viernes, 22 de abril de 2011

El valor de las palabras ¡sos un pelotudo!

Ando un poco preocupado por mi situación laboral en estos días. Sucede que anduve enfermo (estomago primero, el cáncer de mi vida, y después un refrío) y falte un par de días. Suelo ser prolijo con respecto a estas faltas. Recupero las horas y aun esto tengo los certificados del médico (porque de verdad estaba enfermo y cuando estoy enfermo voy siempre al médico). Sucede que este mes es la segunda firma de contrato y me tiene preocupado que no vuelvan a tomarme. La empresa para la que estoy trabajando nos hace firmar contratos para un tiempo específico (2 meses) cumplido ese tiempo ellos deciden si seguís o no en la campaña. Tranquilo impaciente lector que este texto tiene un meollo. Le comentaba a un compañero de laburo este miedo (por no decir cagazo) que tengo de quedar (de nuevo) desempleado (estoy hasta las manos con las deudas y es cuestión de tiempo para que venga el hampa a cortarme las piernas). El pobre flaco me escucho casi toda la jornada hablar de lo mismo. Todo el tiempo me daba aliento con inferencias lógicas de por qué no me iban a correr (hace falta gente, sos nuevo, presentaste los certificados, recuperaste las horas) pero no daba pie con bola. Estaba en esa postura cerrada y pesimista de que se aproximaban mis últimos días de empleado. Finalmente el loco se cansó (y lo entiendo en verdad) se puso serio y me dijo – con todo el ánimo de ofender, Quinteros, ¡sos un pelotudo! ya deja de pensar que te van a correr por que no es así y hace tu laburo bien, nada mas eso.

Me parece que fue la mejor respuesta a mi problema. Dejar de suponer, dejar de temer, dejar de inventarme motivos para que me corran. Si me tiene que dejar sin empleo lo van a hacer y nada cambia que de antemano lo suponga. Tenía que dejar de ser un pelotudo pero me hacía falta que alguien me haga abrir los ojos y darme cuenta de que lo soy. Cuanto valor tiene las palabras ¡sos un pelotudo! en esa sabiduría popular que te da mirar de afuera las preocupaciones de los demás. Y qué falta que hace a veces que alguien te lo diga.

domingo, 17 de abril de 2011

Juegos de azar

Haciendo resumidas cuentas mientras tomaba una ducha en mi casa, preparándome para salir a ver a una querida amiga de mucho tiempo, que vive lejos, y solo la veo un par de veces durante el año, descubrí lo buena que es la amistad que llevamos. Ambos compartimos buenos y malos momentos y la suerte encontró la forma de que nos juntemos al menos a veces, aunque la vida de los dos tomara distintos rumbos hace mucho. Qué buena suerte.

No me gustan los juegos de azar, no me gusta depender de la suerte para estar bien ganando o mal perdiendo, creo que el que quiere puede, y no tiene por qué depender de algo tan ambiguo y abstracto para hacer de este día uno mejor que el anterior. Hablo de amigos y de apuestas, de una vida azarosa.

Y es que lo pensé detenidamente y noté que todo el tiempo estoy apostando. Me creo de esos jugadores compulsivos que donde van entregan todo cuanto tienen en una baraja de cartas que puede no siempre ser la mano ganadora. Puede que no me explique bien. El lector deberá creer que en cada lugar nuevo que visito, por gusto o por azar, demuestro quien soy sin ninguna máscara. Mi humor, mi carácter, mis debilidades y mis fortalezas, mis alegrías y mis tristezas, mi pasado y el futuro que quiero para mí. No oculto ningún as bajo la manga, juego todas mis cartas en la primera mano y sé que no siempre voy a ganar. Hasta ahora me ha funcionado bien.

Porque haciendo resumidas cuentas pude ver que, de cada lugar nuevo que me toco conocer, con sus pros y contras, con las distintas personas que los frecuentan, pude conocer y establecer relaciones amistosas muy buenas. Conocí a grandes hombres y mujeres que hoy son los mejores amigos que la vida me dio. Algunos que no veo hace rato y otros que frecuento siempre, siempre están en mi mente y en mis recuerdos más queridos. Esta es mi mano ganadora.

