– Chancho… ¡va!
– No Adrián, estamos jugando al truco.
– Yo pensé que estábamos jugando al chinchón.
– Otro, ustedes son de pelotudos también, no sé cómo los aguanto desde hace tanto tiempo.
– Y, no te queda otra amigo.
El guardia de esa tarde se divertía escuchando el intercambio de los tres reclusos. Le parecía admirable que, a pesar de que los experimentos les dejaban secuelas en el cuerpo, como heridas en la piel y huesos mal formados, los tres se las arreglaban para divertirse jugando con cartas imaginarias, a un juego que solo era posible gracias a la confianza que tenían en la sinceridad del otro.
La alarma sonó anunciando que era hora de otra prueba – ¿a quién le toca? – preguntó el guardia, molesto por que el nuevo experimento iba a realizarse durante su turno.
– Creo que a vos.
– No, a vos.
– Yo fui la vez pasada.
– No, esa no cuenta, si fue como hace un mes.
– Hagamos así, voy a tirar los reyes y al que le salga primero el rey se va con el guardia.
– Bueno dale.
– Dale.
– Sota, dos de oro, cinco de espadas, nueve de oro, caballo…
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