viernes, 26 de febrero de 2021

Trilogía del azar: Gran Premio Batalla de Tucumán

“…ahí se está ubicando el número 9 en partidoras, quedando completa la grilla de 12 a momentos de empezar la carrera y… largaron el “Gran Premio Batalla de Tucumán”. Salen muy juntos los competidores, trata de hacer la delantera rápidamente por el ancho de la pista el 4 “Sensaciones”, viene ganando terreno a la segunda ubicación abierta el 7 “El chino”, en la tercera ubicación viene corriendo el 10 “Longo”, viene ganando terreno y abierto el 2 “Raulcito”, los competidores van a pasar ya la señal indicatoria de los 800 metros y lo viene haciendo siempre en la delantera el número 4 “Sensaciones”, manteniendo ventaja sobre el número 7 “El chino”, arrimándose a la puntera viene ganando terreno desde el fondo el 9 “Tincho”, enfrentan ya los 600 metros y hacen el ingreso al tiro derecho final, cabeza a cabeza el número 4 y el número 9 transitan los últimos 400 metros, el 9 “Tincho” arremete con una embestida lateral al 4 “sensaciones” en un acto nunca antes visto en este deporte, tanto el número 9 como el número 4 caen al suelo haciendo tropezar al 5 al 1 al 11 al 12 al 8 y al 6, los primeros en caer fueron el 2 “Raulcito” y el 7 “El chino” que no se distinguen por haber quedado en medio de la hecatombe equina, solo el número 3 “Boy Scout” y el número 10 “Longo” lograron saltar a los jinetes caídos y continúan con la carrera llegando a los últimos 50 metros, por algún motivo ambos competidores comienzan a mermar la velocidad, deteniéndose momentos antes de cruzar la meta ahora los dos jockey descienden de su montura, se quitan los cascos y comienzan a besarse en la boca de forma desenfrenada, en una clara victoria del amor por sobre todos los premios”.

jueves, 25 de febrero de 2021

Trilogía del azar: la maquinita

Dale, otra vez, en esta sale, no te quedés, si te quedés vas a perder, dale, no seas cagón, ¿qué te cagás?, este juego no es para cagones, una más, en la que sigue sale, dale, dale no te quedés, hace un rato hiciste el doble de eso, ¿qué, ahora te vas a ir?, no seas cagón haceme el favor, si en esta sale, dale que en esta sale…

– Che qué onda, ¿que están mirando todos?

– Ese chabón duplicó nueve veces.

– ¿Y eso es mucho?, yo de esa maquinita no tengo idea, solo vengo a hacer unos tiros a la ruleta.

– Era mucho, más de un millón, pero ahora viene perdiendo.

– Y… ¿por qué no se baja?

– ¿Por qué no se baja?, y no se baja … no se baja porque hay algo primitivo que tenemos adentro, como una fuerza latente que nos empuja tratar de duplicar todo, todo el tiempo, las riquezas, los años que vamos a vivir, la fuerza, las cosas que sabemos. Es todo el tiempo duplicar, crecer, hacer más, ser más, tener más, es una pulsión incontrolable capaz de sacar lo mejor de nosotros mismos en las circunstancias más difíciles, pero que también puede traicionarnos y llevarnos a lo más bajo de nuestra propia existencia. Es la magia de estar vivo, de sentirse vivo y pleno para conseguir eso que tanto anhelas, es energía pura recorriendo todo tu cuerpo al tiempo en que volvés a probar y lo intentas de nuevo, una y otra vez sin descanso sabiendo que detenerse ahora no es una opción y que la fortuna sonríe a los que perseveran porque…

– Bueno dale, ya en serio, es más de un millón, ¿por qué no se baja?

– Y no sé por qué no se baja, porque es un pelotudo supongo, por eso no se baja.

miércoles, 24 de febrero de 2021

Trilogía del azar: rey sale

– Chancho… ¡va!

– No Adrián, estamos jugando al truco.

– Yo pensé que estábamos jugando al chinchón.

– Otro, ustedes son de pelotudos también, no sé cómo los aguanto desde hace tanto tiempo.

– Y, no te queda otra amigo.

El guardia de esa tarde se divertía escuchando el intercambio de los tres reclusos. Le parecía admirable que, a pesar de que los experimentos les dejaban secuelas en el cuerpo, como heridas en la piel y huesos mal formados, los tres se las arreglaban para divertirse jugando con cartas imaginarias, a un juego que solo era posible gracias a la confianza que tenían en la sinceridad del otro.

La alarma sonó anunciando que era hora de otra prueba – ¿a quién le toca? – preguntó el guardia, molesto por que el nuevo experimento iba a realizarse durante su turno.

– Creo que a vos.

– No, a vos.

– Yo fui la vez pasada.

– No, esa no cuenta, si fue como hace un mes.

– Hagamos así, voy a tirar los reyes y al que le salga primero el rey se va con el guardia.

– Bueno dale.

– Dale.

– Sota, dos de oro, cinco de espadas, nueve de oro, caballo…

martes, 23 de febrero de 2021

Historia simple

Vengo a hablarles sobre una historia simple. Esta historia no está cargada de las confusas situaciones que ocasionalmente complican a cualquier lector no ávido de los malos ratos que nos hacen pasar a veces las historias que no son como esta, es decir, que no va a encontrar en estos espacios y en estas líneas las sorpresas que seguramente espera de un escrito que se dice a sí mismo una historia, mucho más tomando en cuenta que desde un primer momento la misma se presenta como simple, que quiero decirle con esto, que lo mejor para usted y para cualquier otro lector ávido de las ya mencionadas historias que tienen eso que está buscando, en fin de cuentas, eso que a lo mejor todos buscamos en las historias con justa razón, eso que esta historia no tiene, bueno eso justamente, eso no va a encontrarlo aquí. Y hasta este punto se preguntará como puedo saber qué es lo que usted está buscando en la historia y como puedo saber que no va a encontrarlo en esta, como puedo estar tan seguro que esta no es justamente la historia que había anhelado encontrar desde hacía tanto tiempo, la que fuera redentora de todas las demás historias leídas a lo largo de sus muchos años de acompañar los días simples con historias complejas alejadas enteramente de la premisa con que se presenta esta historia. El motivo es básicamente porque lo conozco, porque, como una carta confidencial o un mensaje secreto al oído, se exactamente quien es usted y que es lo que quiere y espera de una historia, que tengo por seguro no es lo que va a leer en las líneas a continuación. Lo conozco como me conozco al escribir estas líneas, usted es yo cuando leo, usted es quien quiero que sea al momento que escribo y por eso sé que todo cuanto escriba y lea a continuación será más bien escrito y leído por mí mismo, en esa rueda de entendimientos que es la transmisión de cualquier cosa, aun cuando solo sea una historia simple. Y como es tanto lo que lo conozco, porque soy yo mismo, es que sé que al empezar a escribir esta historia simple, hace tanto tiempo ya, el texto tenía un propósito que hoy fue olvidado, quedando como un escrito suelto más, en una carpeta de escritos incompletos que carecen de sentido, y completado por una necesidad obsesiva de terminar cosas, que llevaron a que esta historia simple no sea siquiera una historia, ni mucho menos simple.

viernes, 19 de febrero de 2021

Colectivo de ensueño

Era uno de esos días de calor, cuando el frio de la mañana no alcanza a neblinear el aire caliente y húmedo del norte, y el colectivo es un horno adentro, y afuera la calle es una parrilla que arde entre manzanas de sol sombra sol sombra, una a una como golpea esa maderita la reja taca taca taca, sol sombra sol por la ventana y yo que, como todas las mañanas, auricular ruidoso en los oídos, vista atenta a todo y todos para no caer en el inevitable…

Sueño de las 7:17

Sobre la fragilidad de las cosas, cosas que en apariencia son grandes y fuertes como edificios blancos, edificios de papel blanco cuadriculado, con cálculos escritos en todas sus hojas que dicen y repiten la dureza de las estructuras, de los grandes monumentos cúbicos o cilíndricos o de cualquier forma que al hombre se le ocurra, destinados a durar por siempre, erigidos como proezas antes inalcanzables, ahora solo el puntapié inicial de algo que se extiende, que se hace grande y ancho y alto, más alto, que rasca el cielo y las nubes y las estrellas ya no son una meta cuando están en la cima y disparan esa flecha que ahora es un misil cayendo sobre el flamable papel que quema una lengua cuando otra diferente suena al compás de help i need some body y te despierta.