Los menciono con la sola intención de que se sientan identificados por que para ellos escribo esto. Cronológicamente están esos amigos del barrio que siempre estarán, los amigos de toda la vida. Existió en la primaria ese compañerito con el cual te sentías identificado, con el cual hacías buenas migas, amigo hace mucho que no sé de vos pero siempre te recuerdo. La secundaria con sus anécdotas me presento a mi mejor amiga de siempre, y a ese gran tipo que siempre estuvo para mí y por el cual siempre trate de estar, perdón mi viejo si te falle alguna vez. En la facu, la Tecnológica, aparecen él y ella, dos personajes raros, como yo creo ser, que se entienden tan bien entre ellos que hasta son capaces de entenderme a mí. En salsa aparecen las hermanas bailarinas que siempre me tienen en cuenta en sus aventuras, está esta gran mujer, mi segunda mejor amiga, que conoce tanto y más de mí como yo de ella. Fue en el café donde conocí grandes escritores de un humor más grande aun, hay uno con quien me identifico o admiro, no lo sé, está ese poeta bohemio que entiendo a medias, y hay una que llego hasta mi corazón con sus artimañas mentales. El trabajo me presento a personajes dispares que siempre deben mencionarse, está el polémico en la primera línea con su impronta de querer hacer algo distinto, aún sigo conociendo gente por estos lugares, cada empleo es un mundo de gente que entender. Llego hasta el presente y a mi futura carrera, apenas empiezo a afianzar lazos aquí, ya hice mi apuesta de siempre y vengo ganando, por suerte.

A veces temo que mostrarse tal cual puede resultar en una verdadera tragedia personal. Pero haciendo resumidas cuentas en cada lugar que visité, cada vez que aposté todo, salí ganando más de lo que dejaba. Gané el cariño y comprensión de grandes personas que tienen todo eso de mí. Casi me animo a pensar que mi apuesta, tan osada y arriesgada, es una apuesta segura.

sábado, 9 de abril de 2011

sobre LXXVIII – a

Ir de la mano de tu amada y soltarla para pasar una columna o un poste de luz. Hay un tonto que se enreda con la gente y hasta choca el poste mientras la chica lo mira y ríe. La escena mágica es vista por su servidor desde un colectivo parado esperando el verde del semáforo. Ahora todo es un lindo texto publicado en mi blog.

LXXVIII – a

No cortes la suerte. Como si fuera fácil encontrar a alguien como vos.

Los demonios de la superstición nos atemorizan con sus historias de gatos negros y espejos rotos. Que inocentes somos a veces los que creemos en la pureza de los sentimientos. Qué fácil es mentirnos, y nosotros mismos mentirnos. Todo es tan ambiguo como el pensamiento repentino que motiva mis actos.

No tientes al destino que es frágil y puede romper este lazo. Si acaso no está predicho que te perderé. No seas la idiota que provoca el desencuentro, déjame serlo a mí. Que de hacerlo prefiero recordarte como hoy. Prefiero no tener que recordarte, por tenerte, pero no lo sé, es cuestión de suerte.

Voy a soltar tu mano un momento ahora. Búscame por que estaré ahí atrás, tratando de alcanzarte entre la muchedumbre. No me esperes parada en medio de la calle. No te alejes tanto, no tanto.

Me gusta así. Me gusta el reencuentro. Me gustas tanto que creo en supersticiones absurdas por darte el gusto. Por robarte esa sonrisa que muestras a veces en tus días sonrientes.

No temas si me escuchas golpear la columna de hierro. Si el reflector explota y los vidrios brillan como gotas de agua al caer. Sabrás que soy yo, como siempre, llevándome al mundo por delante en movimientos de sincronizados o torpes, como yo, torpe.

Voy a esquivar todo cuanto pueda y voy a chocar a todos los que sea necesario chocar para permanecer de pie ante vos y tomarte de la mano de nuevo. Vos como siempre reirás hilarante de los tropiezos que acostumbro dar en mi andar por la vida. Porque ahora no es la suerte, solo un tonto predecible intentando evitar que cortes la suerte.

No cortes la suerte. No cortes la suerte que nos unió y ahora me tiene de la mano con vos, caminando por el micro centro. No tientes al destino, no cortes la suerte, como si fuera fácil, como si fuera común, encontrar a alguien como vos.

jueves, 7 de abril de 2011

Amor de primavera

¿Por qué los romances no son como en las películas? Las estúpidas comedias románticas yanquis nos tienen acostumbrados a esas historias de encuentros casuales fortuitos y de enamoramientos rápidos y duraderos. A quién no le gustaría ser el músico rebelde sin causa o quién no fantaseó con ser el introvertido extraño que cruzas a veces. Los lazos en la vida diaria se crean tan lento que aburrirían a cualquier platea.

