sábado, 30 de abril de 2016

¡Dejá de pensar pingadas!

Y un día, después de haberme escuchado largo rato hablar sobre mis preocupaciones, así me dijo, y su sabiduría me pareció equivalente a la de diez platones.

viernes, 29 de abril de 2016

Necesarias individualidades que nos separan

La comida vegetariana, considerar la cumbia villera música, Dios en todas sus formas, deportes que considero extremos, las películas de Disney, mentiras innecesarias, opiniones sobre adicciones, Arjona, tu vieja, la infancia en la ciudad, distancias de más de un dígito, permanencia de las relaciones pasadas, haber cogido con tu hermana, las novelas de la tarde, el mate amargo, los planes de fin de semana, olores, el miedo al compromiso, la poligamia, que sección del diario leer primero, ideas sobre la continuidad de lo infinito…

miércoles, 27 de abril de 2016

Autoestima vs escritura creativa

Me encuentro en un predicamento respecto a lo que escribo. Releo un cuento que había empezado hace mucho y que dejé pendiente hace menos, sin recordar bien el por qué hasta la mencionada relectura. Lo concreto es que el cuento estaba bastante estructurado en mi cabeza al punto de solo tener que sentarme a escribirlo, lo que hice en su momento, y en su momento lo dejé de hacer también. Y dejé de escribir el cuento porque, mientras estaba en el trabajo de escribirlo, me dejé llevar por las pulsiones de mi imaginario o por las pulsaciones de teclas frente a la computadora y, poco a poco, el cuento fue tomando direcciones que no había tenido en cuenta al diagramarlo. Hasta aquí suena maravilloso, hasta me animo a considerarlo un poco como “escritura creativa”. ¿Cuál es el predicamento?, el cuento alzó vuelo propio y se fue a lugares a los cuales no pretendía ir cuando empecé a escribirlo, a lugares de los cuales no pude salir en su momento, motivo por el cual lo dejé de lado, y que ahora me tienen nuevamente sin poder avanzar. Hasta aquí no es un problema demasiado grave, no involucra demasiado los pormenores de mi personalidad y mi persona, hasta podría decirse que es un problema de donde cortar, donde borrar. Pero esa necesidad profunda que tengo de complicar las cosas, a veces solo para darme qué pensar, me llevó a reflexionar sobre el hecho de la huida. En su momento, cuando el cuento empezó a irse en direcciones imprevistas, cuando me vi fuera del control de lo que el cuento era o pretendía llegar a ser, lejos de lo que había ideado para él, hui. Sin demasiada dificultad dejé el cuento estancado en el punto en que había dejado de escribirlo una noche y no lo volví a retomar, no hasta haber olvidado por completo el motivo por el cual no había terminado de escribirlo, como un vil cobarde hui. Y ahora que releo el cuento y de nuevo me quedo estancado y sin poder avanzar, hasta justifico y doy razón el haber escapado de él. Que aquello que creamos, o que creemos crear, escape de nuestras propias manos, se convierta en algo distinto a lo que imaginamos, tenga sentido e identidad propios, es en extremos un golpe bajo a mi autoestima. El no tener el más mínimo control, ni siquiera de mis propios pensamientos e ideas plasmados en una hoja digital, me asusta, me asusta al punto de abandonar durante meses algo e incluso hasta olvidarlo. Por supuesto que exagero para hacer interesante este texto, sobre el que tengo un mejor control. Al cuento supongo que le sucederá como les sucede a los gatos cuando se hacen mayores, como a los hijos bien criados, como a la comida cuando tiene meses en la heladera, reconocerá su propia existencia y hará lo que el libre albedrío le permita en una sociedad como en la que vivimos. Por mi parte, y a modo de terapia, seguiré tratando de controlar algunos otros factores de mi vida que no sean tan conflictivos. También seguiré escribiendo aquí, en el blog, con la esperanza de hacer la cantidad suficiente de entradas para que no me sea necesario escribir más, pero que aun así sigan apareciendo, se sigan publicando.

miércoles, 13 de abril de 2016

De alguna forma se empieza

Voy a la marcha, camino, coreo los cantitos de protesta y hasta me conozco alguno. Vuelvo a casa, pongo en la tele el programa de baile, frito una mila. Abro una cerveza, me quedo comiendo en el sillón, abro otra cerveza, después otra. Se hacen las dos de la mañana, me agarra el sueño, mañana seguro presentaré certificado, me acuesto. Recuerdo la marcha y me voy a dormir contento, hoy ayudé a cambiar el mundo.

