viernes, 27 de noviembre de 2015

Gracias por venir

Me pasó como cuando me enteré de la muerte del flaco, escuché la noticia del paso de Cerati hacia ningún lugar y simplemente me entristecí. En aquella oportunidad, con Luis, estaba con una amiga sacando fotocopias, en la radio del local sonaba un clásico y poco conocido tema de pescado, lo que me pareció extraño al momento, porque no era de los temas que ponen en la radio. Leí al pasar y sin querer la edición digital de algún diario que estaba leyendo el dueño de la fotocopiadora, fue un balde de agua fría. Como dije, me entristecí, de esa forma rara en que la muerte de un alguien que admiras te puede entristecer. Mi amiga pregunto "¿no habías visto la noticia?, murió, ¿qué tenés, que te pasa?", atiné a responder lo primero que salía de mi cabeza, que considero lo más sincero que pude decir entonces "pasa que ese tipo me acompañó 15 años de mi vida, por eso me pongo así". Sin dudas no lo entendía entonces, pero ahora, con la noticia de Cerati creo que la idea empieza a cerrar.

No me anime a escribir esta entrada antes, porque no quería hacer catarsis por este lugar. Como con el flaco, lloré como un niño la muerte de Gustavo, no es algo que me dejé tirado, la vida sigue con igual normalidad, pero algo más profundo se hilaba en mi interior y sabía que necesitaba extirparlo, charlarlo, quise decir. Hablé con Claudita, sin dudas mi confesora más sideral, a ella le cuento las ideas de viajes espaciales, de espacios oníricos y de tiempos que se cruzan, ella me conoce mucho, y sabe del vuelo que pueden tomar mis teorías esotéricas y las respeta. Le conté a Claudita la anécdota de Spinetta, le conté la gran tristeza que me provocaron ambas muertes, y cuando hubo de preguntarme el por qué, cuando consiguió que yo mismo me pregunte ese por qué, algo así escapo de mi mente:

"Me pasa como me pasó con el flaco, creo, o sea, no es solo que este tipo o aquel tipo, con su música, con sus canciones, con sus letras me acompañaron estos años. No puedo considerarlos amigos, nunca hubo un feedback entre ellos y yo, nunca supieron ni sabrán nada de mí como yo, ahora que lo pienso, tampoco sé mucho de ellos. Era lo que hacían, creo, y de eso que hacían, la interpretación que yo hacía de ello. No sé cómo explicarte. Es la manera en que me conecto con un artista, es eso de interpretar un mensaje, aunque este bien claro el significado, de apropiarme de ese mensaje y darle mi valor y mi entender, y contento con eso, sentir que aquello que cuentan, eso que quiero entender que cuentan, es tan grandioso como el arte mismo. Los cuentos y las poesías, la música, las películas, todas esas formas de contar algo me llegan de tantas maneras distintas que siento que tengo que conocer todo, que quiero experimentar esa magia constantemente. Si pienso en Cerati en particular, y hago cuentas de cuanto a participado su arte en mi vida, descubro que un día salí corriendo del Ateneo porque no quería descubrir a quien le canta Cerati, como conté una vez en mi blog, y resulta que con Adiós di música a otra de las entradas del blog, una de esas entradas de catarsis con las que esperaba aliviar alguna pena pasada, y el tema venía como anillo al dedo, y así también esta Déjà vu en el blog, y Luci, un cuento de mi primer libro que se inspira en el último tema del ultimo cd que nos dejó Gustavo. Entonces, no sé si se entiende, lo que ellos hacían y todo lo que significaba para mí, y que ya no va a estar más, eso me entristece, más que la muerte, más que el recuerdo, todo lo que pudieron hacer, por mí, por vos y por un montón de personas más que disfrutaban de escucharlos, y que ya no van a poder hacerlo más, eso es lo que me entristece. No lo que fue, por que la muerte es el peldaño que marca el último paso, el que tarde o temprano vamos a dar todos, y aquello que hiciste o fuiste antes de morir es tu cúspide, el máximo que alcanzaste, pero no de esa manera el máximo que pudiste alcanzar, y eso es lo que me entristece, no lo que fue, sino lo que pudo haber sido y ya no va a ser nunca más".

Claudita me entendía aun cuando, durante el monologo, ni yo mismo me entendía, y compartía mi tristeza por perdernos de todo aquello que nos pudieron hacer sentir esos dos grandes, y los muchos otros que ya no están, y me prometía, como yo a ella, intentar ser lo mejor que podamos en el tiempo que nos queda, y hacer del paso de los demás por nuestras vidas la alegría que nos es regalada por Gustavo y Luis.

Pequeñas renuncias

Qué triste se me hacía antes pensar en las renuncias, en esas desilusiones de no haber alcanzado aquello que soñabas o querías o pensabas que estaban a tu alcance y no, nada está al alcance de nadie cuando eso depende de alguien más que de uno mismo, así apostamos, mas inconscientes que nunca, a alcanzar esas metas que en verdad son tan normales, como llegar a ese matrimonio parecido al que, si tuviste suerte, te crió, o ese empleo para el cual crees ser el más capacitado pero que hoy es ocupado por alguien más, o esa paternidad que deseaste tanto y aun no se presenta ante vos por el solo hecho de entenderla como algo tan importante como complicado, el ser responsable de tus actos siempre es un freno. Entonces hacés el resumen típico del ser pensante y te encontrás con que no eres, aun, si es que lo serás algún día, ni un mínimo la persona que imaginaste hace 10 años quizás, cuando el plan estaba tan bien entramado que solo tenías que salir en busca de todo aquello. Entonces, y a pesar de los intentos, que no fueron pocos, que no faltaron de pasión, que no dejaron de ser sinónimos de verdadera entrega, entonces encontrás que no eres ni cerca quien pensabas que serias, que el tiempo de proyectarte de esa manera posiblemente este expirado, y que no tienes ganas de volver a pasar por todo eso. De volver a pasar por un amor pasional, de esos de los que las comedias románticas y la música pop nos hartaron durante décadas, o las baladas rock en mi caso, de trabajar por monedas de eso que te gusta ¿hasta qué punto está sobre valuada la estabilidad económica?, hoy me parece que renegué demasiado, cuando joven, de las comodidades del pequeño burgués, del sueño inalterable de la paternidad, tal vez mi norte más claro en esta vida y a la vez el más distante, ¿hasta qué punto de verdad deseo aquello?, y de desearlo tanto ¿por qué llevo tanto tiempo sin concretarlo?, ¿por qué me cuestiono hoy algo que esta tan arraigado en mi desde siempre? Es un cambio, tal vez, en la concepción de las renuncias, en la interpretación propia de lo que me haría feliz según un sueño de un nene de 20 años que veía en modelos ideales el camino a la vida ideal, entender que renunciar a cosas que están lejos del alcance no es perder contra la vida a la que jamás le ganaremos, que los proyectos se modifican, que las situaciones diversas requieren de nuevas expectativas, que alcanzar un objetivo, por más pequeño que sea, es una victoria sin que esto signifique dejar las renuncias, que siempre son muchas, para alcanzar nuevos objetivos, que pensar en esto solo me proyecta, por mucho que trate de no proyectar, a un lugar ahora desconocido, hacia el cual voy inevitablemente, renunciando a lo que creía que quería, en busca de lo que no se si quiero para mí.

Solo un poco solo

Hace unos días me encontré enseñando a disfrutar de la soledad. Parece un poco hipócrita que yo aliente el pasar en soledad a alguien, que le explique de qué manera disfrutar de esos momentos, cuando suelo penarla. Al tirar ideas como poner algo de música, prepararse algún postre rico, ordenar cosas que siempre tenemos desordenadas en algún lugar de la casa, hacerse un mimo de esos que te hacen más lindo ante los demás, la aconsejada en cuestión era una señorita, como un baño de crema o algo de eso de lo que poco sé o cosas por el estilo, me descubrí como un hombre más solitario de lo que me concebía. A pesar de ser bastante social en general, de considerarme una de esas personas que tienen algunas ideas y que por sobre todo tienen ganas de contarlas, a pesar de la militancia y las clases de baile y las reuniones con amigos y demás, a pesar de eso soy un hombre solitario. Y resulta que aquello que solía penar, y aun me tiene acongojado a veces, es parte de quien soy, parte de una inconsciente versión de mi persona que inventé para estar a gusto a pesar de todo aquello que hago y que implica a los demás. Porque está presente en todo momento, cuando nadie se da cuenta o se dan cuenta y me preguntan ¿qué te pasa?, y yo sin mentirles les digo que no me pasa nada, porque no puedo ni sé cómo explicarles que solo estoy siendo yo conmigo mismo, que esto es lo que está detrás del tipo social que hace de todo, y que hasta en momentos como éste, reunido en un bar con amigos, se ve en la necesidad de estar solo con sus ideas, con sus reflexiones y con esa versión de sí mismo que inventó, detrás del celular, escribiendo esta entrada.

Tito no dejes esa porqueria

Tuve la fortuna hace unos meses de volver a ver a la banda de mi infancia, entre mucho o poco que escuché y sigo escuchando en materia musical en la actualidad, la Bersuit es y será la banda que más quise y querré siempre. Ir a sus shows, una vez al año, con suerte cuando venían, era una experiencia de liberación, de fiesta, de encuentro y de alegría. Eran un escape a la vida monótona de la ciudad, de la clase media baja que vivía con lo justo, del encierro que es a veces los libros y el cine y escribir. Entonces me encontraba ante aquella libertad de música y letras denunciantes y malas palabras y gente transpirada saltando y cantando al unísono y todas esas cosas que hacían al ritual algo único para mí. Una noche al año dejábamos salir al demonio de lo simple, lo prohibido, lo mundano y onírico. Era increíble. Pero el tiempo pasó para ellos y para mí, ellos se separaron y yo me volví un poco mayor y mucho menos soñador, para tristeza de mis muchos proyectos interestelares. Seguí yendo a sus recitales y a los de otras bandas pero a verlos un poco desde lejos, un poco más tranquilo y con miedo de entonar muy fuerte las letras, casi sin saltar y cuidándome de no golpearme ni golpear a nadie. Algo había madurado en mí y tal vez en ellos también, ahora sin Cordera, sonando parejito, entonando esos viejos clásicos prolijamente. Algo faltaba en mí y en ellos. Las cosas cambian. Pero incluso lo que cambia tiene raíces reconocibles que estarán vigentes siempre. Eso que nos hizo lo que somos es imposible de esquivar, por mucho que el tiempo pase y que cambiemos siempre estará presente. Y en ellos y en mi aún estaba ahí. Lo noté cuando Tito entonó su porteño de ley, esa cumbia rockera a lo Palito Ortega llena de energía, de lunfardos tangueros y sonidos eléctricos, me descubrí saltando como un loco, como en todos los clásicos que sonaron esa noche, pero también lo descubrí a él, saltando como un loco, corriendo de lado a lado, gritando las letras, prolongando esos solos, tirado en el suelo dando vueltas, incitando al público, escupiendo saliva, delirando, volando. Eso era lo que quería, eso era Bersuit, una fiesta de tetas, de lágrimas, de sudor, de frenesí, de saliva. de barbas, de pijamas, de saltos, de desnudes, de alcohol, de golpes, de sonrisas, de magia, de amor. No sé bien que fue lo que pasó esa noche, durante ese trance, solo sé que volví muchos años atrás, a reencontrarme, gracias a Tito, con un algo que creí perdido en mí y en ellos, y aunque es inevitable cambiar, volver a ser en lo que me convertí, voy a ir en contra de la canción esta vez y a pedirte, Tito, no dejes esa porquería.