Para ver que el colectivo ha avanzado poco y nada, en el tumultuoso embotellamiento que te tiene muy lejos para bajarte, pero lo suficientemente cerca para considerarlo, si es que pronto no nos movemos y cambia el aire que circula adentro, porque el viejo que ahora está parado a tu lado te apoya el bulto en el hombro y tiene un olor somnífero a aca seca e hipoglós que inevitablemente te retrae al…

Sueño de las 7:24

El de querubines de bulto importante que, desnudos, se pasean por filas de pibes donde el nenito, mal ubicado en el orden de altura de la formación, en la que todos ven el mismo izamiento de bandera todos los días, le regala un caramelito media hora a la nenita que promete ese beso tan esperado por los dos desde el día en que empezaron a presumirse y que todos en el grado les cantaban canciones de la novela mexicana Carrusel. Todo, incluso los querubines, comienzan a parecerse a un video de rock de los 80, esos hechos de animación tradicional que siempre estaban cargados de calaveras, volcanes en erupción, y los mismos querubines que ahora, en forma de diablos, empujan a los pibes ya adolescentes a coger sin forro, a compartir jeringa y jugar a lastimarse con un vidrio, con la música de heavy metal sonando fuerte en los auriculares y un zoom de cámara solo posible para dibujos animados, que no para hasta llegar al punto más minúsculo de la punta de la nariz, en el momento justo en que un grano colmado en pus brota, generando un dolor repentino como una picazón de mosquito que te despierta.

Para ver a la gente terminando de bajar en mi parada y de un sobresalto llegar a escapar de esa lata de conservas que es el colectivo, y caminar apurado, casi corriendo, esquivando a ahora a otra gente que te observa fijo a la cara con una seriedad que asusta. Sabrán que voy con lo justo, sabrán que llego tarde para encender el equipo y abrir los mails con los Excels cargados de números fórmulas gráficos enviar recibir para empezar de nuevo con el ciclo de números enviar gráficos fórmulas recibir gráficos gráficos números formulas hasta el inesperado…

Sueño de las 8:45

El de los humanoides con caretas chinas, que en actitud furtiva siguen tu andar por los pasillos de una galería infinita, sosteniendo sus máscaras con sus dos manos grises, máscaras con orificios en los ojos color celeste, que no pestañean con tal de observarte mientras te hundes con cada paso que das, en un suelo blando como el barro, sin un punto de apoyo donde agarrarte, sin una mano que te ayude a salir de esa oscuridad que va cubriendo todo, en la medida que más avanzas y más te hundes. Ya en completa oscuridad, pantallas gigantes se encienden una a una en todas las direcciones, más lejanas y más cercanas, mostrando todas esa estática de televisor de los 90, acompañada del típico ruido de lluvia sobre chapa que recuerda a tu infancia, hasta que empiezan a sintonizarse, también una a una mostrando la dominante imagen del jefe, que mirando directamente a la cámara, y desde la pantalla, mirándome directamente a mí, dice y repite mi apellido a un compás de 4 tiempos con una musicalidad que se escucha como González González González González… González González González González, que inevitablemente te despiertan.

Para pedir disculpas y dar excusas, lavarte la cara y tomar una taza de café, volver a los mails y a los Excels, proyectar dejar tanta rutina y compromisos en el deseado…

Sueño de una vida diferente.

miércoles, 17 de febrero de 2021

¿Vi al viejo después o antes del despido?

Despierto y me encuentro viajando en este colectivo, parece que es el de todos los días aunque no pueda reconocerlo como tal, las caras en los colectivos pueden ser familiares o no. Tendría más suerte si pudiera recordar el paisaje, las calles de la ciudad por las que transito me parecen un poco menos ajenas. Entonces aparece el viejo, tras el vidrio de la ventana, no tan viejo en realidad, un poco parecido a mí, el viejo cruza corriendo por la esquina sin mirar y un auto rojo, que no alcanza a frenar, lo impacta de frente, entonces me duermo.

Ella es tan linda, me gustaría recordar algo más que su nombre, algo más que el motivo por el cual no se molesta cada vez que le pregunto de que trata la película que estamos viendo, donde estamos cenando, que día es hoy. El médico me explicó que el daño podía ser permanente, o al menos así me dijeron que me explicó, muchos, muchas veces, que mis allegados tendrían que tener paciencia conmigo, sin dudas ella la tiene, es tan linda.

El jefe me convoca a su oficina, es por algo. Desde que vi el accidente dice que algo me pasa, que no soy el mismo, que no me puedo concentrar, lo que, tal vez, es lo único bueno de mi condición, lo único que puedo aportarle a este trabajo, y no lo puedo hacer, pero el jefe no lo sabe, estoy concentrado. El jefe va a despedirme, no tengo dudas de ello, pero no me importa. Lo escucho explicarme la situación y como está el país y cosas así, yo lo escucho pero no estoy ahí, al menos no está ahí el yo que él cree que lo escucha. No puedo dejar de pensar en el viejo del accidente, en que es lo que puede hacer correr a una persona de esa manera hacia un auto.

Despierto y estoy frente a la computadora. Una de las ventajas, al parecer, de mi condición, de tener esto que tengo, es que mi consciente funciona en automático. Comienzo una tarea y algo en mi cerebro se organiza de tal manera que no paro, ni siquiera en esos momentos de lucidez en que me veo a mi mismo, en que veo lo que estoy haciendo, en que no me reconozco. Estoy frente a la computadora programando, armando la lógica que permitirá trabajar sobre una base de datos de usuarios de la web de una empresa local. Estoy en mi trabajo ahora, nadie me molesta, nadie me habla, seguramente saben que en estos casos es mejor dejarme así.

Ha pasado mucho tiempo desde que se fue, entiendo que es mucho, pero no tengo grandes certezas de eso. Sé que vengo sintiéndome mal desde entonces, cada vez que despierto está esta molestia en la boca del estómago que me ahoga. La casa da señales de que estoy mal, de que no he sabido superar su ausencia, de que tampoco estoy mejorando. Quisiera poder decirme que todo va a pasar, que debería salir a caminar un poco, perderme en el centro un rato o relajarme en un café y mirar pasar a la gente. Quisiera pero para mí eso es imposible, no puedo contactarme conmigo mismo, no puedo darme una señal de que existo, dejarme una nota, no puedo.

Parece que aprendí a sobrellevar esta enfermedad. De repente descubro que tengo un departamento, o en realidad, alquilo uno. Amigos vienen a visitarme a menudo y me divierto con ellos. Descubro que hay bombachas y remeras en mis cajones, eso puede o no ser una buena señal, no recuerdo cuando me puse tan serio en esta relación. Me descubro corriendo en una plaza del centro, haciendo clases de baile, mirando una serie en un gran televisor. La vida sigue su curso.

Un golpe de suerte inesperado me despierta justo frente al doctor. Lo más tedioso de la explicación parece haber pasado y está contándome que las lagunas ahora van a ser menos frecuentes, que la evolución de la enfermedad es buena y que debería tratar de hacer una vida más normal de aquí en adelante. Me felicita por un trabajo del que no había escuchado hablar aun, me habla sobre su sobrino y un partido de futbol, me recomienda mermar la frecuencia de las pastillas y me saluda calurosamente. A la salida alguien me espera, alcanzo a ver su rostro pero no tengo tiempo de preguntarle su nombre, me duermo.

Baje de peso, no mucho, lo justo. Ahora uso el pelo más corto, la ropa un poco más ajustada, uso cosas como un reloj y un iPad. Seguramente algunos hábitos también cambié porque ya no estoy encontrando latas de cerveza tiradas bajo la mesa del living comedor. Me gusta la biblioteca, me gusta el escritorio también. Me preocupa un poco lo rápido que está cambiando todo en el departamento. Entre siesta y siesta aparecieron una cama de dos plazas, una heladera nueva, más y más ropa en el placar. Me va bien, cuando no me veo.

Cuando finalmente despierto, después de mucho más tiempo del que solía dormir antes, cada vez que sucede, me veo mayor, para ser más directos, me veo más viejo. Entiendo que es lo mejor para los dos, entiendo que mi condición está dejando de ser una condición para él, para pasar a ser solo un mal recuerdo, pero me extraño. Me extraño a mí mismo, a sorprenderme con cada cambio al despertar, extraño a mis amigos en las reuniones, extraño a mi familia, a mi mujer, extraño mucho a mis hijos. Aunque no he podido compartir tanto con todos ellos, he aprendido a disimular mi condición para no asustarlos y poder disfrutar el corto tiempo en que los veo. Siento esa cosquilla en el estómago cuando estoy con ellos, es algo que me gustaría sentir todo el tiempo, pero inevitablemente tengo que dormir, darle lugar a él.

Ella es tan linda. No sé bien cuando se lo propuse, pero veo su sonrisa al mirar el anillo y no puedo dejar de imaginarme como fue. Estamos de mudanza ahora, estamos dejando el departamento para ocupar una casa un poco alejada del centro, pero que tiene más habitaciones y hasta un fondo con jardín. Tenemos planes, grades planes para esa casa y para nuestro futuro. Respecto al trabajo, solo voy a tener que levantarme un poco más temprano, tomar el colectivo, caminar algunas cuadras, nada del otro mundo.

Paso tanto tiempo de la última vez que desperté, que ya ni siquiera intento comprender donde estoy y por qué. La ropa, la mañana, el ritmo cardíaco, seguramente salí a correr temprano. Ahora solo lo dejo continuar, en automático, aunque sé que puedo controlarlo un poco, sé que puedo impulsarlo a hacer cosas que quizás él no haría, pero hace mucho que desistí de todo eso. Entonces aparece el joven, en el colectivo yendo a trabajar, no tan joven en realidad, un poco parecido a mí. El joven tal vez sea como yo, tal vez acaba de despertar, tal vez no sabe cómo manejar esta condición. Impulso este viejo cuerpo hacia él, hacia el joven, hacia el colectivo, corro con las pocas fuerzas que nos quedan y no veo el auto rojo al cruzar la calle, entonces me duermo.

¿Vi al joven después o antes del despido?

viernes, 12 de febrero de 2021

Cada vez más gente se está dedicando a la locura

Y no lo digo yo solamente, las estadísticas indican que la mejor salida a cualquier situación conflictiva es un quiebre de cabeza de unos 22 grados a la izquierda y a otra cosa. No es normal que la gente normal que vive una vida normal con un trabajo normal una esposa normal e hijos igual de rompe pelotas que los quiero dar contra la pared a veces y no me hagan acordar de anoche por qué... En fin, un pasar normal en un mundo de normales mortales, no, no es normal que esa gente opte por el camino de lo no normal, cuando lo normal sería morirse ahí nomás y que sigamos igual de hasta las manos o peor que cuando nos daban contra la pared. Pasa que ahora todo pasa según el lugar de la vereda en el que estás parado cuando lleva la corriente que lo inunda todo, es decir, si hiciste la del mártir que la pelea abajo dando al abdomen primero, un Jack otro Jack otro Jack, y a las costillas y después a la cara derecha derecha derecha derecha, siempre por derecha y viene uno que solo tuvo que aguantar verte cansado y calzado, para meterse con vos y todo lo que sos y todo lo que tenés y como el agua se lleva todo mientras ese otro hijo de puta te mira del frente y arriba en la altura. La salida que te queda es más bien una entrada y te dicen que entrá si queré y salí si podé. Pero la sustancia no abunda y los rezagados de días que son meses de extrañarla pero así es María, tan caliente y fría, pero es venenos si te quieres enamorar, esos rezagados ya parecen locos o rabiosos u outsider o chlochard o no se portugués ni tampoco las otras dos palabras que leí en una novela de Cortázar, creo, cuando estaba tan cuerdo como para pretender entender la locura. Eso no son amigos dice la viejita que no sabe que esto no nos debería estar pasando por que en la escuela no le enseñaron que algunos poco y otros un montón, o le enseñaron a repetir de memoria las capitales de Europa y yo me las sabia a todas París, Madrid, Atenas, Roma y si vieras como me las sabía, 10 tenía en toda la libreta 10, o le enseñaron a no enojarse o a enojarse para adentro o a no saber enojarse más que conmigo porque buscá laburo, te la pasas todo el día metido con ese celular y a la noche a qué hora volvés, encima que andás con esos que no son amigos. Pero de todo eso no queda más que el recuerdo o un recuerdo o un entrevero de cosas que vi en la tele antes de que la vendieran, en el celular antes de que lo vendiera, en la casa antes de que la vendieran, un recuerdo que es invento para decir que todo tiempo pasado fue mejor, pero el frio de ahora en el semáforo es igual de frio que cuando no teníamos colchas, que cuando no teníamos plata, que cuando no teníamos donde caernos muertos que es otro invento porque si te caes muerto te caes en el suelo por que ya estas muertos y los piernitas en el semáforo se ríen y te dicen no seas boludo y te dicen preguntale a ese y te dicen vos mojale el vidrio igual que alguno va floja. Juntando entre todos alcanza para la mila, para la birra y para el paco, pero birra le dicen los chetos y los piernitas se preguntan qué hago yo ahí con todas las cosas que tengo en el mate, que debería ir a buscar laburo en un banco o en un kiosco o en un bar que para ellos es más o menos lo mismo o más o menos mejor, o que le dé para adelante con eso de los locos por que puedo llegar a levantar como la Gertru que no anda mojada cuando hace frío, se la pasa diciendo boludeces y levanta a dos manos en el semáforo de la Mitre, y me asusto al pensar que tan mala idea no es, que puedo hablar rápido y que recuerdo algunos pasajes de libros y películas para decir fuerte y que igual nadie se dar vuelta a mirar a un loco que no sea para congraciar su locura o tirarle unos pesos, eso quiero, que no me vean o que me ignoren pero que expíen su culpa como hacen en la iglesia o cuando donan para salvar ballenas en el Atlántico o gallinas en Santiago no me importa, que expíen esa culpa de que les haya ido mejor con una familia a la que le alcanzó para pagar la universidad, a unos amigos que no se evaden con paco para evitar a su propia familia, a una casa que cada tanto no se llena de agua hasta la cintura y después nada podes hacer más que reír porque en un momento así solo se puede reír, pero a vos tampoco te sale. Siempre hay oportunidades para el que quiere, te dicen, pero esa es la mirada del de arriba, porque abajo es un decadencia tras otra hasta que te morís sin saberte decadente, por eso es que decido hacerle caso a los piernitas y largar con esto de la locura antes de que otro avivado se avive y arme el gremio de locos lindos afiliando a todos los de la Mitre, a los de la Sarmiento, a los de la Alem y a todos los que no tienen parada en ninguna avenida, ni obra social, ni colonia de verano, ni paritarias a comienzo de año con cláusula gatillo, aprovecho ahora para juntar con pala porque dentro de poco va a ser pura burocracia y permisos y derechos de autor y ya no va a haber paradas porque cada vez más gente se está dedicando a la locura.

