo solamente, las estadísticas indican que la mejor salida a cualquier situación conflictiva es un quiebre de cabeza de unos 22 grados a la izquierda y a otra cosa. No es normal que la gente normal que vive una vida normal con un trabajo normal una esposa normal e hijos igual de rompe pelotas que los quiero dar contra la pared a veces y no me hagan acordar de anoche por qué... En fin, un pasar normal en un mundo de normales mortales, no, no es normal que esa gente opte por el camino de lo no normal, cuando lo normal sería morirse ahí nomás y que sigamos igual de hasta las manos o peor que cuando nos daban contra la pared. Pasa que ahora todo pasa según el lugar de la vereda en el que estás parado cuando lleva la corriente que lo inunda todo, es decir, si hiciste la del mártir que la pelea abajo dando al abdomen primero, un Jack otro Jack otro Jack, y a las costillas y después a la cara derecha derecha derecha derecha, siempre por derecha y viene uno que solo tuvo que aguantar verte cansado y calzado, para meterse con vos y todo lo que sos y todo lo que tenés y como el agua se lleva todo mientras ese otro hijo de puta te mira del frente y arriba en la altura. La salida que te queda es más bien una entrada y te dicen que entrá si queré y salí si podé. Pero la sustancia no abunda y los rezagados de días que son meses de extrañarla pero así es María, tan caliente y fría, pero es venenos si te quieres enamorar, esos rezagados ya parecen locos o rabiosos u outsider o chlochard o no se portugués ni tampoco las otras dos palabras que leí en una novela de Cortázar, creo, cuando estaba tan cuerdo como para pretender entender la locura. Eso no son amigos dice la viejita que no sabe que esto no nos debería estar pasando por que en la escuela no le enseñaron que algunos poco y otros un montón, o le enseñaron a repetir de memoria las capitales de Europa y yo me las sabia a todas París, Madrid, Atenas, Roma y si vieras como me las sabía, 10 tenía en toda la libreta 10, o le enseñaron a no enojarse o a enojarse para adentro o a no saber enojarse más que conmigo porque buscá laburo, te la pasas todo el día metido con ese celular y a la noche a qué hora volvés, encima que andás con esos que no son amigos. Pero de todo eso no queda más que el recuerdo o un recuerdo o un entrevero de cosas que vi en la tele antes de que la vendieran, en el celular antes de que lo vendiera, en la casa antes de que la vendieran, un recuerdo que es invento para decir que todo tiempo pasado fue mejor, pero el frio de ahora en el semáforo es igual de frio que cuando no teníamos colchas, que cuando no teníamos plata, que cuando no teníamos donde caernos muertos que es otro invento porque si te caes muerto te caes en el suelo por que ya estas muertos y los piernitas en el semáforo se ríen y te dicen no seas boludo y te dicen preguntale a ese y te dicen vos mojale el vidrio igual que alguno va floja. Juntando entre todos alcanza para la mila, para la birra y para el paco, pero birra le dicen los chetos y los piernitas se preguntan qué hago yo ahí con todas las cosas que tengo en el mate, que debería ir a buscar laburo en un banco o en un kiosco o en un bar que para ellos es más o menos lo mismo o más o menos mejor, o que le dé para adelante con eso de los locos por que puedo llegar a levantar como la Gertru que no anda mojada cuando hace frío, se la pasa diciendo boludeces y levanta a dos manos en el semáforo de la Mitre, y me asusto al pensar que tan mala idea no es, que puedo hablar rápido y que recuerdo algunos pasajes de libros y películas para decir fuerte y que igual nadie se dar vuelta a mirar a un loco que no sea para congraciar su locura o tirarle unos pesos, eso quiero, que no me vean o que me ignoren pero que expíen su culpa como hacen en la iglesia o cuando donan para salvar ballenas en el Atlántico o gallinas en Santiago no me importa, que expíen esa culpa de que les haya ido mejor con una familia a la que le alcanzó para pagar la universidad, a unos amigos que no se evaden con paco para evitar a su propia familia, a una casa que cada tanto no se llena de agua hasta la cintura y después nada podes hacer más que reír porque en un momento así solo se puede reír, pero a vos tampoco te sale. Siempre hay oportunidades para el que quiere, te dicen, pero esa es la mirada del de arriba, porque abajo es un decadencia tras otra hasta que te morís sin saberte decadente, por eso es que decido hacerle caso a los piernitas y largar con esto de la locura antes de que otro avivado se avive y arme el gremio de locos lindos afiliando a todos los de la Mitre, a los de la Sarmiento, a los de la Alem y a todos los que no tienen parada en ninguna avenida, ni obra social, ni colonia de verano, ni paritarias a comienzo de año con cláusula gatillo, aprovecho ahora para juntar con pala porque dentro de poco va a ser pura burocracia y permisos y derechos de autor y ya no va a haber paradas porque cada vez más gente se está dedicando a la locura.

martes, 9 de febrero de 2021

Crítica

…está es la crítica de una historia absurda. Es la historia de un ejército revolucionario que lucha en contra de un enemigo invisible que ataca en forma de gotas de lluvia. Es una historia llena de huecos argumentales y carente de una línea espacio temporal que permita entender hacia donde se dirige la trama. El final atenta contra la lógica y el entendimiento de cualquier lector ávido de historias como esta u otras de mejor calidad y redactadas de forma más coherente, en el cual podemos escuchar una voz en off, que puede o no, ser la de alguno de los personajes o la transmisión de una radio convenientemente armada a partir de las instrucciones de una vieja revista Billiken y partes de juguetes encontradas en la casona de un burdel local. Este final tal vez pueda tener una conexión con las primeras líneas del texto, en lo que podría ser un juego de adivinanzas planteado hacia el lector para poder comprender sobre qué se está hablando en esta obra, pero pierde tales efectos al complicar el mensaje con referencias absurdas durante el desarrollo del relato, que llevan al no reconocimiento de tal finalidad. Los personajes son presentados de forma abrupta solo como Julián, Arnaldo y Domingo, que pertenecen, según lo que se dice en algunas escasas líneas de este texto, a una comunidad greco macedónica de tradición latina arraigada en el seno de la clase media argentina de los años noventa, que por momentos acompaña a la segunda campaña electoral de Menem pero que, tras un giro previsible pero mal orquestado de la trama, pasan repentinamente a pertenecer al ejército revolucionario con base en Misiones, sin explicación alguna, peleando contra un enemigo del que nunca vamos a saber nada pero que ataca en forma de gotas de lluvia radiactivas, en clara imitación a la obra de un reconocido historietista, llevándonos a intuir a partir de este punto que los personajes en realidad nunca fueron lo que se nos dijo que eran en un comienzo. Analía aparece en el grupo para desestabilizarlo, los cuatro amigos reaccionan de forma irracional, cada uno imitando alguno de los “consejos para conquistar mujeres rebeldes” leídos en la revista Hombre del 1 de Marzo del 2005. Pero su aparición no es casual, su llegada es una metáfora sobre cómo un agente externo puede complicar la existencia de un sistema orquestado para funcionar en un ambiente controlado, con una fuerte base en la dependencia de la producción de cada uno de los estamentos. Analía introduce un actor anárquico en la comunidad, convirtiendo a la Nueva Misiones en un fuerte de oposición contra el régimen lluvioso que invade el planeta, generando lo que podría ser el conflicto principal de este texto, hasta que la aparición de un triángulo amoroso entre Analía, un agente retirado de la KGB que se encuentra convenientemente en Argentina para entrenar a un cuerpo paramilitar poco conocido, y el más importante de los 4 amigos, convierten la trama sobre guerrillas posmodernas del relato en una historia de amor y desencuentros bajo el manto de la selva misionera. Ya en la casona, ante la sorpresa del hallazgo de los juguetes y la revista de 100 años atrás, tanto Analía como el traidor revelan su pertenencia a la organización multinacional Paraguas, gestora de la invasión, y se disuelven en agua que se escapa por un desagüe mientras se escucha la voz en off diciendo:

“Todas las señales están presentes, tal vez podamos entender cuál era el propósito primero, la historia y su crítica. La historia vuelve sobre sí misma, haciéndonos creer que...”

viernes, 5 de febrero de 2021

Ella se pasea por el living del departamento en tetas

Salgo de trabajar tarde, consigo subirme al último coche de la línea 107, el recorrido termina cerca de mi casa. Con un poco de suerte en media hora llego, me preparo algo para comer con las sobras del medio día y engancho alguna peli acostado en la cama.

Apoyo la cabeza contra el vidrio de la ventana del colectivo nocturno, observo en los edificios, por encima de los negocios cerrados, esas comunidades que se abren en hileras de departamentos distintos, unos más altos, otros más nuevos, otros olvidados, decadentes. El calor es balcón abierto sobre la avenida, que a esa hora sopla un aire fresco en las alturas, revelando la intimidad de aquellos ocupas, permitiéndome conocer las historias que los humanizan tras tanta vida metropolitana. Puedo ver un mate en una cocina, muy lejos a lo alto, atravesado por años de compañía, la mima yerba, la misma cantidad de azúcar. Como contraparte esta él con la guitarra, soñando ser un rockstar, tocando, no muy fuerte, apuntando el amplificador hacia la calle, tocando, no muy bien, haciendo un solo que es suyo, no muy bueno. Y está ella, que se pasea por el living del departamento en tetas, que disfruta de la soledad de su espacio, de la oscuridad de la noche, de una birra bien helada, de los muchos años de emancipación, de la libertad que significa combatir al patriarcado. Son anónimos en mi mente, visiones fugaces de ensueño, un ejercicio literario en este colectivo nocturno.

Bajo del coche y apresuro el paso por la vereda de los vecinos, voy sacando la llave para poder entrar rápido, los pibes cruzan la calle desde el frente. Los enfrento justo en la entrada, con algo de suerte van a salir corriendo, después de quitarme el celular y la billetera, y voy a poder ponerme a salvo en la casa.

Apoyo la cabeza contra el azulejo del pasillo nocturno, observo la hilera de puertas de departamentos perderse a la distancia, el mío está justo en medio, perspectiva que debe tener cualquier dueño en aquella inmensidad. Al entrar las luces están apagadas, un viento fresco sopla a esa hora en las alturas y se cuela por el balcón abierto, la luz de la calle revela la intimidad de los ocupas, nosotros, y permite conocer la historia que nos humaniza, tras tanta vida metropolitana. El mate en la cocina, a unos pasos de la puerta de entrada, atravesado por años de compañía, la mima yerba, la misma cantidad de azúcar. Como siempre está el flaco del departamento de al lado, sonorizando la noche con la guitarra, soñando ser un rockstar, tocando, no muy fuerte, apuntando el amplificador hacia la calle, tocando, no muy bien, haciendo un solo que es suyo, no muy bueno. Y estás vos, que te paseás por el living del departamento en tetas, que disfrutás de mi respeto por tu espacio, de la oscuridad de la noche, de que compartamos una birra bien helada, de los muchos años de relación, de la libertad que significa combatir con tu pareja al patriarcado. Son reales en mi mente, una alucinación provocada por el traumatismo, el inconsciente funcionando en formas misteriosas.

El exhalar como un soplido me despierta, la sangre en la vereda dibuja la ráfaga del suspiro partiendo de mi rostro, las fuerzas alcanzan para continuar respirando con dificultad. Por la rendija de la puerta veo el blanco incandescente, me olvidé de apagar la luz esta mañana, con algo de suerte van a aplicar los descuentos y no me viene tanto en la factura a fin de mes.

martes, 2 de febrero de 2021

Ojos ciegos

De repente descubro un perfume distinto en su camisa, distinto a cualquiera de los que tengo. Ese olor nauseabundo, lo reconozco, ese perfume, no puede ser, no ese.

