domingo, 15 de abril de 2012

Abstinencia emocional

Una querida amiga, hablando por hablar o solo hablando, definiendo sus muchos estados del ser, mencionó, días atrás, que tenía “abstinencia emocional”. Sacando la frase del contexto y tomándola lo más literal que me es posible, encuentro en esa “abstinencia emocional” un posible camino, una posible salida a los planteos existenciales que a veces me atormentan, viajando en colectivo, pensando sobre todo en la ducha o en la calle caminando, donde fuere que me encuentre solo (y a veces en compañía, este asunto de la soledad es cosa de charla), estoy siempre cavilando días pasados o planeando futuros deseados. Las muchas personas que aprecio, y las que no tanto, tienen su espacio en mis ideas, o en este mismo lugar a veces. Todo esto se debe, así lo creo, al sentir. Ese afecto, ese amor u odio, esa empatía propia de mí, ese “tener en cuenta”, sumado a los planes, sumado a los proyectos, sumados todos a las alegrías y decepciones que me acosan día a día, son el motivo de mi estado, a veces decadente, otras veces luminoso pero pocas veces estable. Y culpo al sentir, a esa experiencia humana única e irracional de sentir todas esas emociones que erizan la piel, que hierven la sangre y denotan tu cara y tus cachetes colorados, que te hacen saltar y gritar y cantar y querer bailar salsa, que te llevan a levantar la mano para preguntar hasta el cansancio, que te paran frente a un público a leer un cuento de ciencia ficción. Que te emocionan hasta las lágrimas, es ese texto o esa canción, o esa escena de una película, es ese mismo instante cuando sos un pelotudo sentimental que no puede contenerse. Son esas emociones que te movilizan, las que también te paralizan, machacan tu espíritu y hasta el mismo cuerpo físico se resiente, y el estómago duele, y el vacío se siente, aparecen esas metas jamás conquistadas, esas resignaciones autoimpuesta que tanto cuestan a veces, descubrir que algo no es para vos, que no es lo que creías, que no puedes seguir con eso. O está esa realidad que supera ampliamente cualquier ficción, que se presenta en la calle cruda, se muestra así, desnuda, sin filtros de edición, sin un ritmo suave al final del compás, sin metáforas. O está ella, que a veces está y otras veces no está, que juega a que sos de hierro y nada te hiere, ella que lo es todo pero, tal vez, el todo de alguien más. Están esas ausencias, esas personas que, aun hoy vivas, marcaron su sello en tu ser y se marcharon, así nomás, solo se marcharon, vos quedaste queriendo más, queriéndolas aún más. Son todas esas emociones que te hacen un ser sensible, honesto y atento, querible, las que te convierten en un despojo de persona, un zombie nauseabundo caminando por las calles en busca de más emociones que alimenten una necesidad enfermiza, en busca de amor y de odio, en busca de algo que tal vez él tampoco sabes que es, en busca y en soledad. Son esas malditas queridas emociones, que nos hacen quien somos, las que hoy me llevan a escribir esta entrada en el blog, a plantearme si quiero seguir sintiendo así, tan fuerte, tan nítido, con tanto corazón. Sentir para mí es el abandono de todo lo racional, de ese importante instinto de supervivencia que te dice “no lo hagas”, no te emociones con tan poco, no creas eso que te dicen, no esperes tanto de los demás, no la busques porque no te quiere. Sentir es apostar demasiado para, a veces, ganar muy poco, sentir, en demasía, es peligroso, sentir me afecta más de lo que puedo manejar. Tal vez sea la hora de hacer aquello que experimenta mi amiga querida, aunque contradictorio creo que debería sentir esa abstinencia de emociones, esa abstinencia emocional.

viernes, 6 de abril de 2012

La española de Jaime Sabines

La razón por la cual comencé a leer poesía. El motivo por el cual me encanta la tonada de las españolas cuando hablan despacito, suave. Por ella me animé a filmarme leyendo y aunque esté lejos de leer con la pasión de esta mujer, de escribir con la pasión de Jaime Sabines, estoy cada vez más cerca de encontrarme entre esas imágenes, con esas letras.

Primer video - cuento sin título

 Nada más que una manera distinta de mostrar lo que me gusta hacer.

Probando nuevas formas

Para comentar un poco lo que quiero hacer con el blog y lo que espero poder estar posteando es que escribo esta entrada. Hace un tiempo, cuando aún vivía solo, tenía algo de tiempo además de no tener ni Internet ni tele (las grandes distracciones de esta época), pero si la computadora y una camarita. Como quien hace algo un lunes a la noche me decidí por filmarme leyendo algunas cosas que escribía por esos tiempos. Nunca estuvo en el plan mostrar estas filmaciones, solo grabarlas para ver si se entendían y reírme un poco de mis errores. La idea surgió, (como creo que explico en la primera grabación), después de que mi queridísima amiga Claudita me hizo escuchar y ver a una española que leía poemas de Jaime Sabines. La voz de esta mujer y la forma en que los lee enamoran. Pero no es de ella de quien quiero hablar, ni de Jaime tampoco (uno de estos días voy a dedicar una entrada al vídeo en cuestión), sino de la iniciativa. La idea de subir los videos al blog viene de una charla que tuve con Mauri (un personaje de futuras entradas) que me comentó acerca de la importante movida de videoblogs que se está gestando en México y me mostró algunos videos de chicos que como yo tenían una cámara y ganas de mostrar algo sano (para variar de las barbaridades que se ven por estos lares). El mío difícilmente pueda llegar a convertirse en un videoblog por que no es mi idea de espacio de difusión, ni de mis cuentos ni demás cosas que escribo a veces, pero si estoy pensando en realizar nuevas grabaciones de cuentos o de los mismos pensamientos sueltos y subirlos, solo para darle un aire distinto. Para que no se diga que me quedé en el pasado.