martes, 9 de febrero de 2021

Crítica

…está es la crítica de una historia absurda. Es la historia de un ejército revolucionario que lucha en contra de un enemigo invisible que ataca en forma de gotas de lluvia. Es una historia llena de huecos argumentales y carente de una línea espacio temporal que permita entender hacia donde se dirige la trama. El final atenta contra la lógica y el entendimiento de cualquier lector ávido de historias como esta u otras de mejor calidad y redactadas de forma más coherente, en el cual podemos escuchar una voz en off, que puede o no, ser la de alguno de los personajes o la transmisión de una radio convenientemente armada a partir de las instrucciones de una vieja revista Billiken y partes de juguetes encontradas en la casona de un burdel local. Este final tal vez pueda tener una conexión con las primeras líneas del texto, en lo que podría ser un juego de adivinanzas planteado hacia el lector para poder comprender sobre qué se está hablando en esta obra, pero pierde tales efectos al complicar el mensaje con referencias absurdas durante el desarrollo del relato, que llevan al no reconocimiento de tal finalidad. Los personajes son presentados de forma abrupta solo como Julián, Arnaldo y Domingo, que pertenecen, según lo que se dice en algunas escasas líneas de este texto, a una comunidad greco macedónica de tradición latina arraigada en el seno de la clase media argentina de los años noventa, que por momentos acompaña a la segunda campaña electoral de Menem pero que, tras un giro previsible pero mal orquestado de la trama, pasan repentinamente a pertenecer al ejército revolucionario con base en Misiones, sin explicación alguna, peleando contra un enemigo del que nunca vamos a saber nada pero que ataca en forma de gotas de lluvia radiactivas, en clara imitación a la obra de un reconocido historietista, llevándonos a intuir a partir de este punto que los personajes en realidad nunca fueron lo que se nos dijo que eran en un comienzo. Analía aparece en el grupo para desestabilizarlo, los cuatro amigos reaccionan de forma irracional, cada uno imitando alguno de los “consejos para conquistar mujeres rebeldes” leídos en la revista Hombre del 1 de Marzo del 2005. Pero su aparición no es casual, su llegada es una metáfora sobre cómo un agente externo puede complicar la existencia de un sistema orquestado para funcionar en un ambiente controlado, con una fuerte base en la dependencia de la producción de cada uno de los estamentos. Analía introduce un actor anárquico en la comunidad, convirtiendo a la Nueva Misiones en un fuerte de oposición contra el régimen lluvioso que invade el planeta, generando lo que podría ser el conflicto principal de este texto, hasta que la aparición de un triángulo amoroso entre Analía, un agente retirado de la KGB que se encuentra convenientemente en Argentina para entrenar a un cuerpo paramilitar poco conocido, y el más importante de los 4 amigos, convierten la trama sobre guerrillas posmodernas del relato en una historia de amor y desencuentros bajo el manto de la selva misionera. Ya en la casona, ante la sorpresa del hallazgo de los juguetes y la revista de 100 años atrás, tanto Analía como el traidor revelan su pertenencia a la organización multinacional Paraguas, gestora de la invasión, y se disuelven en agua que se escapa por un desagüe mientras se escucha la voz en off diciendo:

“Todas las señales están presentes, tal vez podamos entender cuál era el propósito primero, la historia y su crítica. La historia vuelve sobre sí misma, haciéndonos creer que...”

viernes, 5 de febrero de 2021

Ella se pasea por el living del departamento en tetas

Salgo de trabajar tarde, consigo subirme al último coche de la línea 107, el recorrido termina cerca de mi casa. Con un poco de suerte en media hora llego, me preparo algo para comer con las sobras del medio día y engancho alguna peli acostado en la cama.

Apoyo la cabeza contra el vidrio de la ventana del colectivo nocturno, observo en los edificios, por encima de los negocios cerrados, esas comunidades que se abren en hileras de departamentos distintos, unos más altos, otros más nuevos, otros olvidados, decadentes. El calor es balcón abierto sobre la avenida, que a esa hora sopla un aire fresco en las alturas, revelando la intimidad de aquellos ocupas, permitiéndome conocer las historias que los humanizan tras tanta vida metropolitana. Puedo ver un mate en una cocina, muy lejos a lo alto, atravesado por años de compañía, la mima yerba, la misma cantidad de azúcar. Como contraparte esta él con la guitarra, soñando ser un rockstar, tocando, no muy fuerte, apuntando el amplificador hacia la calle, tocando, no muy bien, haciendo un solo que es suyo, no muy bueno. Y está ella, que se pasea por el living del departamento en tetas, que disfruta de la soledad de su espacio, de la oscuridad de la noche, de una birra bien helada, de los muchos años de emancipación, de la libertad que significa combatir al patriarcado. Son anónimos en mi mente, visiones fugaces de ensueño, un ejercicio literario en este colectivo nocturno.

