Hablando con un actor, con un artista de la actuación, comprendí una verdad que me parecería absoluta si pudiera creer en uno o varios infinitos. Me dijo, y cito, “para interpretar un terrorista con barba, te tenés que dejar la barba, tenés que usar la barba, tenés que sentir la barba y ser la barba”. Suena lógico. De todas maneras me preocupaba más el hecho de que, para interpretar un terrorista lo importante sea saber usar y sentir la barba. Supongo que la violencia, el terror y la intimidación, son parte del cotidiano de la vida, no solo la de un terrorista, nada demasiado difícil de interpretar entonces, solo aprender a sentir la barba. Cuando pienso en aplicar este absoluto a lo que yo hago, quedo en un lugar un poco complicado. Supongo que quienes escribieron heroicas historias, de hombres sublimes, en alguna manera fueron hombres heroicos y sublimes, o al menos creyeron serlo, a lo Quijote. Que me quedaría a mi entonces. Escribir historias sobre un hombre mediocre, con un trabajo mediocre, que vive en una ciudad mediocre y se siente mediocre. Pobre del lector, cuan mediocre podría ser esa historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario