domingo, 9 de octubre de 2022

El olor de mamá

Cuando la olimos a mamá, Matías y yo, era evidente había cobrado el sueldito que le daba la doctora por limpiar el consultorio los martes y jueves. Esto lo sé, porque varias veces, al salir de la escuela, caminábamos las diez cuadras hasta la dentista y la esperábamos a que termine de pasar el trapo de piso fragancia a lavanda. Era evidente que había cobrado, porque en el cuello se respiraba Intense de Monic. Seguimos oliéndola esa mañana, con la intensión de saber que le pasó, por qué estaba tirada en el suelo, por qué no se levantaba. Mamá respiraba. Su aliento tenía un dejo de ajo, de salsa de tomates con albóndigas de carne y… no, más bien era salsa boloñesa. Mamá había comido. Sus manos jóvenes esa vez estaban arrugadas, como sus manos viejas, blancas de más y un poco ásperas, era lo único que nos sugería que podían estar muertas, pero estaban cálidas e irradiaban lavandina con tanta fuerza que nos hacía ceñir la cara. Mamá estuvo trabajando. En la panza tenía olor a miércoles, me dijo Matías mientras la abrazaba y la llamaba sollozando “mamá, mamá… mamá”, sin poder hacerla reaccionar, hoy era viernes. Mamá llevaba varios días sin bañarse. En los pies llevaba puestas unas chancletas que solía usar en casa, no en el consultorio, tenía las uñas pintadas color tierra, el espacio entre los dedos con humedad de bache, los tobillos con mugre de muchas cuadras, con solo apoyar mi nariz sobre ellos sentía el sabor a barrio. Mamá vino caminando.

Disculpe señor, pero eso que me cuenta pasó hace 20 años, ¿Qué tiene que ver con el estado actual de su madre?

Es que esa no fue la primera vez que olvidó tomar la pastilla, pero si la primera vez que perdió el conocimiento.

Lo llamé a Matías para avisarle que había encontrado tirada a mamá. Me preguntó si estaba otra vez en la placita, donde hicieron el altar para la virgencita desatanudos, le dije que no, que estaba de camino al consultorio. Me preguntó si respiraba, le dije que apenas. Le conté que la enfermera le había dado puré de zapallo y una presita de pollo, pero unas migas verdes entre los dientes me hicieron darme cuenta de mi error. Mamá comió puré de batata. Tenía las manos mojadas con un agua espesa, salada al tacto, con fragancia a hospital público, unas cuadras atrás había encontrado la aguja y la bolsita. Mamá se sacó el suero. Tenía panza de mujer adulta mayor, con el pupo hundido, oscuro y acuoso hacia el fondo, con una aureola negra seca hacia afuera, que me hacía picar la nariz, ese jugo se había acumulado y vuelto rancio. Mamá llevaba varios días sin dejar que la enfermera la bañe. Tenía los pies lastimados, en una mezcla de rojo, marrón y verde, unas sandalias de barro seco habían dejado huellas en la vereda antes del desmayo, emanaban el hedor de las cascaras de banana descompuestas, uno de eso olores que quedan grabados en el entrecejo y después se saborean en la lengua. Mamá no quería usar el talco con ácido bórico que le dejé a la enfermera. Una última fragancia llamó mi atención en su cuello, una que difería completamente de las otras, entonces me di cuenta, llamé de nuevo a Matías para avisarle que había dejado de respirar. Mamá seguía usando Intense de Monic.

Disculpe señor… le soy honesto, no entiendo por qué me cuenta todo eso.

Es que fue en ese momento en el que se me ocurrió cómo quería velarla.

Traje todo. Quiero que huela a pata, así que mezclé cascara de naranja, manzana y banana, y las dejé a la intemperie durante tres días. Usted vea cómo soluciona el asunto de los mosquitos. Matías va a traer unos ñoquis con salsa roja que hizo su esposa, la receta es de mamá y le salen muy parecidos. Podemos ponerle unos cuantos, en la boca, y le movemos la mandíbula para que los mastique. Traje el detergente, de la misma marca barata que compraban en el consultorio, vamos a rociarle un poco en cada mano, pero solo un poco, no quiero que opaque todo lo demás. Para esto vamos a necesitar guantes, este detergente te destruye la piel. Encontré una botella medio vacía de Intense en el botiquín del baño, hacemos una o dos descargas, el que se acerque a besarla lo va a notar. En el salón velatorio no tiene que haber aromatizantes. Y traje estas flores, gardenias, rosas, lirios y peonias, las vamos a poner a los costados del vientre, así olía mamá cuando la abrazaba de chiquito, cuando volvía del vivero, los miércoles.

lunes, 8 de agosto de 2022

Star Trek

La primera vez que lo vi llevaba puesto un traje espacial. Era un explorador de otro mundo, que incursionaba por primera vez en el jardín de mi planeta. Con timidez, al principio, observaba en dirección a la casa desde atrás de le mesa del quincho. Por los platos en el suelo y el freezer abierto, podía adivinar que llevaba un buen rato reconociendo el terreno. Quise acercarme, pero al ver que se asustaba me detuve. Conteniendo los pasos me acerqué a la reposera junto a la pileta, y ahí me quedé esperándolo.

Tenía un casco de caja de Titas con un recuadro cortado, y tapado con una radiografía vieja blanqueada con lavandina. Detrás el explorador era un pecoso colorado, con mocos pegados al borde del labio, que respiraba con algo de dificultad, supongo por la compresión del aire dentro del traje. Caminaba a salto de astronauta. Cada rincón del jardín era un lugar sin explorar, tenía que evitar el ataque de serpientes de manguera verde, que las maquinas engulle pasto se enciendan de repente, o que algún monstruo marino pueda salir de la laguna junto a las reposeras. También tenía que determinar si yo era una especie amistosa.

Su traje era el uniforme reglamentario de la agencia aeroespacial argentina. Tenía la típica banderita celeste y blanca en uno de los hombros y en el otro la calco de Perón y Eva del segundo mandato. Al frente una leyenda anunciaba la procedencia del explorador a cualquier habitante de otro planeta: "vota a Cacho García, tu compañero. Lista de los trabajadores de Ñuñorco". Se acercó hasta donde estaba, le hice el tradicional saludo vulcano para demostrarle mis intenciones amistosas y él me devolvió los dedos en V. Detrás de la radiografía pude observar una sonrisa juguetona, de dientes de leche, y supe que habíamos llegado a un entendimiento. Le hice señas para invitarlo a pasar a la cocina de la casa, si es que quería comer algo, y él se palmeo la panza para confirmar. Nos movíamos a salto de astronauta cuando el ruido de un portón estremeció el espacio. El explorador quedó atónito. Tuve que tomarlo de la mano para que pueda seguir el viaje.

En los brazos, bolsas plásticas de dos colores, subidas hasta los hombros, impedían que los gases tóxicos, del nuevo ambiente, contaminen las manchas de aceite en los codos, puedan alcanzar el collar de tierra en el cuello, o afectar el pecho huesudo. La cocina era el habitad definitivo de una civilización avanzada. El microondas, la heladera y las hornallas se manejaban con botones, que parpadean leds y emiten sonidos de bip. Las luces se encienden solas al caminar cerca de un lugar oscuro. Todo está pintado en colores cálidos a la vista, sin manchas de suciedad y humedad, y los muebles dispuestos en armonía con el espacio. El explorador se sube a una de las sillas ergonómicas, no logra acomodarse para quedar cómodo, cosas que pasan, parte del oficio de conocer nuevas civilizaciones es adaptarse a sus costumbres. Yo preparo algo que en mi planeta llaman merienda, por suerte me quedaron saquitos de Bahgol, que había dejado de comprar, y tenía unas tostadas de pan negro, manteca y mermelada.

Los guantes del traje eran de albañil, de hilo blanco grisado por tierra de patio y piso de carpeta, con matices de herrumbre de chapa picada y goma de rueda. Después de servirle la merienda, necesitaba que se saque los guantes y el casco, para que pueda comer, le hice señas tocando mi nariz con un dedo, para que sepa que respirábamos el mismo aire. Al comienzo vi, detrás de la radiografía, que negaba con la cabeza, aunque el casco cuadrado se mantenía inmóvil. Después levante una tostada, amagando con comerla, y reaccionó indicándome que pare. Con ambas manos a los costados de la caja de Titas levantó el casco y el sonido de descompresión del aire pudo escucharse. Al comienzo miraba en todas direcciones de la cocina, seguramente mi mundo se veía diferente sin el casco puesto, después recordó la merienda y comenzó a comer.

El traje se completaba con una bermuda negra, que tenía el número 10 en una de sus piernas, y en la otra el logo de la AFA. Los tobillos y pies estaban cubiertos por unas botas altas hasta las rodillas, de un material invisible, que dejaban ver sus piernas oscuras de tierra, sus pies embarrados y las uñas de punta negra. Recordé que las botas del traje espacial de mi hijo, también un explorador de las estrellas, estaban guardadas en un armario junto a la puerta del baño del primer piso. Le hice señas al astronauta para que me espere, primero hizo los dedos en V, pero después trato de hacer el saludo vulcano, yo le respondí de igual manera. Mientras subía la escalera escuché un llamado, supongo que el intercomunicador del traje estaba con el volumen alto.

—Javieeeeeeeeeeeer, vení ya para acá, me cago en la mierda, ¿dondestan lo guante?, Javieeeeeer.

Volví rápido a la cocina, pero el explorador ya se había materializado nuevamente en su nave. Seguramente algo urgente lo requería, que hasta tuvo que dejar su casco. Lo guardé, junto a las botas que fueron de mi hijo. Empecé a tomar mates, a la tarde, en la reposera junto a la pileta. Desde el encuentro siempre compro Bahgol, en caso de que el explorador vuelva a visitar el jardín de mi planeta, pueda recibirlo como corresponde.

sábado, 23 de julio de 2022

El revés del colchón

—Julieta abrime… Julieta abrí la puerta por favor, no podés seguir encerrada ahí, no podés hacerme semejante quilombo por una boludez— Mariana golpea la puerta al tiempo que insiste —Julieta, dale, no seas boluda.

Temprano habían dado vuelta el colchón. La hija que ambas adoptaron de la calle, Trudi, había menstruado por primera vez y no quedaba otra que darlo vuelta y cambiar la sabana. El departamento era de Mariana, llevaban conviviendo siete meses, trajeron a Trudi hace dos.

Mariana no era fanática de los gatos, pero el departamento era muy chico para un perro, incluso un caniche o un salchicha. Julieta se comprometió a limpiar la caja de las piedritas siempre que Mariana se encargue de mantenerle el plato de agua y de comida lleno. Visitar al veterinario fue lo primero que hicieron como pareja en el barrio, caminando de la mano las dos cuadras de ida y de vuelta. Doña Encarna estaba horrorizada “si la viera su mamá, que en paz descanse bendita mujer. ¿Y cómo se llamada el chico ese, con el que salía?, menos mal que se fue a tiempo”. Julieta caminaba con la frente bien arriba, presumía un trofeo, Mariana estaba insegura sobre la gata, convivir no era fácil siendo solo dos, y ahora Trudi.

Mariana apoyó la espalda contra la puerta y se dejó caer, golpeo hacia atrás dos veces, a puño cerrado y de forma contundente —Juli, abrime, hablemos— y un llanto del otro lado de la puerta interrumpió el silencio —no Juli, no llorés, perdoname amor, no quisé gritarte.

Después de dar vuelta el colchón, descubrieron una mancha verde con forma de bombuchazo. Trudi se acercó a olfatearla, hizo algo parecido a un estornudo y movió la cabeza como despabilándose, después salto hacia la puerta y salió por el pasillo a la cocina. Mariana estaba buscando las sabanas limpias cuando Julieta le preguntó por la mancha.

—Es una historia graciosa. Viste Juan, bueno yo estaba loca por él, pero loca en serío ¿no? Nos la pasábamos en la pieza, escuchando música, fumando, cogiendo. Solo salíamos para preparar unos mates y bajábamos a comprar medialunas en la panadería de Fredy. Fue una de esas veces. Él estaba apoyado en el respaldo, me estaba por cebar uno lavado, yo me acerqué por el costado y amagué con morderle la panza, él se asustó y volcó el mate. Un poco de agua me cayó en el pelo y el otro hizo la mancha. Nos reímos como una semana de eso.

Mariana pensaba que algo así debía haber escuchado Julieta, cuando le habló por primera vez de Juan. Lo siguiente fue confuso para las dos.

—¿Y por qué no lo cambiaste al colchón?

—¿Sabés lo que sale comprar un colchón?