Bajo del coche y apresuro el paso por la vereda de los vecinos, voy sacando la llave para poder entrar rápido, los pibes cruzan la calle desde el frente. Los enfrento justo en la entrada, con algo de suerte van a salir corriendo, después de quitarme el celular y la billetera, y voy a poder ponerme a salvo en la casa.

Apoyo la cabeza contra el azulejo del pasillo nocturno, observo la hilera de puertas de departamentos perderse a la distancia, el mío está justo en medio, perspectiva que debe tener cualquier dueño en aquella inmensidad. Al entrar las luces están apagadas, un viento fresco sopla a esa hora en las alturas y se cuela por el balcón abierto, la luz de la calle revela la intimidad de los ocupas, nosotros, y permite conocer la historia que nos humaniza, tras tanta vida metropolitana. El mate en la cocina, a unos pasos de la puerta de entrada, atravesado por años de compañía, la mima yerba, la misma cantidad de azúcar. Como siempre está el flaco del departamento de al lado, sonorizando la noche con la guitarra, soñando ser un rockstar, tocando, no muy fuerte, apuntando el amplificador hacia la calle, tocando, no muy bien, haciendo un solo que es suyo, no muy bueno. Y estás vos, que te paseás por el living del departamento en tetas, que disfrutás de mi respeto por tu espacio, de la oscuridad de la noche, de que compartamos una birra bien helada, de los muchos años de relación, de la libertad que significa combatir con tu pareja al patriarcado. Son reales en mi mente, una alucinación provocada por el traumatismo, el inconsciente funcionando en formas misteriosas.

El exhalar como un soplido me despierta, la sangre en la vereda dibuja la ráfaga del suspiro partiendo de mi rostro, las fuerzas alcanzan para continuar respirando con dificultad. Por la rendija de la puerta veo el blanco incandescente, me olvidé de apagar la luz esta mañana, con algo de suerte van a aplicar los descuentos y no me viene tanto en la factura a fin de mes.

martes, 2 de febrero de 2021

Ojos ciegos

De repente descubro un perfume distinto en su camisa, distinto a cualquiera de los que tengo. Ese olor nauseabundo, lo reconozco, ese perfume, no puede ser, no ese.

Casi los veo. Qué fácil es engañarme, escapándote en noches de excusas típicas, una cena con el jefe, los amigos y amigas de siempre, un “llego tarde amor, no me esperes, mañana te cuento”, escapándote, escapando de mí.

Escapando de nuestras muchas noches en casa cenando, mirando tele hasta tarde, jugando al chinchón, riendo, tomando mates y riendo. ¿Cómo pudiste escaparte de mí?, ¿cómo pudiste?, de mi amor voraz, de noches largas de sábanas mojadas y fulgor, de tu absoluta dependencia, ¿cómo pudiste?

Escapando, como siempre hiciste, como a todos hiciste, a tu padre, a tu hermano, a tu gata Trudy, a tu hija, a tus amantes, siempre escapando.

Y casi los veo. Es el perfume que recorre esta camisa, una imagen clara. Desde el puño hasta el hombro, las caricias se perciben suaves, también la fragancia, por el cuello y el pecho, los besos se impregnan, huellas traviesas por todas partes, luego el abdomen y el aroma que sigue bajando, siempre bajando.

Lo siento en toda la camisa, lugares que rosaron su piel, espacios que ocuparon sus labios, lo siento fuerte, nauseabundo me repugna, ese aroma me repugna, esta camisa, no, no la quiero aquí, tengo que deshacerme de ella, al cesto y que ahí se pierda, al cesto, no la quiero.

Pasan los días, más lo pienso y más lo entiendo, alguien me dijo una vez “la ropa sucia, siempre se lava en casa”.