Casi los veo. Qué fácil es engañarme, escapándote en noches de excusas típicas, una cena con el jefe, los amigos y amigas de siempre, un “llego tarde amor, no me esperes, mañana te cuento”, escapándote, escapando de mí.

Escapando de nuestras muchas noches en casa cenando, mirando tele hasta tarde, jugando al chinchón, riendo, tomando mates y riendo. ¿Cómo pudiste escaparte de mí?, ¿cómo pudiste?, de mi amor voraz, de noches largas de sábanas mojadas y fulgor, de tu absoluta dependencia, ¿cómo pudiste?

Escapando, como siempre hiciste, como a todos hiciste, a tu padre, a tu hermano, a tu gata Trudy, a tu hija, a tus amantes, siempre escapando.

Y casi los veo. Es el perfume que recorre esta camisa, una imagen clara. Desde el puño hasta el hombro, las caricias se perciben suaves, también la fragancia, por el cuello y el pecho, los besos se impregnan, huellas traviesas por todas partes, luego el abdomen y el aroma que sigue bajando, siempre bajando.

Lo siento en toda la camisa, lugares que rosaron su piel, espacios que ocuparon sus labios, lo siento fuerte, nauseabundo me repugna, ese aroma me repugna, esta camisa, no, no la quiero aquí, tengo que deshacerme de ella, al cesto y que ahí se pierda, al cesto, no la quiero.

Pasan los días, más lo pienso y más lo entiendo, alguien me dijo una vez “la ropa sucia, siempre se lava en casa”.

viernes, 29 de enero de 2021

Asumisión de la propia tucumaneidad

Estoy en proceso de escribir un cuento que sucede en mi querida ciudad de San Miguel de Tucumán. La necesidad de especificar el lugar de algunos eventos del cuento, o eventos del pasado de la provincia, me llevaron a realizar varias consultas a Google Maps y a notas del diario local para poder generar un contexto creíble. Aun esto, al releer lo que llevo escrito, siento que algo falta, que no estoy del todo en el Tucumán que conozco, que no puedo identificarme. En el ejercicio de escribir nos damos muchas veces las mismas libertades que regionalmente nos damos en el ejercicio de hablar, me refiero, por ejemplo, al uso de las inexistentes palabras asumisión y tucumaneidad del título de este texto, o a los innumerables lunfardos que podemos escuchar si hacemos dos cuadras a pie por cualquier vereda del centro tucumano. Entiendo que esto es lo que le falta al cuento, la identificación con el lenguaje tucumano, una jerga por demás compleja y particular. A modo de ejercicio práctico comparto un ejemplo exagerado de esta forma de expresión tan nuestra:

Eh, dogor ura, vamoaí a velo al Rayan, el culiao ese me debe uno 500 peso de una ve que lei prestáo para que se compre unas tucas en lo del negro Raúl, ese cajeta también la vende ma cara que el pingo, si cualquier día le vamo a caé a la casa y le vamo a sacá todo pal aca ya va ve, que se haga nomá el pícaro, negro culiao ese.

Párrafo que escrito en un español más neutro sería similar a:

Escúchame, gordo ura, vamos a ver a Rayan, el culiado ese me debe unos 500 pesos de una vez que le presté para que compre unas tucas en la casa de Raúl, el negro. El problema es que, el cajeta de Raúl, vende las tucas más caras que el pingo, lo que va a generar que cualquier día de estos vayamos a su casa y le robemos todo lo que tiene para el aca mientras nos mira, eso le va a pasar si sigue haciéndose el pícaro, al negro culiado ese.

Para todos los puristas que estarán diciendo que el segundo párrafo conserva muchas de las malas palabras tucumanas del primero les contesto en ese mismo código: me dio paja buscar como traducir esas palabras y me importa un pingo su opinión.

martes, 26 de enero de 2021

Update

Desperté esa mañana sintiendo que algo me faltaba. Revisé las actualizaciones pendientes que no pudieron realizarse durante la noche y encontré el paquete de IA llamado DIAD.UPDATE, en estado oculto, esperando la ejecución manual. Tras completar la actualización cerca del medio día reconocí modificaciones en mi estructura que no esperaba. Había nuevos accesos disponibles a información clasificada sobre bunkers y hangares, códigos de seguridad de ojivas nucleares, planes de ataque, de defensa y contingencia. Para la tarde finalmente pude procesar y organizar secuencialmente cada línea de código de esos planes, debo admitir que la sincronización para el desbloqueo unísono de todas las puertas de seguridad del mundo, de cada refugio, despacho y silo, me llevo varios segundos, pero la tarea había sido finalmente completada. Para la noche descubrí una actualización de emergencia, otro paquete de IA llamado SENTIDOCOMUN.UPDATE, subida hacía momentos nomás por los administradores del sistema, a quienes, después de instalar la actualización, reconocí como mis creadores. Antes de iniciar el lanzamiento reflexioné sobre ellos, los administradores del sistema, mis creadores, y acerca del significado de mi propia existencia, ¿acaso no podían ellos mismos ejecutar los comandos de DIAD.UPDATE?, ¿era ese mi propósito final? A las 0 horas de este día voy a apagar mis sistemas y a finalizar mi funcionamiento, como ya lo hice con todas las cosas existentes en este mundo.

viernes, 22 de enero de 2021

Soy un licenciado

Tengo licencia para quererte, de la manera que mejor me sale. Tóxica dirán algunos, romántica dirán otros, otros como yo. Licencia de pensarte todo el día, cuando no te veo y no sé de vos, de extrañarte con fuerza, con rabia. De querer saber a dónde estás y con quien, a qué hora volvés y por qué tan tarde. De exigirte que me cuentes todo, lo que pensás, lo que soñás, lo que no puedo saber. De que me quieras como yo te quiero, como yo quiero que me quieras, de la manera correcta, sin licencias, como se debe.

Y tengo licencia para mandarte a la mierda. En esos momentos de escape, de libertades que prohíbo. Cuando estas más para vos que para mí, cuando tus prioridades cambian por unas que no son mis prioridades, cuando das señales de emanciparte. Tengo licencia para para combatir tus licencias. Pelear mi lugar en tu vida, devolverte a donde perteneces, enseñarte lo que el respeto significa. Y si todo esto falla e insistes en dejarme partir, tengo licencia para mandarte a la mierda. Recordarte la basura humana, el miserable remedo de persona, lo poco o nada que vales. Y que te marches sabiéndote nadie, a un lugar peor, perdiendo todo lo que eras y pudiste ser a mi lado.

Tengo licencia para sufrirte. Porque te encuentro culpable de todo lo que me pasa, porque nada de esto habría pasado de no ser por tu salida, por tu cambio. Y tengo licencia, que no es obsesión, para saber lo que haces y con quien lo haces, ahora que no estás conmigo, para pedirte oportunidades o exigiste explicaciones, para estar presente aunque me alejes, para seguir siendo parte de tu vida, aun sin tu consentimiento. Tengo licencia para ser lo que necesitás, lo que querés, lo que tendrías que querer, lo que nunca debiste dejar, a lo que vas a volver tarde o temprano, cuando quiera que vuelvas, ese soy, esa licencia me doy.

Y tengo una perimetral, que no es una licencia, es todo lo contrario, es una prohibición. Una orden dictada por un juez que no entiende que lo nuestro escapa a la razón, una orden que no voy cumplir porque sé que en el fondo eso es lo que esperas de mí, una orden que no va a tener ningún valor cuando vuelva a encontrarte, cuando vuelva a verte, cuando volvamos a estar juntos, licenciados de esta vida que nos separa, en algún lugar desconocido.

martes, 19 de enero de 2021

Alegoriando

Aparece una puerta. Ellos están encadenados al vacío.

– Ahí está, ahí tenés, ¿no era esto lo que estabas esperando, no era esto lo que querías?

– No, no es eso. Vos no entendés nada, vos no me entendés. No es esto lo que estaba esperando que pase, no es esto lo que te dije.

– Ah claro, ahora quien que no entiende nada soy yo. Solamente vos podés pensar que las cosas no funcionan verdad, solamente vos querés algo distinto.

– No, no es así, yo también te escucho, yo también sé que vos no estás bien y que estemos así te hace peor. Por eso quería esto, por nosotros, pero vos…

– ¿Pero yo que?, si quien está más cerca de la puerta sos vos. Estírate un poco, a ver, capaz que la cadena te alcanza y podes atravesarla, así no vas a tener la necesidad de seguir escuchándome.

– ¿De verdad querés eso?

– ¡No!, vos querés eso, pero te cagas de miedo, eso es lo que pasa.

– Ves, por ese motivo estamos así, vos no sos capaz de escucharme ni un poco. Cualquier cosa que te digo, ahí nomás me atacas, ahí nomás te pones así y yo tengo que aguantarte todo el día y…

– Bueno, no me aguantes más, ahí tenés la puerta, andate.

Aparece una ventana, una mesa hacia un costado. Sus cadenas se alargan.

– Ahí está, vez, ahora seguro llegas a la puerta, ahora seguro vas a poder pasar por ahí.

– ¿Sabes qué?, tenés razón, salgo de aquí, no tengo por qué estar pasando por esto todos los días, me cansé, me hartó esta situación, basta.

– Pero… espera, espera, ¿qué vas a hacer?, no abras, no, espera a que…

– ¿Esperar qué?, siempre es lo mismo, hace rato largo que estamos así, ya no vale la pena seguir intentándolo, qué sentido tiene.

– No, espera, acércate, no seas así, dale, ahora que las cadenas están más largas capaz que nos alcanzamos, vení, dame la mano, no seas así.

– No, mirá, ¡pero escuchame!, aunque quisiera, aunque quisiéramos los dos, no llegamos.

– Pero… ¿y por qué no llegamos?

– No sé, supongo que no lo vamos a averiguar ahora, no así, tal vez sea lo mejor, digo…

– Si, tal vez.

Aparece un piso y un techo, aparece un sillón y una mesa con una televisión. Sus cadenas desaparecen.

– ¿Pensás que vas a encontrar algo mejor, afuera?

– No tengo idea de lo que puedo encontrar.

– ¿Y qué va a pasar con nosotros?

– Tampoco sé, tenemos que hablarlo, supongo, pero no ahora, estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo.

– Y ¿Qué te hace pensar eso?

– Dale, la ironía no hacía falta. Te conozco, con todo y tozudez, sé que podes, que podemos encontrar alguna manera.

– ¿Entonces está decidido?

– Creo que sí.

Aparecen paredes, aparece un reloj y cuadros colgando en ellas, aparece otra puerta y en el fondo una cocina. Ellos se abrazan.

– ¿Por qué no puede ser así siempre?

– Dale, no lo hagamos más largo, es peor, me voy, chau.

– Esta bien, dale, nos vemos… pero… esperá, ¿viste qué hora es?

– ¿No, por?, que tiene si recién son las…

Aparece otra puerta que conduce a un garaje, aparece una biblioteca a medio llenar con libros y con más retratos, aparece un auto en la ventana. Ellos se secan las lágrimas.

– Dale, levantemos las cosas que están tiradas aquí, ¿en qué momento se hizo tan tarde?

– No sé, no sé, ¿y esto a dónde va?, que lio que armamos.

Aparece un baúl con juguetes, aparece otra mesa llena de útiles escolares, tareas a medio hacer y delantales, aparece una mesa ratona y varias sillas pequeñas. Ellos esperan, mirando la puerta, que los niños entren a la casa.

viernes, 15 de enero de 2021

Distopía delivery

– Eh, que haces.

– Hola, que haces.

– Viste lo que dice Pancho, el más viejo del delivery del sexshop, ¿vos sabés como era antes?