—Vos lo dejaste porque te hace acordar a Juan.

—Julieta estás hablando boludeces.

—Y lo diste vuelta para que yo no sepa de él.

—No, Julieta, cuando lo di vuelta fue porque… mirá, ni sé cuándo lo di vuelta, esta así desde hace un montón, ya ni salía con Juan y estaba así.

—¿Y cuando me ibas a contar de todo lo que hacías con Juan?

—No sé… sí te iba a contar algún día, pero no tiene importancia para mí, eso quedó en el pasado.

—Sí, quedó en el pasado, pero te acordás muy bien de cómo se hizo la mancha del colchón.

—Me acuerdo, pero por otra cosa. Esa tarde nos hizo frío, así que los dos andábamos embuzados. Yo tenía varios días casi sin hablarle. Juan otras veces me había hecho el aguante cuando me bajoneaba así, me abrazaba cuando me acostaba y me quitaba la almohada con la que me tapaba la cabeza para que no me escuche llorar. A veces estaba mal días enteros, y él se encargaba solo de cocinar y mantener limpio, compraba las medialunas y preparaba los mates. Esa tarde debe haber sabido que le iba a pedir que se vaya, porque cuando le pedí que me de uno lavado me dijo que no. Después dejó todo en la mesa de luz y se puso a juntar su ropa en una mochila, y mientras la armaba tiró el mate en la cama. No se molestó en limpiar, yo tampoco tenía ganas de hacerlo.

Mariana quiso decirle, contarle a Julieta el tiempo que había pasado sin saber qué hora era, donde estaban las llaves del departamento o el control remoto, cuantos días llevaba sin comer. Solo se limitó a bajar la cabeza. Julieta gruño del enojo y azotó la puerta del baño antes de ponerle llave.

—Julieta dale —Mariana insistía, pero con menor convicción, entonces escuchó maullar a Trudi en la cocina. Quería levantarse del piso junto a la puerta del baño, lugar que se convirtió en su menos favorito del departamento, quería abrir las ventanas para entre el sol, volver a los días buenos con Juan, pero sin él, abrazar la sonrisa que encontró cuando decidió buscarla en su cuerpo, dejar los días de llanto en el pasado. Se levantó torpemente, como pudo, y buscó a la gata en la cocina.

— Hola Trudi, Trudi-Trudi, venga chiquita venga, ¿Qué pasa?, ¿Qué quiere? — el plato rojo del alimento estaba hasta el tope. Tiró el agua del plato azul para llenarlo de nuevo, pero no podía ser eso, porque le había cambiado el agua antes de acostarse a dormir con Julieta. Miró la caja con las piedritas que estaba sucia, llena excremento duro, pegoteado con pelo y piedritas, y tenía manchas húmedas de pis por todas partes. Se quedó mirándola por un rato, hasta que Trudi le cabeceo el hombro para que la acaricie, entonces despertó del trance. Saco una bolsa de un cajón de la alacena, acerco el tarro de la basura que tenía en la cocina y comenzó a limpiar la caja con las piedritas, después puso la pava a hervir en la cocina, busco el mate y la bombilla, pensó que, ya que estaba, podía poner música, lavar los platos que habían quedado del medio día y ordenar un poco su departamento, en compañía de Trudi.

sábado, 25 de junio de 2022

Videollamada

– …la mamá está haciendo los tramites de la jubilación, esta mañana la acompañé al banco y después al Anses a presentar unos papeles, yo me volví para poder llamarte, es más o menos el mismo lio que tuvimos que hacer con vos.

– Nah, yo fui con la mamá cuando le dimos de alta, ahí dan un montón de vueltas para entregarte una constancia y no te dicen a donde tenés que ir después. ¿y cómo se porta Gutiérrez?

– Ese gato de mierda, la semana que te llevamos no paraba de maullar, toda la noche meau meau, hasta se quejaron los vecinos. Me tuve que pasar a tu pieza a dormir ahí para que se calle, no lo podía traer a la mía porque es más chica y no entramos.

– Pobrecito el Señor Gutiérrez, lo extraño una banda sabés, bah a vos también, a la mamá y a Ramiro, quiero volver a la casa, estoy cansada de estar aquí, nos dejan salir solo un rato a la tarde, no conozco a nadie para conversar y por las pastillas que me dan quedo medio boba.

– Que embole hermana, pero vos concentrate en ponerte bien así te dejen volver, aquí todos te esperamos. Es más, el otro día vino Ramiro a pasar la tarde, me confundió con vos y casi me saluda con un beso en la boca, es que estaba usando la polera rosa esa que era tuya, es más, me probé varias camperitas y jeans que tenés en el armario, ¿podes creer que me quedan? Debo haber bajado unos tres kilos.

– ¿Y qué te dijo Ramiro?

– Nada, lo de siempre, te manda saludos y espera que te mejores, era que iba a pasar un rato a la tarde, pero al final se quedó a comer, la mamá abrió uno de esos vinos caros que tenía el papá en la vinoteca, esos que no abre ni cuando cumplimos años, yo cociné unos fideos con salsa y estuvimos hasta las doce más o menos en la mesa, ese Ramiro cuando empieza a hablar cagadas no lo podés parar, la mamá lloraba de la risa, después ella se fue a dormir, Ramiro se debe haber quedado hasta las cuatro de la mañana, no sé cómo habrá hecho levantarse a trabajar ese día.

– Que bueno que no estén tristes.

– Si estamos, cada uno se va adaptando como puede ahora que no estás en la casa. La mamá el otro día… – la videollamada comienza a entrecortarse, la imagen se queda estática por momentos, después se pone todo en negro – … y yo le decía que no se ponga así, que vos sos fuerte y vas a salir porque…

– ¿Quién sos vos?

– ¿Qué?, uh vos con tus bromas, se me corto recién un poquito a mí, pero pensaba que vos me seguías escuchando.

– ¿Quién mierda sos vos?

– Julieta soy tu hermana, Laura, no hagas esas bromas que después no te van a dejar salir de ahí.

– Vos no sos mi hermana.

– Julieta soy tu hermana.

– No, mi hermana tiene el pelo negro, tiene otro color de ojos, es parecida a mí, somos mellizas, vos tenés puesta la misma ropa que ella, pero no sos mi hermana.

– Julieta soy tu hermana, dejá de boludear.

– No, no sos mi hermana.

– Julieta soy tu hermana, a ver, preguntame algo.

– ¿Cuándo es nuestro cum…?

– El 5 de octubre.

– ¿Cuál es el segundo nombre de la mamá?

– Raquel, pero no le gusta así que no le cuentes al doctor.

– No no, no puede ser… ¿Cuándo lo compramos a Gutiérrez?

– No lo compramos, vos lo encontraste en la vereda un día cuando volvíamos del colegio, ¿Julieta estas bien?

– No no no, no, no, vos no sos mi hermana.

– Julieta basta, soy tu hermana.

– No, vos no sos mi hermana – se golpea la cabeza con una mano – vos no sos mi hermana, ¿porque estás haciendo esto?, vos no sos mi hermana – de espaldas a la pantalla comienza a golpear la puerta de entrada al salón audiovisual – ¡doctor, doctor! – el doctor y dos enfermeros entran.

– ¿Julieta estas bien?, Julieta.

– ¿Laura? – vuelve a mirar la pantalla – Laura sos vos, ¿Quién era la otra chica?, recién no estabas vos, estaba una de pelo rojo, tenía puesta tu ropa, pero no eras vos, ¿quién era la otra chica? – comienza a sacudir la pantalla con ambas manos – Laura ¿quién era la otra chica?

– Doctor, doctor ¿qué le pasa?

– Está teniendo un episodio, le vamos a poner un calmante para que se tranquilice.

– ¿Quién era la otra chica?, ¡Laura!... ¡Laura, ¿quién era la otra chica?!

– Ay no, ¿cómo es eso de un episodio, va a estar bien?

– Si, ahí los enfermeros la llevan a su pieza, ya nos hacemos cargo nosotros, lamento que haya tenido que ver todo esto.

– No, no se preocupe doctor, yo solo quiero que mi hermana se mejore.

viernes, 17 de junio de 2022

Lo desconocido

– Mirá cuantos autos hay ahí parados, me parece que está cortada la calle, por eso debe ser el humo que se veía…

Roque dobla a la derecha en Avenida Mate de Luna y Sargento Cabral. El león en el tablero aprueba con la cabeza el desvió. La luz baja de otros autos lo siguen en el espejo retrovisor. Laura sigue hablando.

– … cierto, no te conté, no sabés lo que gastó Mariela cuando se divorció de su marido. Me contó que es un montón de plata, entre el abogado de ella, el de él, los papeles que tienen que presentar en el registro, ni te imaginás, en plata de ahora es un montón. No conviene, para nada conviene que lo hagamos primero…

Roque no ve el lomo de burro a tiempo, frena de golpe pero igual lo sobrepasa fuerte. El león en el tablero salta hacia la derecha. Roque trata de ubicarse en la zona, si estaba en Villa Luján, entonces la plaza que acaba de pasar es la Primero de Mayo. Acomoda el león de nuevo en medio del tablero, que agradece bajando la cabeza como los japoneses. Uno de los cuatro autos en el retrovisor dobla a la izquierda y se pierde.

– mejor sigamos así unos dos meses más, vos quedate en la pieza de la empleada, total ya cama adentro no se contrata a nadie. Yo te voy ayudando a armar las cajas con tus cosas, dejamos la plata de las vacaciones para que puedas pagar el depósito y vamos buscando un departamento cerca de tu trabajo, uno con dos piezas para que puedas llevarte todo…

Una kermes ocupa la calle de la Parroquia San Martín de Porres. Roque cree que es esa parroquia, aunque estaba seguro de que quedaba en el cruce de San Martín y Castro Barro. Tiene que dar marcha atrás igual que los dos autos que tiene en el espejo retrovisor, muerde el cordón de la vereda y el tigre en el tablero queda de cabeza frente al volante. La calle ahora es de tierra, Roque acomoda el tigre en medio de tablero que festeja agitando la cabeza. Todo el auto tiembla un poco.

– igual, si te quedan cosas, yo las puedo guardar en el armario del quincho, lo que sea para que hagamos esto bien. Con la Camilita arreglamos. Mi vieja va a venir a quedarse conmigo, cuando vos te vayas, para cuidarla. Yo ya hablé con ella y le dije que cuando vos la quieras sacar a pasear, o que se quede en tu departamento, si tenés espacio, ella no tiene que decir ni pío. ¿Escuchame? Tu departamento, ya te estoy haciendo mudado. Yo, la verdad, no veo la hora de que nos separemos. ¿A vos te pasa así también?...

Llegan a un cruce que está inundado por una cloaca rota, la calle es de tierra y todo el camino está hecho barro. La intersección no tiene carteles con el nombre y Roque no sabe bien donde está. En el retrovisor no se ve ningún auto, hacen marcha atrás y pisan un bache camuflado por el agua, el tigre en el tablero salta hacia adelante chocando el vidrio del parabrisas. Roque vuelve hasta un pasaje a media cuadra y gira a la izquierda. Un cartel pegado en la pared de una casa dice Pasaje sin Nombre. Roque acomoda el tigre en medio del tablero que asiente preocupado.

– … che, que feo que está por acá… Roque ¿vos tenés idea de donde estamos?

Roque avanza por el pasaje, no hay luces de calle, solo la luz de la vereda de las casas ilumina el camino. En el retrovisor no hay nada. El tigre en el tablero ya no mueve la cabeza. El final del pasaje está oscuro, Roque sigue hacia adelante, en silencio, aunque el camino lo conduzca a lo desconocido.

martes, 14 de junio de 2022

Tereso

Gutiérrez se ensució de nuevo la cola haciendo la caca. Ya está viejito, sus maullidos son roncos y de noche tira los libros y el vaso de agua de la mesa de luz cuando apago todo. No puedo dejarlo andar así, con ese pedazo de caca sin cortar agarrado del ano, se va a sentar en el escritorio de la computadora o va a subirse a la cama y va a dejar todo sucio.

Yo tengo a mano papel higiénico para estos casos, lo llamo como cuando estoy por aumentarle al plato de alimento y ahí lo agarro, lo subo a mis rodillas y lo detengo con el antebrazo, con esa misma mano le levanto la cola y con la otra lo limpio, siempre da problemas.

Así debe haber pasado mi viejo internado, después del segundo infarto cerebral, meando y cagando en un pañal, teniendo que ser lavado y cambiado por un enfermero, el que tan orgulloso estaba de su independencia, de no tener que darle las gracias a nadie.

– Usted también es muy independiente ¿verdad Gutiérrez?, sale de la casa cuando quiere, vuelve cuando le da la gana, no me tiene que pedir permiso ni explicarme nada, a ver, venga venga, quietito.

Le limpio la cola, le doy forma de cono al papel higiénico con los dedos, agarro el pedacito de caca, lo aprieto y lo tiro hacia afuera. Gutiérrez hace un maullido repentino, da vuelta la cabeza y me muerde el antebrazo. Del susto lo suelto, salta al piso, después a la cama y a la ventana. Se queda parado en el marco mirándome y cuando lo llamo para acariciarle la nuca, para explicarle lo que había hecho y que no tenía que tener miedo, salta al patio de afuera.

Los enfermeros me decían, las últimas semanas, que cada día se hacía más difícil tratar con el viejo. Que tenía mucha fuerza y lo agarraban entre dos para poder limpiarlo, que lo ataban cuando estaba muy inquieto y entonces él los escupía y los puteaba, que le aumentaban el goteo del suero con los calmantes para que se duerma, pero a veces se confiaban y a alguno se le escapa un brazo y el otro terminaba recibiendo una piña en estómago. Era bravo el viejo, estando sano, no se andaba con vueltas y a la primera de cambio te clavaba una bomba en la cara.

Busco a Gutiérrez en el patio. Encontró una bolsita de helado de palito en el suelo y le tira arañazos como si fuera una ratita color vainilla. Me escucha que lo llamo, que muevo como sonajero el plato de alimento pero lo ignora. Por momentos Gutiérrez se me hace muy parecido a mi viejo, será porque últimamente lo veo más desconectado de la realidad, no viene cuando lo llamo, maúlla mirando a ningún parte o se pone en alerta y corre por toda la casa.

En el hospital me contaron que el viejo tenía el horario cambiado, creía que estaba en el aserradero escuchando el Boca - River en la radio, y gritaba “eh Juan, Juan, ahí metió el primero el colorado Mac Allister, ves, te dije que les íbamos a romper el orto”, y despertaba a todos en la sala, la María le pedía que se calle, que se duerma, pero el viejo no hacía caso, o no escuchaba, o no entendía. Tuvo suerte en no saber cómo fueron sus últimos días, el viejo Raúl Tereso Paz, el carpintero del barrio, el hincha de Boca, el padre de una.

Me siento en el escritorio, el mensaje de María es bien puntual “el viernes es la misa del papá ¿vas a venir?”. Gutiérrez se sube a la mesa, me ve mirando en celular y me dice “no alcanzó con que te hayas hecho maricón, y todos los años que no le hablaste, además, ¿ni siquiera vas a ir a despedirlo?”, después se lame una pata y se la pasa por la cara un par de veces, salta sobre una zapatilla en el piso, la muerde y sale corriendo hacia la ventana. Solo entonces me doy cuenta de que tengo razón, con eso de que Gutiérrez es muy parecido a mi papá.

miércoles, 8 de junio de 2022

A Marcos le gusta coger escuchando Rock and Roll

– Jodeme Adriana.

– Te juro, está así, no sé qué le pasa.

– ¿Pero desde cuando hace eso?

– Desde el año pasado cuando volvimos de Qatar está así, antes ponía música y bajaba las luces cuando me buscaba, pero ahora es distinto.

– Ah, no es la gran cosa entonces, ya era así antes.

– Pero es distinto, no sé cómo explicarte, pone la música al palo y, ponele que está sonando Highway to Hell, me da vuelta y… te juro que me coge al ritmo de la canción.

– ¿Cuál es esa?

– Esa que el vago canta y se escucha una guitarra que viene y va… en las películas se la usa mucho… la que la letra dice “I'm on the highway to hell, On the highway to hell”.

– Si, ya sé cuál es, pero no me parece la gran cosa, ¿antes no escuchaba esa banda?

– No sé, nunca me fijé si escuchaba eso, capaz que cuando entrena con los amigos del club escucha, pero desde que volvimos de las vacaciones que está así.

– Hablando de eso, ¿cuándo se van?, a ver, mostrame qué compraste.

– La semana que viene, ya tenemos confirmada la reserva y todo. Mirá, me compré este top para la playa, mi hermana fue con el marido el año pasado, dice que ahí se usa un montón.

– ¿Y ese? No te sonrojés tonta.

– Es para Marcos, ¿te gusta? Lo voy a sorprender con esto la primera noche…


Adriana entra en la oficina de Marcos que le hace una seña para que haga silencio.

– Listo Raúl, lo charlamos con la gente de VialTech la semana que viene, justo vino alguien a la oficina, te mando un abrazo.

– La secretaria de Marcos termina de anotar algo en un cuaderno y se dirige hacia la puerta.

– Adriana, ¿cómo te va? – saluda al pasar.

– Hola – responde Adriana sin mirarla.

– Hola amor, ¿íbamos a comer juntos hoy?, te juro que no sé dónde tengo la cabeza.

– ¿Por qué estaban con la puerta cerrada?

– ¿Qué?, estaba en una call Adriana, con gente de Buenos Aires, no se escucha nada con el quilombo que es la oficina, no empecés por favor, ¿a qué viniste?

– Te quería avisar que ya nos confirmaron las reservas del hotel…

– Obvio, si les pagamos hace como dos meses – Marcos comienza a ver algo en la pantalla de la computadora.

– Si, pero, ya sé cuál es la habitación que vamos a tener, es una que tiene vista, me dijeron…

– Adriana, me podías mandar todo eso por mensaje, ¿para qué viniste? – contesta sin dejar de mirar la pantalla.

– Nada, andaba por el centro y te compré un pantalón, te lo tenés que probar ahora porque solo tengo hasta mañana para cambiarlo.

– A ver – Marcos recibe la bolsa de cartón – conozco esta casa, me lo pruebo en un rato y cualquier cosa mando a Gabriela a cambiarlo.

– Mejor ahora, para estar seguros – Adriana camina hacia la puerta de la oficina y la cierra, ve a Gabriela de reojo mirando en su dirección.

– ¿Qué haces, por qué cerraste?, no tengo tiempo de probármelo ahora, lo veo más tarde – Adriana se queda mirando a Marcos, que sigue metido en la computadora, hasta que nota el silencio – ¿Qué pasa Adriana?

– Nada, que no me das bola Marcos, eso pasa, que me vine para acá para darte un regalo y vos estas con eso y no tenés ni dos minutos… – Adriana solloza al final y baja la cabeza.

Marcos se acerca, la toma de las manos y busca verla a los ojos, esboza una pequeña sonrisa y después la abraza.

– Disculpame amor, es que estoy a full con la gente está de VialTech y quiero dejar todo listo antes de que viajemos. Disculpame sí, yo estoy todo con la cabeza en el laburo y bueno, vos te apareciste sin avisarme y no me diste tiempo de cambiar el chip, no te quise ignorar pero…

– Esta bien, no importa, soy una tonta.

– No, sí importa, nosotros dos somos un equipo – vuelva a mirarla a los ojos – vos y yo, juntos, mirá todo lo que logramos, nos vamos de viaje fuera del país, Ramiro es abanderado, vos estás hermosa, todo eso lo pudimos hacer porque estamos juntos amor. Sabes qué, me pruebo el pantalón ahora así te quedás tranquila – busca la bolsa en el escritorio y comienza a cambiarse – y esta noche salgamos a comer, donde vos quieras, vuelvo a la casa, me pego un duchazo rápido y nos vamos.

– ¿Te gusta el color?, no podemos salir, no vamos a dejar solo a Ramiro.

– Esta bueno el color, y me anda justo, está lindo el regalo amor. A Ramiro le di permiso de que vaya a la casa de uno de los chicos del club, no le sé bien el nombre, creo que se llama Martín.

– ¿Cuándo te pidió permiso? Yo ya le había dicho que no vaya a esa joda, son chicos más grandes, no me gusta que se junte con ellos.

– No son tan grandes, yo también era el más chico en las juntadas del club, así se va a hacer hombre – vuelve a ponerse los pantalanes que tenía primero.

– No Marcos, no está bien que vaya, encima va a estar la hermana más chica de Iván, no sé qué hace esa pendeja metida entre todos los varones.

– Y… por algo va Adriana, vos que esperás, dejalo que disfrute a Ramiro, que se divierta con los amigos, ya va a sentar cabeza y va a trabajar aquí con el padre.

– No, esos chicos no me gustan, lo voy a llamar para decirle que venga derecho del colegio a la casa.

– Pero, la puta madre – Marcos le quita el celular y corta la llamada – me rompo el orto todos los días trabajando aquí y no puedo decidir a donde voy a salir de vacaciones, a donde mandar a mi hijo, ni los putos pantalones que puedo usar – le dice mientras golpea contra la pared los pantalones que le regaló Adriana.

– Disculpá Marcos, no quise hacer eso, es que a mi… – la voz de Adriana se corta, Marcos le devuelve el teléfono.

– Andate Adriana, lo hablamos a la noche en la casa, déjame seguir trabajando – Marcos camina en dirección a un mueble con un equipo de música, no se voltea a verla.

Adriana sale de la oficina y se queda parada en la puerta, escucha música adentro pero no reconoce cual es el tema. Suena el teléfono en el escritorio de Gabriela, ella atiende y después se acerca a Adriana.

– ¿Estás bien? – Adriana no contesta, solo afirma con la cabeza mientras se aprieta la frente y después la nuca con una mano – ¿me dejás pasar?, justo Marcos me está llamando. 

Adriana avanza hacia la salida, ve el teléfono descolgado en el escritorio de Gabriela y ahora sí reconoce el tema que suena en la oficina de Marcos. Adriana canta el estribillo “I'm on the highway to hell, On the highway to hell” todo el camino de regreso a su casa.

miércoles, 1 de junio de 2022

La nota más baja

– ¿Juliana qué hiciste, por qué lo desaprobaste?

– Hizo trampa Marta, el pendejo hizo trampa.

– Callate, no le digas así, a ver si te escuchan afuera, pobre pibe – contesta Marta apuntando la voz hacia la puerta – ¿Cómo que hizo trampa, como sabés?

– Lo vi, justo cuando me di vuelta para preguntarle algo a Roque, al profesor integrador que tiene, él bajó un poco la cabeza, miró en la Tablet las respuestas que tenía marcadas en verde, después, cuando le pedimos que indique las correctas, eran justo esas.

– Vos estás loca, no se te ocurrió que él podría haber estudiado ese tema, que por eso sabía qué responder.

– No, no, no es así, él las sabía, pero por que las vio en mi Tablet.

– Ay Juliana, pero, a ver, ¿y qué si es verdad?, ¿y que si pispeó un par de preguntas?, ¿cuántas le hicieron? Como veinte. No podés desaprobar a alguien por copiarse dos preguntas, no sé, ponele la nota más baja y listo, si tan moralista sos ahora.

– No, no es justo para él, no es justo para los demás compañeros que se la pasaron estudiando para terminar la carrera, que vuelva a rendir, pero que no haga trampa.

– Escuchame, ¿no podés compadecerte, solo esta vez? ¿dejarlo pasar?, digo, por lo que él está…

– ¿Por qué, por la parálisis?, ¿Por qué después del accidente solo puede mover un poco la cabeza?, ¿Por qué no puede hablar?

– Si, por todo eso, y porque vino gente de Canal 13 a cubrir la rendida, porque la madre es una ex alumna de la facultad y está forrada en guita, y si quiere te clava un juicio y te deja sin cátedra, porque hay como trescientas personas afuera, porque esto es noticia nacional, ¿Qué más querés que te diga?, no lo podés desaprobar, te vas a mamar un semejante quilombo.

– No me importa.

– Te tiene que importar Juliana, es tu futuro, y el de tu familia.

Juliana baja la cabeza, mira al suelo unos segundos, después ciñe las manos con fuerza.

– Ya no me importa nada.

Golpean la puerta de la oficina de la cátedra. Juliana sale. Los corresponsales preguntan qué va a pasar con Pablito, si se va a recibir de ingeniero, cual es la nota final. Juliana apunta la voz a los micrófonos, exhala aire por la nariz y habla seria.

– Buenas tardes. Hoy rindió examen en mi mesa el señor Pablo Francisco Sandoval, hijo de una ex alumna de esta facultad, la señora Beatriz Antonia Gutiérrez de Sandoval, mujer que actualmente tiene una relación extramatrimonial con el rector de la universidad, el ingeniero Juan Carlos Lizárraga, mi marido.

martes, 31 de mayo de 2022

Amordazado

El extraño ciñe la mordaza desde la nuca, la boca queda medio abierta y los labios carnosos de Rubén expuestos. Trae uno de los brazos al respaldo de la silla y comienza a atarlo, la fibra vegetal de la cuerda raspa la muñeca de Rubén que no puede evitar resoplar de placer. El extraño nota esta actitud contrariado.

