domingo, 20 de marzo de 2016

Repetidas mariposas en la panza

Pensaba en una película de Adam Sandler. Sí, creo que alguna película de Adam Sandler puede llegar a motivar escribir algo al respecto en mi blog alguna vez. El film en cuestión era, según recuerdo su traducción al español proyectada por canal 8 “Como si fuera la primera vez” o algo así. Es la típica comedia romántica con un toque de humor irónico desde los personajes secundarios, que no son más que arquetipos estereotipados y exagerados en la medida de bla bla bla. Creo que para análisis de películas existe gente más capacitada que yo así que prosigo. La historia es básicamente de la una chica que tiene un problema mental, una enfermedad por la cual pierde la memoria de lo que hizo después de dormir, conoce por casualidad en un bar, al que siempre va por qué cree que siempre es domingo por la mañana, a un hombre, el personaje de Adam Sandler, quien, haciendo los típicos juegos de las comedias románticas, logra enamorar a la mujercita por un instante. Luego se despiden y vuelven a encontrarse al día siguiente en el mismo bar, pero ella no recuerda nada sobre él, quien trata de proseguir una charla que para ella nunca existió y así. El drama existencial y emocional de la película continúa desde este argumento con los toques de humor que ya mencionamos. Hasta aquí sigue sonando a una película para ver un domingo a la tarde en canal 8, y admito que entretiene. Voy a tomar licencia de escritor a partir de este punto y voy a cambiar el tono de este texto hacia un espacio un poco más profundo, pues quiero comentar algo que me surgió al pensar en esta película de Adam Sandler, porque sí, creo que una película de Adam Sandler puede llegar a motivar escribir algo al respecto en mi blog alguna vez. Pensaba en la aventura del primer encuentro, en la emoción que surge cuando vas a conocer a ese hombre nuevo, misterioso, extraño, que los infinitos de la vida te presentan a veces, por ejemplo, en un bar comiendo algo un domingo, o cualquier día que ella pueda creer que es un domingo. Pensaba en las artimañas de Don Juan que tenemos que representar ante aquella dama, para conseguir esa sonrisa tan deseada, la que nos indica que las cosas están saliendo bien, esa mueca de curiosidad al vernos navegar por nuestros pensamientos existenciales, esa admiración con que nos analiza de pies a cabeza cuando contamos aquellas aventuras caballerescas, de trabajo o de cancha o de amigos. Pensaba en las repetidas mariposas en la panza, que surgen cada vez que se presenta ese posible nuevo amor. Pensaba en la necesidad de reinventarse, cuando queremos llamar la atención de esa extraña y solitaria mujer. Pensaba en lo adictivo de aquella situación que viven los personajes en la película. Desde la perspectiva de ella, sentir en cada encuentro, cada vez que vuelve verse con él, la emoción de la primera vez, las mariposas en la panza dando vueltas y tornando todo el mundo al revés, cambiando los planes de un día como todos, generando ilusiones futuras sobre ese alguien que se nos aparece así, misterioso, encantándose con aquella situación constantemente, viviendo esa primera vez siempre. Y desde la perspectiva de él, crear una nueva persona, lograr encantar a la bella dama en cada oportunidad, reinventándose con la premisa de que en un nuevo encuentro ella lo verá como a ese extraño personaje de ficción, el que suma todas las formas de aquello que quiere, que logra llegar a su corazón, porque es capaz de crear y recrear esos momentos, porque siente en todas sus sonrisas sinceras una victoria. Pensaba en lo adictivo que sería vivir esas primeras veces, esas mariposas y esas reinvenciones, todo el tiempo, en lo rápido que consumimos esos momentos, cuando nos relacionamos con alguien nuevo, cuando empezamos a conocernos, sin aprovechar que tendremos esas mariposas en la panza solo una vez.

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