miércoles, 6 de abril de 2016

A los golpes bajos los prefiero literarios

Estoy absoluta y completamente seguro, al mil por ciento, que a los golpes bajos los prefiero literarios. Me refiero a esas ocasiones en que el autor de la obra utiliza los artilugios, líricos y de composición, de una manera tan sutil, que nos entrapa en esa tela de araña de conexiones entre personajes y eventos, y nos transporta a una realidad paralela tan tangible así, que creemos es la nuestra propia. Entonces, al final de la obra, da el golpazo inesperado y sugestivo generando las más variadas reacciones. Sorpresa quizás, asombro a veces, miedo también, o por qué no alegría. Es así que estoy absoluta y completamente seguro, al mil por ciento, que a los golpes bajos los prefiero literarios. Prefiero enterarme, y sorprenderme a la vez, al descubrir que el lector de “Continuidad de los Parques”, de Cortazar, estaba leyendo una novela en la que se relataba su propia muerte, prefiero ese golpe bajo, estoy seguro, a recibir una patada en los huevos.

martes, 5 de abril de 2016

Motivos por los cuales no debería dejar los ansiolíticos

Qué bueno sería volver a épocas más simples, las de la era del fuego. Cuando una lluvia era recibida con alegría, cuando su roció calmaba la sed de la cosecha, y los rayos y los truenos, y el cielo explotando en todas direcciones, eran mensajes de dioses furtivos que hacían reales las historias contadas por los ancianos en la aldea. Ahora la tormenta es solo motivo de apagar todos los aparatos eléctricos de la casa, porque se pueden quemar, y enfrentarte con la cruda realidad de estar desconectado.

Un humilde pedido

Leo blogs de antes del bum de las redes sociales masivas como Facebook, Twitter, Instagram o Youtube. De cuando comunicabas tus ideas o pensamientos en espacios que no estaban colmados de publicidades personalizadas para el usuario entre tema y tema, sin ventanas apareciendo de repente informándote las últimas publicaciones de algún contacto, o hashtag referenciándote sobre lo que está hablando todo el mundo en un momento del día. En esa época, más simple, no tenía un blog, como tengo ahora.

Y leo blogs de la época en que ingresar a un blog y leer su contenido era algo que hacia solo la gente interesada en hacerlo. Porque esperaban que eso que estaba publicado en el blog sea algo interesante, algo divertido, algo profundo, algo con que poder identificarse y disfrutar del rato en que estaban leyendo. Porque esperaban que el interés que ponían en leer las entradas del blog sea justificado. Porque quienes escribían entradas en esos blogs lo hacían desde un compromiso con el lector, desde un compromiso con la palabra escrita, desde un compromiso con el contenido. Ahora, con el bum de las redes sociales masivas como Facebook, Twitter, Instagram o Youtube, todo el mundo siente que debe compartir todo lo que le pasa, sin el mínimo interés por el lector, sin la menor intención de transmitir un mensaje, sin importarle la perpetuidad. Leo blogs de épocas anteriores, épocas en que compartir un mensaje y que ese mensaje llegue a un lector era importante, épocas en que yo no tenía un blog, como tengo ahora.

Así es que leo blogs de antes del bum de las redes sociales masivas como Facebook, Twitter, Instagram o Youtube. De cuando no existía el like, o el corazón, ni siquiera el compartir. De cuando, quienes comentaban en el blog, lo hacían muchas veces sin la mínima ilusión de una respuesta, ni de otros lectores del blog ni del autor mismo. De cuando el comentario respondía a la lectura interesada del contenido de la entrada, de la afiliación a lo que expresaba sumando ideas, o de la contradicción, refutándola con más ideas que llevaban al debate, a interesantes charlas que duraban semanas entre un comentario y otro. Los blogs que leo, de cuando el comentario era un compromiso con el contenido de la entrada y no un intento narcisista de llamar la atención de los masivos lectores de un meme o una publicación pensada, también, para llamar la atención, los blogs que leo son blogs de épocas en que yo no tenía un blog, como tengo ahora.

Y envidio los comentarios de esos blogs. Porque son profundos, porque son perspicaces, porque van a quedar eternamente plasmados en esas viejas entradas. Porque son de una época más simple, en la que quien publicaba en un blog se comprometía con lo que hacía, en la que los lectores opinaban para contribuir, no para aparecer, en la que los comentarios eran importantes y perduraban. Entonces, para el esporádico lector de esta entrada, de todas las publicaciones que aquí se encuentran, tengo un humilde pedido: ¡COMENTEN ALGO EN EL BLOG, MIERDAS!

lunes, 4 de abril de 2016

Necesarias diferencias

Podemos discernir en la política, este país se presta para eso, seguro podemos. Podemos discernir en la religión también, y prometo aceptar tu misticismo saumérico herbal. Podemos discernir en el futbol, y a cada cual con su mitad más uno. Y podemos discernir en el cine, en autores para leer, en los 50 mejores temas de rock, en soda o redondos, en Marvel o DC, en mascotas para el departamento, en el mejor delivery, en que hacer el sábado a la noche, en Manhattan o Annie Hall, en mate o fernet aunque me cueste, en corriente del psicoanálisis, en el contenido racista de la expresión “negro de mierda”, en las muchas formas de hacer el amor, y puedo aceptar algunos juegos extraños también, en la adopción de un niño filipino, en la salsa blanca o la salsa roja, en que vestido te queda mejor para ir al casamiento, en teorías sobre la construcción de las pirámides de Egipto, en si Aquiles y Patroclo eran pareja, en donde ir de vacaciones, en la necesidad del género en la gramática española, en por qué tu hermano no solo es un estúpido sino un homofóbico también, en rosas o margaritas, en cuál es el mejor caballero dorado, en Ilia o Alfonsín, en blues o jazz, y no te acepto que me vengas con lo regional, con ese folclore tuyo, en la conversión de la materia en energía, en las diferentes lecturas del aura que podamos hacer, en hojaldre o bizcochuelo, en la existencia de uno o más infinitos, en zombies vs vampiros, en fin, puedo aceptar que podemos discernir en un montón de cosas más y etc. Lo que no puedo aceptar, lo que no logro aceptar, es que estemos de acuerdo en seguir juntos.

domingo, 3 de abril de 2016

Para una vida más simple absténgase de metáforas

– Hola.

– Hola.

– ¿Qué haces?

– Estoy leyendo algo en la computadora, un artículo muy interesante sobre los tipos de inteligencia, la lógica y la espacial. Supongo que yo podría considerarme que tengo una inteligencia que tiene que ver con el conocimiento de las cosas desde otro punto de vista, como una inteligencia metafórica. Pensaba en que al escribir, cuando estoy así como inspirado y no me andan dando vuelta por la cabeza los problemas de la casa y el trabajo, y claro no es domingo como hoy y no estoy medio melancólico, me salen las mejores ideas para metáforas. El problema es que por lo general las descarto porque siento que son naif, y que alguien que quiere entender y explicar el mundo con metáforas no puede pretender entender y explicar el mundo, porque esas son cosas más propias de las ciencias y de las inteligencias lógicas. Ahí es cuando me pregunto si de verdad tengo esa inteligencia metafórica, que hasta ahora el artículo no menciona, o si en verdad mi inteligencia es lógica. Me ayuda cuando estas ideas me ponen un poco triste, porque de esa tristeza, que suele ser propia de los días en que me pesan la casa y el trabajo, o de los domingos más melancólicos, de esa tristeza suelen salir ideas para metáforas que me gustan más. No creo que sea porque son mejores que las que hago cuando estoy más tranquilo, solo es porque siento que las metáforas tienen que salir de pensamientos impulsados por sentimientos, no de ideas mentales. Igual a veces descarto esas también, por no saber bien si las hice por los sentimientos que me abordaban en ese momento o porque, inconscientemente, me tendí una trampa a mí mismo, y me puse triste adrede, para escribir algo ese día.

– Ah claro.

– ¿Vos que haces?

– Nada, veo tele y me corto las uñas.

No puedo vivir sin...

La respuesta más sencilla, que es la primera que viene a mi mente al leer la pregunta es “no puedo vivir sin un libro para leer, sin música para escuchar, sin algo para ver y entretenerme”, pero lo cierto es que podría vivir sin todo eso. Nada de lo que hago para entretenerme, que suma el escribir y hacer talleres de distinta índole, son cosas por las cuales sufra una ausencia. Creo que la respuesta más honesta, por ser la más cavilada, sería “no puedo vivir sin un propósito”. Como todos, creo, o como muchos al menos, siento que estamos en esta vida, conscientes de que existimos, porque tenemos un objetivo. No estoy infiriendo un sentido místico a la existencia sino más bien uno tangible, mental, sobre el cual basamos nuestras propias vidas. Si estamos en este mundo, y somos conscientes de nuestro estar, tenemos la obligación, o al menos así lo siento, de involucrarnos. Pero no bajo el influjo propio de la corriente cultural en la que estamos inmersos, sino con plena conciencia de donde estamos y por qué, y de qué manera podemos contribuir a mejorar o cambiar aquello que nos parece injusto o insano. Creo que el motivo de pretender dedicarme a la educación tiene que ver con esta idea de contribución al espacio que compartimos. Una de las pocas certezas que expreso cuando me preguntan por qué hago lo que sea que hago suele ser que estoy en la búsqueda de algo, y ese algo es la significación del motivo de encontrarme en este lugar y tiempo, y que el pasar de mi vida no sea insignificante en el transcurso de ese mismo tiempo. Es la búsqueda más común que conozco pero a su vez la más compleja. Supongo que la respuesta completa a la pregunta sería “no puedo vivir sin un objetivo en mi vida, y no puedo dejar de buscar cuál es ese objetivo”.

# el autor aclara que la pregunta fue formulada en una clase de epistemología de la educación de una licenciatura que se encuentra cursando, por ende, el abuso de elocuencia en la respuesta no es más que la búsqueda, al mejor estilo del forro de la clase, de quedar bien con la profe.