Muchas veces no es la chica de al lado de la que estás enamorado desde siempre, que viste crecer, ir y venir, de la mano de algún boludo. No es la novia de tu mejor amigo (y espero que nunca lo sea) o alguna princesa o millonaria actriz queriendo conocer a un hombre simple. Simplemente sos vos querida, como soy yo, simples.

Creo que mi fachada de escritor bohemio no alcanza, no con vos (y hasta ahora con nadie). Este intento de seductor nocturno y salsero no me queda (para nada me queda). Creo que ni el intelectual filósofo auto proclamado logra el objetivo. Es simple, soy simple.

Y es que la vida, tan extravagante como se presenta a veces, es más simple de lo que muchos creen. Es construir un futuro empezando desde la primera escena de nuestra historia hasta el impredecible desenlace. Una vida juntos, una ruptura dolorosa, una amistad de esas que son para siempre. Cualquier cosa puede pasarles a dos personas simples en 2 horas de película. Cuanto podría pasarnos en algunos meses o años de relación, o hasta en algunos días, un septiembre aburridos sin nada mejor que hacer decidimos concretar eso que hacen todos en las comedias románticas, se enamoran.

Quien te dice, puede pasar como en las películas y podemos llegar a tener nuestro amor de primavera.

domingo, 3 de abril de 2011

sobre Ernesto Pérez Pascualino y sus cuentos de ciencia-ficción popular

Sin lugar a dudas este es el cuento, de los últimos años, que más me gusto hacer. Se me ocurrió un día en la ducha antes de irme a trabajar. Cuando salí del baño me senté mojado, enajenado a escribir (ese día llegué tarde al trabajo). Cuando lo leí en el café literario a los chicos les gustó mucho y ese mismo día otro escritor, de los que nos reuníamos por entonces, llevo un texto de una temática similar. Todos comentamos que a veces pasaba en el café que uno u otro llevaba un texto que coincidía, en temática o en estilo, con el que había llevado un compañero. Me gusta pensar que era parte de la magia de aquellas reuniones. Concluyo la intro con una idea que tuve hace un tiempo respecto a este cuento. Es que a mí me fascina lo que cuenta, como lo cuenta, el uso de muchos nombres propios, la ubicación geográfica, el final que en nada se relaciona con casi todo el cuento, me gusta mucho. Y como idea pensé que si algún día armo una antología de cuentos, escritos por mí en los últimos años, el nombre de esta tiene que ser Ernesto Pérez Pascualino y sus cuentos de ciencia-ficción popular.

Ernesto Pérez Pascualino y sus cuentos de ciencia-ficción popular

Edmundo Guevara, con el seudónimo de Ernesto Pérez Pascualino, escribió obras tan clásicas de la nueva ciencia-ficción popular que, como era de esperarse, se convirtieron en realidades de la vida cotidiana años después de la muerte del autor, a la edad de ciento treinta y dos años y medio, como él mismo lo había anunciado cien años atrás en su cumpleaños.

Así es que Pascualino, o Pascual como lo llamaban los demás seudónimos de Edmundo Guevara, puede ser considerado no sólo como un autor de excepcional prosa y excelente vocabulario, sino también como un profeta en lo que a tecnología, tendencias y corrientes del pensamiento, refiere. Tal vez por eso su tumba imaginaria, con su ataúd imaginario y su cuerpo también imaginario, es visitada frecuentemente por inventores de lo absurdo, alquimistas y genios locos en problemas, sin nuevas ideas, que ven en su ciencia-ficción, la inspiración que los llevará a descubrimientos e invenciones, por supuesto ya citadas en las innumerables utopías de Pascual.

Pero no se desconcierte, tanto escritores como periodistas, amigos y familiares, imaginarios, visitan la tumba de Pascual en el Cementerio del Norte de la capital tucumana, ciudad natal, no imaginaria, de Edmundo Guevara y sus muchos alias, como Alberto Cozo, Juan Pablo Sánchez, Rodolfo Pena o Aníbal Sandoval entre otros. O los ya difuntos Rolando José Mansilla, Lorenzo Loretto, Abigail Ávila (un tropiezo de Edmundo) y el propio Pascual. Todos enterrados en el Cementerio del Norte en imaginarias tumbas distintas.

De todos ellos siempre el más recordado será Pascual. Sus obras marcaron a más de cuatro generaciones de imaginarios lectores asiduos, que esperaban cada domingo la redacción de su editorial en la sección literaria de un diario local, sumado a otro fantástico cuento de "la nueva ciencia-ficción popular", como él mismo la llamase en su primer editorial. Era una apuesta fuerte que por supuesto tenía sus detractores. Pascual mantenía discusiones en cartas publicadas en la sección de correos con Némesis, llamado así por el propio Pascual porque éste era, propiamente dicho, su némesis (Edmundo nunca fue bueno para inventar nombres). Cartas en las cuales salía a la luz un Pascual distinto del que relata las historias de máquinas futuras, de galaxias lejanas o pociones científicas de variado efecto. Era un Pascual que defendía sus especulaciones como verdadera ciencia, apoyando sus teorías fantásticas en importantes publicaciones tecnológicas y científicas, maximizando a un estado de absoluta necesidad su trabajo como especulador del futuro o lo posible.

Némesis leía fervientemente los cuentos de Pascual y siempre encontraba en ellos el romanticismo y ternura de poetas anteriores a su época, como Lorenzo Loreto o José Mansilla, pero embebidos de una profunda y absoluta soledad y tristeza. Pascual se defendía explicando a éstos como condimentos de la prosa y la propia palabra escrita, apuntando así a lectores más generales y no sólo asiduos a la ciencia-ficción popular, restándole siempre importancia verdadera. Pero Némesis atacaba resaltando la actual soledad del escritor, la falta de amistades no imaginarias y la obsesión compulsiva de dedicar su día completo a la lectura y escritura. Muy en el fondo Némesis tenía buenas intenciones para con Pascual, lo conocía como se conocía a él mismo, y sabía que el desenlace de tal vida nunca era bueno (explicando la temprana muerte de Pascual). Pero éste no comprendía, creía a Némesis como ese resto de conciencia humana, que sólo molestaba cuando se encontraba próximo a alcanzar la máxima expresión de su prosa, la teoría más importante de su existencia, la cúspide de su imaginación, la obra perfecta. Alejándolo de tal magnificencia para devolverlo a un lugar imperfecto y lúgubre, de penas y abandonos no imaginarios.

Muchos agradecen a Némesis la aún vigente existencia de Edmundo Guevara y sus múltiples seudónimos, de su obra total. El propio Edmundo muy en el fondo también lo hace, mas no así Pascual.

Los años y las cartas entre ofensas y agravios menguaron, las publicaciones y editoriales de Pascual se hicieron cada vez menos frecuentes, sus teorías menos realistas y significativas. La decadencia del escritor fue una pena poco común para los lectores imaginarios, que siempre se adaptaban a las nuevas tendencias de Edmundo y aunque, con el receso y aislamiento de Pascual, salieron a la luz otros autores importantes de la talla de Alberto Cozo o Rodolfo Pena, o el discípulo de Pascual llamado Aníbal Sandoval, ninguno de ellos lograría la repercusión o importancia que Pascualino tendría en la vida imaginaria de Edmundo Guevara, ni en sus imaginarios lectores de la nueva ciencia-ficción popular.

Tardaron años en descubrir el motivo de la férrea lucha entre Pascual y Némesis. El motivo del encierro de Pascual era su obsesión particular por encontrar la verdad absoluta del probable, de lo inestable e imperfecto, y transcribirlo en un cuento de ciencia-ficción, perfecto y no imaginario, al que dedicaría cien años y medio, no más que eso, como diría el día de su cumpleaños número treinta y dos. Es el mismo día que Némesis nacería con treinta y dos años para corromper, para contradecir y refutar, para minimizar y descartar cada avance ínfimo de Pascual, como una simple consecuencia de su decisión enfermiza y obsesiva, porque así lo era, empujando a Pascual en cada tropiezo y cada flaqueo, incitando a dejar la casa y el barrio, a correr en su búsqueda. Tardaron años en descubrir que el motivo de la férrea lucha entre Pascual y Némesis era el motivo más simple y común de todos, era la mujer que abandonó a Edmundo Guevara el día de su cumpleaños número treinta y dos.

* del libro Ernesto Pérez Pascualino y sus cuentos de ciencia-ficción popular