– ¿Qué te pasa?, ¿te gusta?

Rubén niega con la cabeza, con movimientos mínimos, nervioso.

El extraño toma el otro brazo, lo trae hacia el respaldar de la silla desde el hombro, acariciando la musculatura de Rubén con las dos manos. Rubén se sorprende, mira a la cara al extraño que se muerde la lengua con los dientes.

– ¿Qué me mirás? ¿Yo te dije que me podías mirar?

Rubén baja la cabeza, ve que su entrepierna comienza a abultarse.

El extraño apoya el brazo de Rubén contra el respaldar de la silla, con una mano detiene la soga y clava las uñas en su brazo, con la otra mano hace girar la atadura y roza la pierna de Rubén en cada vuelta. Cada contacto es un espasmo, Rubén sopla por la nariz.

– ¡Dale, apurate, así me ayudas a buscar!

– Andá a mirar a la otra pieza vos, ya termino con los pies.

El extraño se arrodilla delante de Rubén, junta los tobillos de forma brusca y comienza a atarlo. Para llegar a rodearlo baja la cabeza y la apoya sobre su entrepierna, la mueve de un lado a otro con cada giro de la cuerda, con la cara roza la erección de Rubén.

– ¿Qué pasa, te gusta que te roben, o soy yo?

El extraño termina de atarle las piernas, apoya las manos sobre las manos de Rubén y se levanta recorriendo su pecho con la cara, se detiene a centímetros de su boca, inclina la cabeza hacia la derecha y le pasa la lengua despacio por el labio superior, Rubén siente la humedad y el suave movimiento en su bigote. Trata de sacar la lengua por debajo de la mordaza, cuando el extraño recorre el labio inferior, y ambas se tocan. Rubén tiembla, comienza a lagrimear, no puede contenerlo.

– ¿Y, ya terminaste? – regresa el cómplice de la pieza de al lado – sacale la mordaza, no encontré nada allá, él debe saber dónde está.

– No, dejalo, ya te ayudo a buscar yo

– Sacale la mordaza, que sos boludo, no vamos a estar toda la noche aquí.

El extraño mira a Rubén a los ojos, que lagrimea y niega con la cabeza, con movimientos mínimos, no deja de temblar.

– ¡Y, dale, que esperas!

El extraño saca su arma de atrás de la cintura, sobre la línea de la cola, y apunta. Rubén acaba.

sábado, 28 de mayo de 2022

Entran y salen

Los sujetos salen estables, mucho más conscientes de los problemas por los cuales empezaron el tratamiento. Ninguno de los seleccionados representa, en apariencia, un peligro para la sociedad al terminar, de todas maneras, les hacemos un seguimiento cercano durante seis meses. Después del tratamiento desarrollan su vida de manera normal, presentando inclusive nuevas aspiraciones o realizando actividades que antes no hacían. El plazo casi siempre es de seis meses, como si una necesidad dormida despertase después de ese lapso de tiempo.

Pregunta uno.

– No entendí, ¿era una pregunta?

– No quieren que contestes nada, no esperan de vos más de lo que saben que pueden sacarte, de esa manera te encierran.

– Disculpá, ¿me hablás a mí?

– Por supuesto, quien más vino para extrapolar fantasmas si no sos vos, que más podes hacer aquí que no sea algo planeado desde arriba, más grande que cualquiera de nosotros. Me doy cuenta de todo, todo todo lo que me pasó, lo que te pasó a vos también, fue planeado de antemano para poder encerrarnos aquí. Deberías irte ahora, antes de que los descubras.

– ¿Descubrir a quienes? Yo vine por el anuncio, esperaba que fueras vos con quien tenía que hablar por lo del tratamiento, pero no me parece que estés en muy bien, ¿cuál era tu nombre?

– Qué importancia tiene, si nada de lo que hacemos perdura más allá de estas cuatro paredes, es posible que logres los resultados que viniste a buscar, pero ellos ganan más, la casa nunca pierde.

Pregunta dos.

– Creo que te están hablando a vos, yo la verdad no entiendo bien que esperan que respondamos.

– La duda empieza a germinar, ¿es lo que te decía?, empezás a dudar de vos misma, de lo que te están diciendo, de lo que deberías responderles, ahí es cuando nos atrapan, cuando nos preguntamos por sobre lo que sabemos, cuando empezamos a cuestionarnos lo que pensábamos que estaba resuelto.

– De nuevo no entiendo de qué me estás hablando, ni tampoco qué es lo que esperan que nos cuestionemos. Te puedo decir todo lo que sé y por qué vine aquí si eso te tranquiliza, y responde a las preguntas que nos están haciendo, me parece que estar con esta gente te afectó, y eso me asusta un poco, yo no vine para estar peor.

– ¿Y por qué viniste entonces?, si te asusta el resultado de lo que estás buscando no deberías haber empezado a buscar en principio, y no me vengas con que no sabías lo que podías encontrar ahí, en el fondo todos tenemos miedo a hurgar más hondo porque sabemos que nada bueno podemos encontrar.

– No me asusta saber más sobre mi, me asusta terminar como vos, afectada de esa manera, tan paranoica, tan perturbada.

– Conversar conmigo, creo, es como un paso necesario, o yo soy solo una etapa, para vos, y ahora que lo pienso, yo también estoy pasando por una etapa.

Pregunta 3

– Tengo la sensación de que están hablando sobre la secundaria. Clarito escuché que preguntaban sobre el Nacional y las Popis. ¿La pregunta fue sobre eso verdad, hablaban sobre mi secundaria?

– Es imaginación tuya, estás escuchando lo que querés escuchar, lo que a ellos les conviene, para mí dijeron algo sobre el robo que sufrió mi papá hace algunos años.

– No, esperá, preguntaron sobre mi secundaria, como pueden saber sobre eso, quien les puede haber contado algo tan personal a ellos, ¡¿quién les habló sobre mi secundaria?, ¿Qué más saben?!

– Dudo mucho que te escuchen, y si lo están haciendo, no creo que te vayan a responderte. Saben lo que necesitan saber para hacerte volver a esos pensamientos, es parte del tratamiento, creo, te hacen recordar cosas que tenías metidas muy adentro, te las sacan así, de golpe y sin que te des cuenta, deberías dejar de hacerles preguntas inútiles y empezar pensar en ese recuerdo, sino nunca vas a poder salir de acá.

