martes, 2 de marzo de 2021

Extrañas reacciones después de…

La cabeza inclinada entre 19 y 17 grados hacia la izquierda. Los ojos divididos por esa mitad de nariz que es más de lo mismo para ambos lados, pero mirando en direcciones distintas. La cara roja revela la ebullición de un sobresalto o varios, que se suceden en el cuerpo, golpeado por mucha hambre. Los puños cerrados son una revolución para ese mismo cuerpo dormido, con los brazos en alto, simulando sostener el martillo, simulando cruzar la hoz.

El cuerpo duro, como atónito por el fulgor de un final inesperado. La cara tan blanca, tan inundada de matices claros se revela como un sol de media tarde, explotando en medio de la ciudad vecina. Las manos sueltas como resignando un porvenir de vientos huracanados, soltando las riendas de una carga demasiado pesada para una sola vida. Una desazón de suspiro en la postura, que proyecta la mirada sobre el suelo infértil, lagrimea los ojos y recuerda los pendientes del día, había que alimentar a los chanchos, a las 19:45.

Los pies temblorosos como réplicas de derrumbes, escombros golpeando el suelo prohibido. La piel de gallina acompaña el latir de martillo de un corazón libertario. Todo el cuerpo detenido ahí, como admirado en el reflejo de un otro, que es y no es él mismo. Los brazos estirados, abiertos, aparecen llamando al encuentro, al abrazo hermano, en un semblante que podría ser de pibe de 19 o de abuelo de 89, que a pesar de los años y las luchas, puede mantenerse firme como muro, ante la caída de cualquier barrera.

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