El ser literario es un ser solitario. Es como una roca dura y fría cuando critica su obra última. Es un enamorado de las situaciones simples que encierran grandes historias. Es un soñador irremediable, el perfecto idiota, crédulo e inocente. Es el profeta de los momentos de su vida, el idealista que acierta para su desgracia. Es el que quiere más de aquello que solo él entrega. Es el que le busca la vuelta a todo, pero que nunca encontró vuelta. Es el que estuvo aquí y allá y nada trajo. Es el colgado de siempre, de una viga que no se rompe, de una muerte que es segura, que va lenta, pero segura.
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