– Pero ¿sobre mi secundaria?, son cosas que no hablé nunca con nadie, nunca-con-nadie ¿me entendés?, cómo puede ser que sepan, no, que vergüenza, ¿quiénes son?, ¿cómo pueden saber sobre eso?

– Me pregunté lo mismo con mi papá, como podía ser que sepan las cosas que pasé con el viejo, lo que me dolió perderlo, lo difícil que fue después de él. Supongo que tenían que hacerme recordar eso, yo llevaba mucho tiempo sin pensar en él.

Pregunta 4

– ¿Ves?, ¿escuchaste lo que me preguntaron?, saben todo, no, que vergüenza, que humillación.

– Es verdad, ahora me doy cuenta, al principio duele entender que saben todo lo que pasamos, que pueden conocer esas cosas que teníamos tan enterradas, pero después…

– Después nada, como pueden saber sobre mi secundaria, sobre el grupo de las Popis y todos los años en que me persiguieron, en los que no podía salir al recreo o tenía que correr a la parada del colectivo, porque las hijas de mil puta estaban en todas partes, me perseguían, me insultaban, me empujaban, las odio las odio.

– Te entiendo, yo nunca me creí capaz de odiar a nadie como al que me robó a mi viejo, que iba a querer ver a alguien muerto de esa manera, que podía ser capaz de encontrarlo, de marcar su día a día y estar al acecho de esa persona, de un hijo de puta que se merecía lo peor, pero lo peor no de cualquiera, ni de la vida, yo lo tenía que hacer pagar.

– Ya me hubiera gustado poder vengarme de esas estúpidas, de todo el mal que me hicieron, de decirme india en el colegio, de burlarse de cómo me vestía, de cómo hablaba, de avergonzarme frente a Gonzalo y que para él seguro sea una negrita villera, de no dejar de atosigarme incluso después de verme llorando en el baño, de verme salir corriendo de la plaza por su culpa, de no querer ir a la escuela por semanas.

– Y que hubieras ganado con enfrentarlas, no es solución enfrentarse a alguien por odio, menos si sos vos y un montón de amigos que querían tanto a tu viejo que no tienen problema de patotear a un pibe. Le dimos duro, primero entre todos hasta dejarlo ahí, ensangrentado y sin poder moverse. Después los paré, les dije que el ultimo tenía que ser mío, lo quería muerto y quería ser yo el que lo mate, se llevó a mi viejo, él lo mato y ahora me iba a vengar por eso. Hasta hoy lamenté el día en que lo dejé ahí tirado, casi muerto, pero respirando, hasta hoy que vine aquí, que pude volver a pensar en eso.

Pregunta 5

– ¿Qué fue lo que dijeron?, yo lo escuche clarito, ¿preguntaron por la chivita verdad?, hijas de mil puta, ¿son ustedes verdad?, solamente ellas podían saber de ese apodo, ¿son ellas verdad?, vos que estabas desde antes, ¿quiénes son las que hacen las preguntas?, estoy segura de que son ellas.

– A esta altura ya no nos sirve saber quiénes son, no sé si entendés lo que están haciendo, poder volver de todo aquello me dejó la mente más fresca, los rencores parecen ser parte del pasado, pero no como antes, ahora estoy mucho más tranquilo.

– Y como podes estar tranquilo sabiendo que las preguntas las están haciendo los familiares del hombre que mató a tu papá, o las Popis, o el que sea que este del otro lado preguntando cosas y sabiendo sobre vos más de lo que saben toda tu familia y amigos. Ellas nunca dejaron de perseguirme, todos estos años y todas las cosas que no funcionaron en mi vida seguro son culpa de ellas. Y ahora están ahí, o se pusieron de acuerdo con los que están del otro lado, para seguir jodiéndome, para seguir cagándome la existencia.

– Si así lo ves, entonces no hay mucho que puedas hacer, olvidar no funcionó hasta ahora, esos sucesos están todavía muy presentes, mi viejo todavía está muy presente en mi vida y no había podido, hasta hoy, abrazar ese sentimiento. El ladrón también está presente, pero de otra manera ahora. No creo poder entenderlo, entender como es capaz de matar a una persona por unos pesos, pero creo que con el tiempo puedo llegar a perdonarlo, a perdonar a mi viejo por no entregar la billetera y resistirse, a perdonarme a mí por lo que le hice a ese pibe tiempo después. Creo que va a ser mejor de que me vaya.

– Y que vas a hacer con el hecho de que esta gente sabe tanto sobre vos, sobre mí, sobre anda a saber cuántas personas, el poder que tienen sobre nosotros, cómo seguramente arreglaron todo para que yo llegue a este lugar, cómo puede que hayan estado detrás de las cosas que no funcionaron en mi vida, incluso cuando estaba en la secundaria. Como vamos a poder vivir sabiendo todo esto de aquí en adelante. Voy a contarle al que venga a este lugar lo que está pasando, cómo nos controlan, no voy a permitirles que jueguen con nadie más.

– Si es eso lo que querés hacer te deseo la mejor de las suertes, yo voy a pedir que me abran y voy a volver a mi casa, salí hace como dos horas y seguramente están preocupados por mí. ¿Pagaste por adelantado verdad?, hasta recién me doy cuenta de que lo que cuesta, vale.

Los sujetos entran estables, seguramente no muy conscientes de los traumas que los tienen atados a la forma en que viven. Seleccionamos para el tratamiento a aquellos que no representan en apariencia un peligro para la sociedad, les hacemos un seguimiento de seis meses antes de invitarlos a un primer encuentro. Seleccionamos a los que, por motivos de pequeños éxitos, en lo profesional o sentimental, tienen seguridades sobre si mismos bastantes cimentadas, esto es requerido para que puedan soportar el tratamiento. El plazo para los reincidentes suele ser de seis meses también, como si una necesidad dormida se activase en ese tiempo y necesitasen pasar por el tratamiento nuevamente, para estabilizarse, para poder continuar con su vida de manera normal.

Pasemos ahora a hablar sobre los costos del tratamiento y los rendimientos a mediano y largo plazo que hemos tenido. En la gráfica de la pantalla podemos ver la afluencia de pacientes nuevos y reincidentes en los últimos seis meses y calcular…