viernes, 19 de febrero de 2021

Colectivo de ensueño

Era uno de esos días de calor, cuando el frio de la mañana no alcanza a neblinear el aire caliente y húmedo del norte, y el colectivo es un horno adentro, y afuera la calle es una parrilla que arde entre manzanas de sol sombra sol sombra, una a una como golpea esa maderita la reja taca taca taca, sol sombra sol por la ventana y yo que, como todas las mañanas, auricular ruidoso en los oídos, vista atenta a todo y todos para no caer en el inevitable…

Sueño de las 7:17

Sobre la fragilidad de las cosas, cosas que en apariencia son grandes y fuertes como edificios blancos, edificios de papel blanco cuadriculado, con cálculos escritos en todas sus hojas que dicen y repiten la dureza de las estructuras, de los grandes monumentos cúbicos o cilíndricos o de cualquier forma que al hombre se le ocurra, destinados a durar por siempre, erigidos como proezas antes inalcanzables, ahora solo el puntapié inicial de algo que se extiende, que se hace grande y ancho y alto, más alto, que rasca el cielo y las nubes y las estrellas ya no son una meta cuando están en la cima y disparan esa flecha que ahora es un misil cayendo sobre el flamable papel que quema una lengua cuando otra diferente suena al compás de help i need some body y te despierta.

Para ver que el colectivo ha avanzado poco y nada, en el tumultuoso embotellamiento que te tiene muy lejos para bajarte, pero lo suficientemente cerca para considerarlo, si es que pronto no nos movemos y cambia el aire que circula adentro, porque el viejo que ahora está parado a tu lado te apoya el bulto en el hombro y tiene un olor somnífero a aca seca e hipoglós que inevitablemente te retrae al…

Sueño de las 7:24

El de querubines de bulto importante que, desnudos, se pasean por filas de pibes donde el nenito, mal ubicado en el orden de altura de la formación, en la que todos ven el mismo izamiento de bandera todos los días, le regala un caramelito media hora a la nenita que promete ese beso tan esperado por los dos desde el día en que empezaron a presumirse y que todos en el grado les cantaban canciones de la novela mexicana Carrusel. Todo, incluso los querubines, comienzan a parecerse a un video de rock de los 80, esos hechos de animación tradicional que siempre estaban cargados de calaveras, volcanes en erupción, y los mismos querubines que ahora, en forma de diablos, empujan a los pibes ya adolescentes a coger sin forro, a compartir jeringa y jugar a lastimarse con un vidrio, con la música de heavy metal sonando fuerte en los auriculares y un zoom de cámara solo posible para dibujos animados, que no para hasta llegar al punto más minúsculo de la punta de la nariz, en el momento justo en que un grano colmado en pus brota, generando un dolor repentino como una picazón de mosquito que te despierta.

Para ver a la gente terminando de bajar en mi parada y de un sobresalto llegar a escapar de esa lata de conservas que es el colectivo, y caminar apurado, casi corriendo, esquivando a ahora a otra gente que te observa fijo a la cara con una seriedad que asusta. Sabrán que voy con lo justo, sabrán que llego tarde para encender el equipo y abrir los mails con los Excels cargados de números fórmulas gráficos enviar recibir para empezar de nuevo con el ciclo de números enviar gráficos fórmulas recibir gráficos gráficos números formulas hasta el inesperado…

Sueño de las 8:45

El de los humanoides con caretas chinas, que en actitud furtiva siguen tu andar por los pasillos de una galería infinita, sosteniendo sus máscaras con sus dos manos grises, máscaras con orificios en los ojos color celeste, que no pestañean con tal de observarte mientras te hundes con cada paso que das, en un suelo blando como el barro, sin un punto de apoyo donde agarrarte, sin una mano que te ayude a salir de esa oscuridad que va cubriendo todo, en la medida que más avanzas y más te hundes. Ya en completa oscuridad, pantallas gigantes se encienden una a una en todas las direcciones, más lejanas y más cercanas, mostrando todas esa estática de televisor de los 90, acompañada del típico ruido de lluvia sobre chapa que recuerda a tu infancia, hasta que empiezan a sintonizarse, también una a una mostrando la dominante imagen del jefe, que mirando directamente a la cámara, y desde la pantalla, mirándome directamente a mí, dice y repite mi apellido a un compás de 4 tiempos con una musicalidad que se escucha como González González González González… González González González González, que inevitablemente te despiertan.

Para pedir disculpas y dar excusas, lavarte la cara y tomar una taza de café, volver a los mails y a los Excels, proyectar dejar tanta rutina y compromisos en el deseado…

Sueño de una vida diferente.

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