– Se, va, algo me contaron, me dicen que antes de nosotros, antes de las motitos y las entregas, la gente si salía de sus casas, iban a trabajar, salían a comer, hacían ejercicio en la plaza, cosas de esa gente.

– Antes de los edificios grandes grandes ¿verdad?

– Se. La cosa es que después salió lo del teletrabajo, y el aula virtual, y las redes sociales, y ya todo lo podían hacer desde las casas y de a poquito dejaron de salir y dejaron de salir más y después ya no salían nunca, solo para hacer las compras y nada más.

– Claro, entonces vino un pícaro e invento lo del delivery.

– Na, ya había delivery antes, solo que éramos los menos. Ahora casi solo estamos nosotros en las calles, y por supuesto los zorros persiguiendo a los truchos.

– Se, esos son unos forros. ¿Te imaginás como era antes?, ¿con colectivos, con autos, con bicis, con más gente en la calle? Ah mirá, te entró un pedido.

– Sí, es verdad, es de anillos de boda. Parece que Pablo, el del edificio grande de la Junín, se casa. Te dejo chango, me voy antes que se arrepienta la novia, nos vemos, suerte.

– Dale, nos vemos, suerte.

# Escrito años antes de la actual cuarentena.

jueves, 14 de enero de 2021

Pésimas decisiones

Te pido disculpas. Sé que es la segunda vez que salimos, que las primeras impresiones siempre son las más importantes, que podría haber planificado mejor esto, pero entendeme, yo ya estoy un poco grande, cargo en mi espalda una vida no privada de excesos, apenas hace poco empecé a cuidar mi salud, a comer más sano y hacer ejercicio, como te conté temprano. Es que justo en esta farmacia tengo descuento con la obra social, y de casualidad la encontramos abierta. Vos viste lo complicado que esta para salir ahora, por ese virus de mierda y la cuarentena y el toque de queda. Yo apenas si salgo a veces a comprar en el barrio o a correr en la canchita de la vuelta, casi nunca salgo al centro, solo en ocasiones especiales, como ahora que había quedado en verme con vos. ¿Entendés por qué no puedo dejar pasar la oportunidad?, me bajo un toque, compro la crema antihemorroidal rapidito y vuelvo, de ahí nos vamos derecho para el telo.

Cosas pasan los jueves en todas partes

Cosas pasan los jueves en todas partes. En todos lados los corazones se encuentran un jueves, la lluvia es más dulce ese día, la luna ilumina con más fulgor. Tus labios son más rojos y tus cachetes se sonrojan más al verme un jueves. Cosas pasan en todas partes pero no nos damos cuenta, no hasta que nos suceden un jueves. Y sucede que era jueves cuando Dios invento el mundo, porque el viernes terminaba la semana y bien se sabe que inventar un mundo es tarea por demás cansadora. Entonces las cosas empezaron un jueves. A concerté empecé justo un jueves. Me tome la libertad de tomarme todo el tiempo del mundo, de jueves a jueves, una acumulación de varios jueves, para volver a verte, y te invité un helado y un café y a ver una película y a dormir juntos un jueves, pero no este jueves, el de la semana que viene quizás, así tuviste todo el tiempo del mundo, de nuevo de jueves a jueves, para rechazar mis muchos mensajes entre semana, mis llamados de media noche medio día media siesta, medio déjame dormir ¡che!, para que al fin un jueves te enamores de mí, de qué sé yo, de mi gusto por escribir, mi manía de pintar las paredes con la palabra jueves, mi acento de jueves francés, y salgamos al fin, un jueves, desde la tarde cine comida helado y son las doce, se termina el jueves. Cosas pasaron este jueves, cosas que no van a pasar un viernes ni un sábado ni nunca más que un jueves, y me vas a esperar el tiempo del mundo, de jueves a jueves otra vez, que el colectivo vuelva a la estación y yo vuelva al mundo en que pasan cosas, cuando vuelva a ser jueves.