Déjà vu

Me paso hoy, como me pasa a veces en esos días en que te pasan cosas, experimentar esa sensación conocida de haber vivido este momento antes. Un déjà vu sin más. Es una vivencia extraña, como ver de nuevo una peli que hace mucho que no veías, conoces las escenas pero no en detalle, sabes que esto que estás haciendo es lo que el guion indicaba pero no estás seguro de cuál será la siguiente toma, hacia donde apuntara la cámara al terminar el acto. Mover esto de lugar, caminar hacia aquel otro, encontrar justo lo que no buscabas y pensar “esto me pasó antes, yo a esto ya lo viví”. No sé qué tanto de cierto hay en los déjà vu, como muchas otras, creo que son solo una sensación, un juego que el inconsciente le hace a nuestra precepción de la realidad, para mantenernos humildes, sin creer que estamos en control de todo cuanto nos rodea (y no es que tenga esa certeza, solo juego con las palabras). Y qué pasa si de verdad creemos que esta sensación, que este acontecimiento familiar, en apariencia ya vivido, es un presagio, es una clara repetición de un evento que de alguna forma modificará tus días venideros, ¿está mal sacar ventaja de esto? Juego con los déjà vu, juego a que son verdaderos recuerdos de vivencias, de un tiempo anterior, cíclico, y trato de recordar que sigue, cual es la próxima escena, que pasaba a continuación en la película que es la vida, juego a recordar o a tratar de recordar cómo sigue la historia. Y me pregunto ¿será este el día en que mis sueños se cumplan?, será el día en que conozca a la mujer de mi vida, en que escriba el cuento más bello, en que una idea brillante me permita alcanzar esa estabilidad económica tan importante, en que mis deseos para con todos los que quiero se cumplan. Juego a tratar de recordar que sigue a continuación para estar preparado, para que esa mágica revelación que me espera a continuación, en la siguiente escena de la película que es la vida, no me tome por sorpresa, no me encuentre colgado en mis mundos y pase de largo, como el tren que pasa y ya no vuelve. Magnifico la importancia de esta sensación casi sin importancia, y endulzo las palabras al contarlo porque es lo que me gusta hacer, y juego con los déjà vu porque es divertido hacerlo, a veces cuando pasa, en esos días en que pasan cosas.

lunes, 2 de abril de 2012

Cuando los sentimientos entorpecen todo

Me pasó por estos días movidos, comenzando la escuela, con la presentación de salsa y algunas novedades académicas importantes, de estar sintiéndome un poquito solo. Dije y repito que, al menos para mí, no es lo mismo estar solo que sentirse solo. Estaba extrañando a esa alguien especial con quien compartir mis recientes alegrías y logros, a quien contarle mis proyectos y perspectivas, etc. etc., la clásica y siempre útil “novia” (promoción sin obligación de compra, no incluye baterías). Traté en este último tiempo con muchas señoritas que se proyectaban como candidatas (o al menos eso creo en el interminable meditar de mis días), pero no había esa coincidencia tan necesaria que me animara a dar el siguiente paso (eso de que el hombre propone). Entre actividades de la escuela, trabajo y pasatiempos creo que me sería difícil además mantener una relación formal con una mujer, es algo de lo que me detiene de volver a intentarlo desde hace tiempo, pero surge esa sensación de soledad que suele provocar cositas en el estómago y entonces me pregunto “podría ser que…” (pienso, pienso, pienso y lo re pienso). Entablé una buena amistad con una mujer por estos días (o al menos la estoy entablando), apenas nos conocemos hace unos meses pero hay historias, risas y preocupaciones por el otro (eso que hacen a las amistades buenas). Qué decir de ella, es simpática, es bella, es sencilla, es inteligente y animada. No es muy difícil que me pase lo que pasa (o más bien que me suceda como me sucede). Surge una atracción particular por esta bella mujer, distinta del simple gusto de una amistad, que me tiene escribiendo estas palabras de desahogo. Más fácil es decirlo sin pelos en la lengua, mi amiga o futura buena amiga, me empezó a gustar. Son cosas que se dan sin quererlo, su aroma, su voz, su cabello, su andar. La manera en que me llama para preguntarme algo, la sinceridad con que me habla. No quiero parecer un tonto enamorado porque no creo serlo, solo tengo facilidad con las palabras y sensibilidad a los detalles, esto aún no pasó de solo un “me gusta”. El problema es que puede pasar a más, aunque, creo, solo de mi parte. No sería la primera vez que quede prendado de una mujer sin ser correspondido, como dije esto no es algo que se pueda controlar, pero la decepción subsiguiente es un hueso duro de roer y tampoco quiero hacerlo. Esta confesión anónima es sin duda el descargue que necesito para sacarme el peso de este secreto de encima. El necesario desahogo. Lo siguiente, como siempre, será la negación rotunda, el esquivar encuentros (que por suerte ya no van a ser muchos, ambos estamos dejando el ámbito que nos reunía) y el olvidar. Lamento abandonar lo que pudo ser una buena amistad pero, al menos mientras este confundiendo los tantos, lo mejor por ahora es cuidar de mi gata Naomi, dejar de pensar en la soledad de mis días, y sobre todo no confundir la amistad con algo más.