Tengo vacaciones, pocos días, decido quedarme en casa, para ahorrar. Experimento aquí, donde vivo con mi familia en número de 12 más o menos, una sensación de alienación, una falta de pertenencia. Es por mi incesante ritmo de vida, en días comunes paso solo 8 o 9 horas en casa, de las cuales 6 estoy durmiendo. No es de extrañar, entonces, que el hecho de pasar dos días seguidos sin salir, siquiera para comprar una gaseosa en el kiosco de la esquina, generen perturbaciones en los otros habitantes del ambiente, como en mí también. Las conclusiones directas del experimento, pasados menos días de los que estipule para empezar a obtener algunos resultados, son a) no soporto a mi familia y, el menos esperado, b) mi familia no me soporta a mí.
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