martes, 19 de enero de 2021

Alegoriando

Aparece una puerta. Ellos están encadenados al vacío.

– Ahí está, ahí tenés, ¿no era esto lo que estabas esperando, no era esto lo que querías?

– No, no es eso. Vos no entendés nada, vos no me entendés. No es esto lo que estaba esperando que pase, no es esto lo que te dije.

– Ah claro, ahora quien que no entiende nada soy yo. Solamente vos podés pensar que las cosas no funcionan verdad, solamente vos querés algo distinto.

– No, no es así, yo también te escucho, yo también sé que vos no estás bien y que estemos así te hace peor. Por eso quería esto, por nosotros, pero vos…

– ¿Pero yo que?, si quien está más cerca de la puerta sos vos. Estírate un poco, a ver, capaz que la cadena te alcanza y podes atravesarla, así no vas a tener la necesidad de seguir escuchándome.

– ¿De verdad querés eso?

– ¡No!, vos querés eso, pero te cagas de miedo, eso es lo que pasa.

– Ves, por ese motivo estamos así, vos no sos capaz de escucharme ni un poco. Cualquier cosa que te digo, ahí nomás me atacas, ahí nomás te pones así y yo tengo que aguantarte todo el día y…

– Bueno, no me aguantes más, ahí tenés la puerta, andate.

Aparece una ventana, una mesa hacia un costado. Sus cadenas se alargan.

– Ahí está, vez, ahora seguro llegas a la puerta, ahora seguro vas a poder pasar por ahí.

– ¿Sabes qué?, tenés razón, salgo de aquí, no tengo por qué estar pasando por esto todos los días, me cansé, me hartó esta situación, basta.

– Pero… espera, espera, ¿qué vas a hacer?, no abras, no, espera a que…

– ¿Esperar qué?, siempre es lo mismo, hace rato largo que estamos así, ya no vale la pena seguir intentándolo, qué sentido tiene.

– No, espera, acércate, no seas así, dale, ahora que las cadenas están más largas capaz que nos alcanzamos, vení, dame la mano, no seas así.

– No, mirá, ¡pero escuchame!, aunque quisiera, aunque quisiéramos los dos, no llegamos.

– Pero… ¿y por qué no llegamos?

– No sé, supongo que no lo vamos a averiguar ahora, no así, tal vez sea lo mejor, digo…

– Si, tal vez.

Aparece un piso y un techo, aparece un sillón y una mesa con una televisión. Sus cadenas desaparecen.

– ¿Pensás que vas a encontrar algo mejor, afuera?

– No tengo idea de lo que puedo encontrar.

– ¿Y qué va a pasar con nosotros?

– Tampoco sé, tenemos que hablarlo, supongo, pero no ahora, estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo.

– Y ¿Qué te hace pensar eso?

– Dale, la ironía no hacía falta. Te conozco, con todo y tozudez, sé que podes, que podemos encontrar alguna manera.

– ¿Entonces está decidido?

– Creo que sí.

Aparecen paredes, aparece un reloj y cuadros colgando en ellas, aparece otra puerta y en el fondo una cocina. Ellos se abrazan.

– ¿Por qué no puede ser así siempre?

– Dale, no lo hagamos más largo, es peor, me voy, chau.

– Esta bien, dale, nos vemos… pero… esperá, ¿viste qué hora es?

– ¿No, por?, que tiene si recién son las…

Aparece otra puerta que conduce a un garaje, aparece una biblioteca a medio llenar con libros y con más retratos, aparece un auto en la ventana. Ellos se secan las lágrimas.

– Dale, levantemos las cosas que están tiradas aquí, ¿en qué momento se hizo tan tarde?

– No sé, no sé, ¿y esto a dónde va?, que lio que armamos.

Aparece un baúl con juguetes, aparece otra mesa llena de útiles escolares, tareas a medio hacer y delantales, aparece una mesa ratona y varias sillas pequeñas. Ellos esperan, mirando la puerta, que los niños entren a la casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario