miércoles, 17 de febrero de 2021

¿Vi al viejo después o antes del despido?

Despierto y me encuentro viajando en este colectivo, parece que es el de todos los días aunque no pueda reconocerlo como tal, las caras en los colectivos pueden ser familiares o no. Tendría más suerte si pudiera recordar el paisaje, las calles de la ciudad por las que transito me parecen un poco menos ajenas. Entonces aparece el viejo, tras el vidrio de la ventana, no tan viejo en realidad, un poco parecido a mí, el viejo cruza corriendo por la esquina sin mirar y un auto rojo, que no alcanza a frenar, lo impacta de frente, entonces me duermo.

Ella es tan linda, me gustaría recordar algo más que su nombre, algo más que el motivo por el cual no se molesta cada vez que le pregunto de que trata la película que estamos viendo, donde estamos cenando, que día es hoy. El médico me explicó que el daño podía ser permanente, o al menos así me dijeron que me explicó, muchos, muchas veces, que mis allegados tendrían que tener paciencia conmigo, sin dudas ella la tiene, es tan linda.

El jefe me convoca a su oficina, es por algo. Desde que vi el accidente dice que algo me pasa, que no soy el mismo, que no me puedo concentrar, lo que, tal vez, es lo único bueno de mi condición, lo único que puedo aportarle a este trabajo, y no lo puedo hacer, pero el jefe no lo sabe, estoy concentrado. El jefe va a despedirme, no tengo dudas de ello, pero no me importa. Lo escucho explicarme la situación y como está el país y cosas así, yo lo escucho pero no estoy ahí, al menos no está ahí el yo que él cree que lo escucha. No puedo dejar de pensar en el viejo del accidente, en que es lo que puede hacer correr a una persona de esa manera hacia un auto.

Despierto y estoy frente a la computadora. Una de las ventajas, al parecer, de mi condición, de tener esto que tengo, es que mi consciente funciona en automático. Comienzo una tarea y algo en mi cerebro se organiza de tal manera que no paro, ni siquiera en esos momentos de lucidez en que me veo a mi mismo, en que veo lo que estoy haciendo, en que no me reconozco. Estoy frente a la computadora programando, armando la lógica que permitirá trabajar sobre una base de datos de usuarios de la web de una empresa local. Estoy en mi trabajo ahora, nadie me molesta, nadie me habla, seguramente saben que en estos casos es mejor dejarme así.

Ha pasado mucho tiempo desde que se fue, entiendo que es mucho, pero no tengo grandes certezas de eso. Sé que vengo sintiéndome mal desde entonces, cada vez que despierto está esta molestia en la boca del estómago que me ahoga. La casa da señales de que estoy mal, de que no he sabido superar su ausencia, de que tampoco estoy mejorando. Quisiera poder decirme que todo va a pasar, que debería salir a caminar un poco, perderme en el centro un rato o relajarme en un café y mirar pasar a la gente. Quisiera pero para mí eso es imposible, no puedo contactarme conmigo mismo, no puedo darme una señal de que existo, dejarme una nota, no puedo.

Parece que aprendí a sobrellevar esta enfermedad. De repente descubro que tengo un departamento, o en realidad, alquilo uno. Amigos vienen a visitarme a menudo y me divierto con ellos. Descubro que hay bombachas y remeras en mis cajones, eso puede o no ser una buena señal, no recuerdo cuando me puse tan serio en esta relación. Me descubro corriendo en una plaza del centro, haciendo clases de baile, mirando una serie en un gran televisor. La vida sigue su curso.

Un golpe de suerte inesperado me despierta justo frente al doctor. Lo más tedioso de la explicación parece haber pasado y está contándome que las lagunas ahora van a ser menos frecuentes, que la evolución de la enfermedad es buena y que debería tratar de hacer una vida más normal de aquí en adelante. Me felicita por un trabajo del que no había escuchado hablar aun, me habla sobre su sobrino y un partido de futbol, me recomienda mermar la frecuencia de las pastillas y me saluda calurosamente. A la salida alguien me espera, alcanzo a ver su rostro pero no tengo tiempo de preguntarle su nombre, me duermo.

Baje de peso, no mucho, lo justo. Ahora uso el pelo más corto, la ropa un poco más ajustada, uso cosas como un reloj y un iPad. Seguramente algunos hábitos también cambié porque ya no estoy encontrando latas de cerveza tiradas bajo la mesa del living comedor. Me gusta la biblioteca, me gusta el escritorio también. Me preocupa un poco lo rápido que está cambiando todo en el departamento. Entre siesta y siesta aparecieron una cama de dos plazas, una heladera nueva, más y más ropa en el placar. Me va bien, cuando no me veo.

Cuando finalmente despierto, después de mucho más tiempo del que solía dormir antes, cada vez que sucede, me veo mayor, para ser más directos, me veo más viejo. Entiendo que es lo mejor para los dos, entiendo que mi condición está dejando de ser una condición para él, para pasar a ser solo un mal recuerdo, pero me extraño. Me extraño a mí mismo, a sorprenderme con cada cambio al despertar, extraño a mis amigos en las reuniones, extraño a mi familia, a mi mujer, extraño mucho a mis hijos. Aunque no he podido compartir tanto con todos ellos, he aprendido a disimular mi condición para no asustarlos y poder disfrutar el corto tiempo en que los veo. Siento esa cosquilla en el estómago cuando estoy con ellos, es algo que me gustaría sentir todo el tiempo, pero inevitablemente tengo que dormir, darle lugar a él.

Ella es tan linda. No sé bien cuando se lo propuse, pero veo su sonrisa al mirar el anillo y no puedo dejar de imaginarme como fue. Estamos de mudanza ahora, estamos dejando el departamento para ocupar una casa un poco alejada del centro, pero que tiene más habitaciones y hasta un fondo con jardín. Tenemos planes, grades planes para esa casa y para nuestro futuro. Respecto al trabajo, solo voy a tener que levantarme un poco más temprano, tomar el colectivo, caminar algunas cuadras, nada del otro mundo.

Paso tanto tiempo de la última vez que desperté, que ya ni siquiera intento comprender donde estoy y por qué. La ropa, la mañana, el ritmo cardíaco, seguramente salí a correr temprano. Ahora solo lo dejo continuar, en automático, aunque sé que puedo controlarlo un poco, sé que puedo impulsarlo a hacer cosas que quizás él no haría, pero hace mucho que desistí de todo eso. Entonces aparece el joven, en el colectivo yendo a trabajar, no tan joven en realidad, un poco parecido a mí. El joven tal vez sea como yo, tal vez acaba de despertar, tal vez no sabe cómo manejar esta condición. Impulso este viejo cuerpo hacia él, hacia el joven, hacia el colectivo, corro con las pocas fuerzas que nos quedan y no veo el auto rojo al cruzar la calle, entonces me duermo.

¿Vi al joven después o antes del despido?

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