domingo, 31 de agosto de 2014

Un lugar, muchos lugares

Un lugar, muchos lugares. Muchos lugares como ese espacio en Catamarca al 800, en que vi encaminada las curiosidades que me movilizaron siempre, que me hicieron querer participar, querer conocer y entender, y querer cambiar. Pero no cambiar para mí, que hasta parece fácil cuando lo pensás, cambiar uno, sin que en verdad lo sea, sino cambiar para los demás, cambiar esa realidad que es tan cruenta, que es tan fría e inescrupulosa a veces, sin ser corpórea, sin ser tangible. Esa realidad a la que no podemos reclamarle nada porque es abstracta, porque es una construcción que hicimos entre todos y hoy nos pesa, cambiar para mí y para los que me rodean esa realidad partiendo de ese lugar en Catamarca al 800, y es que así somos ahí, siempre queriendo cambiar al mundo. Muchos lugares como esa escuela secundaria del recuerdo, a la que volví una vez por un empujoncito de escritor inseguro por parte de esa profesora de lengua, esa vieja mala que tuvo la mala suerte de tener que enseñarnos los tiempos verbales y el plus cuan perfecto y demás, y que entre ejemplos y lecturas me llevo a enamorarme de esto que hago, a no reprimir lo que pienso y digo, a no conformarme con lo que leo, esa escuela secundaria. Que es la misma a la que vuelvo años después para integrar sus líneas, desde lugar distinto, son solo las prácticas, por ahora, pero me hace sentir orgulloso poder ser quien se para al frente de todos a dar la lección nuevamente, el rol es de docente, y aun así sigo aprendiendo en este lugar. Y muchos lugares como el barrio, la "esquina de la vagancia", que nos encontró en tardes interminables con los amigos de toda una vida, tomando una coca cuando alcanzaba, jugando al truco por tincazos o entonando rocanroles con una guitarra prestada que entonó más folclores que años sumábamos nosotros. Ese barrio y esa esquina donde nos sentíamos seguros tanto a la siesta como a las 3 de la mañana, que dejábamos para ir a merendar, a ver dibujos y bañarse para luego salir a hacer lo mismo, que por entonces y con alegría recuerdo que era el equivalente a lo que hoy sería no hacer nada, no en vano era "esquina de la vagancia". Muchos lugares como esa casa a la que llegué un día hace 28 años sin entender mucho de nada, la que hice mi hogar y me acogió como uno más de los miembros de la familia que la habitaba, ese lugar que me vio reír y llorar y cantar y bailar y correr y esconderme y hacer bromas y gritar enojado y romper platos y limpiar lo que rompí y mil cosas más que todo niño como yo hace en su casa, y que seguirá haciendo a pesar de los 28 años y de la madures y todos esos canceres de la imaginación. Porque ese lugar, mi casa, es el que me hizo lo que soy y me hace lo que seré, cuando me vaya si me voy, aunque en verdad nunca me iré. Muchos lugares imposibles de nombrar todos, muchos lugares, un solo lugar, los reúno a todos y los cargo a cuentas a donde voy, de donde algo también me llevaré, y así andaré con muchos lugares a cuestas en un solo lugar. Un lugar, mi corazón, muchos lugares.

sábado, 30 de agosto de 2014

Cosechas lo que siembras

A lo mejor surge solo de una banalidad, pero le da mucho sentido a la frase y a la situación que atravieso un sábado a la noche, frente a la computadora que tengo en frente a diario, sintiendo ese mismo vacío que me invade a veces, que no se llena con militancia, con profesorado, con escribir (perdiendo completamente el sentido de esta entrada), con escuchar música con ver una película con con con, y muchos con más. Y surge de la banalidad de no tener con quien salir, de no tener a donde ir, de que sea sábado a la noche y este parado frente a esa misma computadora, haciendo lo mismo de siempre, sin nada nuevo, pero además, sin nada viejo tampoco. Y donde están, esos viejos amigos que ayer compartían estas mismas canciones, cuando el mate era una cerveza y el blues no parecía tan triste (en sábados de melancolía no es muy recomendable escuchar a Spinetta), esos locos divertidos que invitaban a vivir la vida una noche de sábado, como si fuera que salir y tomar y bailar significará vivir la vida (me disculpo, esa es la melancolía hablando) y esos encuentros casuales que terminan en noches largas de charla y anécdotas y planes de "nos volveremos a ver para..." y más charla y la noche que dejaba de ser tan larga y bla bla bla, no están, no, ya no están. Tiene sentido, de alguna manera me las arregle para alejar a todos de mi alrededor, no resulta difícil tampoco, solo basta con la porción justa de malas excusas, de caras largas y rápidas huidas para que pronto dejen de invitarte, y más tarde dejen de quererte ahí. Victoria debo haber pensado entonces, la verdad es que no lo recuerdo. Y es que estaba demasiado concentrado en quien quería ser, en a donde quería llegar y hasta el por qué (resulta gracioso pensar que pretendía saber el porqué de algo) y hasta tenía las pautas justas para conseguirlo, y hacia allá voy. Porque el que haya decido ponerme a escribir melancólico, un sábado a la noche, no significa que haya dejado de creer todo lo anterior, para nada (convirtiendo a esta entrada en, tal vez, un simple análisis de daños colaterales), solo significa que hago un "cuenta atrás" y miro todo lo que tuve que dejar para alcanzar lo que alcancé y lo que quiero alcanzar después y así, un cuenta atrás sábado melancólico frente al monitor, pensando, tal vez, en la valides de esa vieja frase (el inevitable cierre) "cosechas lo que siembras".

domingo, 10 de agosto de 2014

Como a James Dean

Últimamente ando pensado en James Dean. A mi entender, cultivado con Wikipedia y otros espacios online y sin demasiada investigación, fue un gran actor que en su momento prometía mucho y que tuvo un final trágico, dejando en la crítica y en los actores, y conocedores de cine de Estados Unidos, ese gustito en la boca de haber probado algo y ya no podés disfrutarlo más. Es en esta idea, personal aunque nada innovadora, creo, en la que se centra mi pensamiento. Lo de James Dean fue una tragedia, evitable o no, eso no viene al caso ahora, pero lo que me pregunto, y lo que creo que se preguntan quienes aún lo mencionan, más de 50 años después, es el "¿qué hubiera sido sí?". Al parecer para la crítica y para los actores y conocedores, lo de este actor era tan artístico, tan mágico, tan extraordinario, que aun con solo algunas películas y obras de teatro, su desaparición fue una perdida enorme para el ambiente, por todo lo que pudo y ya no podrá. Y en ese todo lo que pudo es en lo que me quiero concentrar. Pienso que nadie carece de pasión en la vida, ni de una habilidad extraordinaria para algo, lo que sea, como James Dean la tenía, tal vez sin saberlo pero así era para muchos, y aunque son muy pocos los que pueden explotar esas pasiones y esos talentos, creo que todos deberíamos apuntar nuestra existencia hacia eso, en la medida que la realidad nos lo permita, y luchar, luchar para encontrar aquello que nos apasiona, para lo cual somos tan talentosos o más, como lo era James Dean. Y aprender, porque talento no es nacer sabiendo, y sufrirlo, porque la pasión no evita el cansancio o los fracasos, y triunfar, en la medida en que esa victoria nos llene de orgullo y nos lleve a nuevos desafíos, a querer superarnos y volver a luchar. En definitiva encontrar eso que queremos hacer, lo que queremos ser toda la vida, sean una o cien cosas a la vez no importa, pero que sean con pasión, con compromiso y con lucha. Y que no nos pase como a James Dean, no por el trágico final y que críticos piensen lo que pudo ser, como le pasó, sino que vivamos muchos años y en el final de nuestras vidas nosotros seamos nuestros críticos y pensemos en lo que pudimos ser y no fuimos. No sé si al final de mi existencia habrá críticos de profesores de historia y seudo escritores que hagan un análisis de mi carrera y de mi vida, y piensen que en mí hubo un potencial sin explotar y que podría haber llegado a hacer cosas fantásticas, tal vez me esté dando más crédito del que merezco sobre la mirada que puedan tener otros sobre mí, lo que sí sé, y esto lo voy a afirmar aunque tal vez después cambie ese parecer, es que, si ese crítico voy a ser yo, voy a luchar con convicción para no decepcionarlo desde ahora. Y si el trágico final ha de venir, y si los críticos aparecen 50 años después, miren hacia atrás y piensen en mí como en James Dean "todo lo que pudo y no fue", aunque, si puedo elegir, prefiero ser yo el crítico y decir "todo lo que podía y logró".

No sobrevivo a un archivo

Admito muy a mi pesar que no sobrevivo a un archivo. Que tonta la idea de creer, hace mucho y no tanto tiempo, que mis tontas ideas ya estaban formadas en su totalidad. Resulta gracioso pensar, aun ahora que estoy por afirmar algo, que antes de hoy podía afirmar algo, o que mañana podré afirmar otra cosa y así. Soy victima de mis propias seguridades y por primera vez en mi vida, lo afirmo sin la certeza de que sea la primera vez, claro está, por primera vez creo que no está tan mal ser inseguro sobre aquello de lo que estamos mas seguros, de nosotros mismos y lo que pensamos. Por que resulta que la vida sigue desde el momento mismo en que con seguridad decimos "yo digo que..." y cuando menos te diste cuenta dejaste de decir eso, o eso dejo de representarte o, aun más, pensás y decís todo lo contrario. Entonces aparece ese que, como pocos como vos, presta demasiada atención a tus verdades a medias y te dice "pero te acordás que antes vos..." y tu discurso paso a ser la contradicción de algún otro discurso guardado en su archivo de memoria, y al parecer no tan guardado, convenientemente o no, en el tuyo. Y entonces ¿sos una persona sin palabra? ¿alguien en quien no se puede confiar? No che, tampoco es para tanto. Pasa lo que pasa siempre, y esto no es nada nuevo en definitiva, pasa que la gente cambia, que la gente crece, que la gente aprende y descubre y evoluciona y todos los sinónimos que se me ocurran, para bien o para mal, según como se vea y etcétera, y ese cambio crea nuevas ideas con nuevos discursos y en fin de cuentas nunca, afirmo esto con poca convicción por que a lo mejor mas adelante diga lo contrario, nunca podemos mantener el mismo discurso. me paso a mí, y lo admito aquí por que es mi manera de que esos monitores de discursos no puedan sacarme en cara que antes decía esto y ahora aquello. Admito aquí y de antemano que no sobrevivo a un archivo, y afirmo, con la misma poca convicción que antes, para no caer en una recursividad, que nadie puede sobrevivir, y que bueno que así sea. Y es bueno por que a la larga nunca vamos a terminar de conocernos, siempre vamos a tener un nuevo tema de conversación, líos existenciales y no tanto nos van a invadir siempre y la vida va a dejar de ser un constante compro-vendo-tengo, para ser un soy-pienso-digo, que se va a modificar, constantemente o no, en mayor o menor medida, y que si estamos atentos nos va a revelar nuevas formas de entender al otro y entender que, como yo, nadie, creo que nadie o tal vez nadie etcétera, nadie puede sobrevivir a un archivo. Solo me resta esperar y ver si en algún tiempo no publico una entrada diciendo "puedo sobrevivir a un archivo".