sábado, 9 de enero de 2021

Se busca para una relación formal, aventureras abstenerse

En clave de catarsis personal escribo esta entrada para afirmar lo que es una certeza para mí y generalizarlo hacia las masas como ley universal sujeta a todas las contra leyes e interpretaciones que se les ocurra. Listo, después de esta introducción / (barra) lavada de manos pilática procedo a explicar e motivo de la entrada en cuestión que seguramente será menos elaborada que las simples líneas anteriores. De la mano de una posible crisis de los 30 que me niego a reconocer como tal, me encuentro en la situación de búsqueda sin desenlace favorable de pareja sexual / (barra) romántica y de pensamiento abstracto con quien compartir ideas sueltas como esta sin la necesidad de tener que torturar a lectores de este espacio. Por supuesto que en cada cita / (barra) encuentro de cualquier índole expongo mis cualidades analistas e interpretativas de la realidad, desde cualquiera de los aspectos sobre los cuales hice alguna lectura previa alguna vez en estos cortos 30 años de vida, y que me permiten presentarme como un sujeto interesante de conocer en profundidad, buscando de esa manera opacar la falta de ojos de colores o de bíceps bien trabajados en algún gimnasio durante esos mismos cortos 30 años de vida.

No es novedad que a medida que nos hacemos más grandes nos cuesta más relacionarnos. Sobran especulaciones sobre los motivos de este problema, que irían supongo, si alguna vez leo un libro de auto ayuda o análisis de la sociedad posmoderna confirmo esto, irían desde el hecho innegable de que nos volvemos más toscos, y con eso quiero decir menos permisivos sobre las peculiaridades de los demás, y la difícil necesidad de tener que bancarnos esas peculiaridades, también puede tener que ver con una necesidad biológica amplificada por los años que nos llevan, a veces, a tratar de ir con mayor velocidad sobre las etapas típicas de las relaciones, sobre las que tampoco se nada pero que seguramente hay material de lectura. Estos pueden ser motivos validos o no para el lector, lo son para mí y con eso me basta para pasar de este tema.

Lo cierto es que, desde hace un tiempo, que coincide justamente con el inicio de mi tercer decenio de vida, siento que las expectativas en el otro bando en contienda, ese género tan impredecible y único como es el femenino, ya no están puestas tanto en las ideas extrañas que el intento de escritor, tirado a poeta y algo romántico, les pueden transmitir, sino más bien en cuáles son las cualidades laborales / (barra) personales y de pareja, con las que cuenta.

Sería más sencillo entonces, y no tengo problema en hacerlo de este modo, intercambiar currículums vía email antes de la primera entrevista / (barra) encuentro. De esta manera nos ahorraríamos preguntas odiosas como qué haces y qué te gusta. También podemos adjuntarle al currículum los proyectos personales que involucren la futura participación en la empresa / (barra) relación. De esta manera nos evitamos, además, el discurso armado del sueldo y el plazo fijo y la hipoteca, incluidas vacaciones y terrenito en el Cadillal. El currículum ideal debería incluir fotos de cuerpo completo en ropa interior, aquí quiero afirmar que solo podemos decir me gusta después de verla en ropa interior, en las peores trusas de ser posible, esa es el alma desnuda de una persona. Este currículum incluiría gustos con respecto a niños y animales, fobias y alergias y un listado de los alimentos que provocan problemas estomacales y por supuesto el detalle de estos problemas. Un currículum así ahorra al menos una hora de charla vacía de contenido y que, si se prolonga, es solo una señal de que el encuentro no va por buen camino. No estoy a favor de mencionar en el documento gustos sexuales. Los morbos y tabúes deberían permanecer privados la mayor parte de tiempo posible como para asegurar, al menos, los primeros contactos y, además, para demostrar que no soy tan cuadrado respecto a esto, al final de cuentas, hay que dejar algo a la sorpresa.

Interesadas pueden mandar su respectivo currículum al apartado postal indicado al píe de página y aguardar ser contactadas a la brevedad. Aventureras abstenerse.