domingo, 20 de enero de 2013

Adiós

Te digo adiós, pero no te digo adiós a vos que sos una parte de mi vida (aunque me pese a veces, aunque no quiera a veces). Y es que quería de vos aquello que quería para mí, para mi vida que está llena de adioses peores que este. Y no quería, no, que fueras un adiós. Pero me despido, no de vos que planeas verme el sábado a la noche (solo si podés y si querés y no se diga más), que planeas peinarte dejándote ese flequillo suelto que te tapa la frente, que planeas fruncir el ceño cuando trate de explicarte por qué no me entiendo a veces, que planeas acercarte y morderme el cachete, o tal vez no planeas nada, porque tal vez no te vea, porque tal vez esa noche no sea mi ansiada noche, la de los dos. Así es que me despido de la idea de verte cuando quiera verte, me despido de la idea de tenerte a mi lado siempre, me despido de quererte en mi vida, de estar pensándote durante todo el día. Te digo adiós pero no a vos, porque tal vez sí nos veamos, no este sábado ni este domingo, no esta semana o este mes, tal vez nos veamos con el pasar del año, y disfrutemos de la mutua compañía, de la calentura que acompaña al sexo y después al pudor, y después a unos mates y más charla como al comienzo, y saco la moto y me voy, y el cuándo nos volvemos a ver no tendrá respuesta. Entonces diré otro adiós pero no a vos, porque tal vez te vea cuando apremie la necesidad de un abrazo, de una broma tonta al oído, de un mate pero con azúcar, no con chuker. Le digo adiós al fin, adiós a este misterio, así, de esta manera y desde aquí, le digo adiós a este sentimiento, a estas ganas de quererte siempre, de quererte más. Le digo adiós al futuro que se me ocurre podríamos tener, a las peleas que van a surgir, a los momentos gratos juntos, con amigos, solos con nosotros, como novios como amantes como enamorados, le digo adiós a todo eso que quiero con vos, pero me quedo con vos. Me quedo con lo que podemos tener, solo ratos lindos de mate y charla, de juegos, con lo que podemos tener, solo una caricia y un beso y saco la moto y adiós, adiós al sentimiento, adiós corazón adiós.

sábado, 12 de enero de 2013

La amplitud de la horas

En charla de borrachos la realidad se distorsiona, o eso que entendemos por realidad, y cada cual expone una verdad absoluta. Como que la cerveza macha y el vino no da resaca, que machao y niño no mienten, que a la altura uno se apuna y eso lo pone triste, es la “distimia”, dirán doctores igual de borrachos, que sos mi amigo y te quiero como a un hermano, que no fue offside, y si no me crees te podés ir a la puta que te parió. A veces se concuerda, a veces no.

– Para mí se mide como las cuadras, si contás diez tenés un kilómetro – decía con elocuencia de profesor – entonces medís cuanto te llevo, no contar hasta diez ¡estúpido!, sino llegar hasta allá, corriendo o caminando, ahí tenés, es tan grande como diez cuadras a pie o diez cuadras en moto, ahí sería más chico, entonces tenés tiempos grandes y chiquitos – sorbía un vaso más mientras armaba la idea – si decís “voy en un ratito” ¿es un ratito en bici o en colectivo? Porque si vas en bici podés cortar camino por las villas, aunque te pueden chorear, o si decís “me voy a tardar un rato más” qué, ¿te chorearon y venís caminando? – sorbía otro trago. La discusión llevaba horas y lo tenía un poco mareado, al fin se sentó.

– Mirá mirá… ya lo tengo – decía el compañero ocasional de esa noche – es tan chiquito o tan grande como esto – y hacía ademanes con las manos y los dedos – todo depende del ojo con que se mire, ya sea el derecho o el otro, vos me entendés verdad. Como que si vas por la sombra, callao y sin molestar a nadie, llegas más rápido, en cambio si vas por el sol, haciéndote ver, y resulta que sos un reverendo hijo de puta, entonces demoras más y encima transpiras como un condenao, y ahí te das cuenta que pasa despacito despacito despacito. Mientras más despacito, más grande. Y cuando finalmente llegás lo único que tenés para contar son puros quilombos, pero mientras más contás más chiquito se hace – entonces titubeó, algo no encajaba en la teoría. Meditaba distante mientras se servía un poco más – ¡ya está! son tiempos buenos o tiempos malos, según el ojo con que uno lo mire, ya sea el derecho o el otro – concluyó magistral. Él también se sentó y esperó el contra alegato, así la charla duró horas sin llegar a un acuerdo.

En charla de borracho las horas son más amplias a pie, de vereda en vereda en vaivén. Así se tarda más en llegar y a la llegada no hay mucho que contar. Son tiempos malos dirán los que lo ven de afuera, aunque ellos festejan, ríen y se dicen estar contentos, y, como ya se sabe, machao y niño no mienten.