domingo, 23 de enero de 2011

Recordando a Mariana

– Cada vez que recuerdo a Mariana lo hago con menor detalle, creo que son pequeñas cosas las que voy perdiendo, nada más, no es que me olvidé de ella, ¿serán los años?

– Es probable, después de todo, los componentes se desgastan, los módulos de memoria se estropean, además tenemos esa tendencia de borrar registros para almacenar nuevos datos que…

– Está bien, ya basta, todo eso lo sé, de haber necesitado un técnico no habría recurrido a vos. Es obvio que no podemos recordar todo detallado siempre, nadie puede, pero ¿conoces esa sensación de perder algo importante?, como tener una foto cortada o en partes, que sólo muestra una imagen pero no un contexto, algo así como…

– No digas más, me doy cuenta al instante que necesitas consultar los backup's, ¿conoces la fecha o la ocasión?, ¿algún parámetro de búsqueda particular?, puedo consultar en los registros de a uno pero tardaría varios minutos.

– Espera, no hagas nada todavía, ¿podrías dejar de pensar en ceros y unos por un momento? Estoy tratando de resolver algo importante… ya sé, esto es lo que vamos a hacer, voy a planteártelo en tercera persona.

“Mariana despierta esa tarde calurosa de primavera, se levanta de la cama y camina hasta el gran ventanal, repliega las cortinas y un sol naranja ilumina el cuarto hasta el techo. Gastón entra en la habitación totalmente mojado, la fuerte tormenta proveniente del este lo empapó en su caminata matutina, abraza a Mariana que se queja aun enojada, reprocha lo transpirado que está él y se aleja hacia la ventana soltando el elástico de su bombacha marrón, aprisionado entre ambos cachetes de sus nalgas, a Gastón le gusta mucho esa imagen.”

– Eso estuvo muy bien, ¿de donde lo sacaste?, es decir, no te creía capaz de procesar algo como eso.

– No te precipites, si apenas estoy empezando...

– Aunque es una salida muy bien diagramada, y reconozco que sobrepasaste tu código, hay al menos una incongruencia en el fragmento, es decir, Mariana nunca usó una bombacha marrón.

– Tal vez nunca la usó con vos, ahora déjame continuar por favor, creo que estoy logrando algo.

“Esa noche cenaron temprano en la tarde, a la luz de las velas bajo un cielo oscuro y tenue. Mariana vestía de un rojo radiante pero opacado por su rostro, un rostro fino en curvas enmarcadas por sombras de luz lunar y estrellas, que iluminaban de par en par el balcón de la casa. Gastón la admiraba sin excusas y ella se lo permitía ansiosa de ser notada, pero él reconocía esa mirada esquiva e indiferente, sabía que él también estaba equivocado, pero no cedería ante las ideas ridículas de una niña caprichosa, no quería verla. La cena transcurrió en forma normal y serena, rieron por momentos al recordar viejos días y viejas ideas, rieron al verse viejos siendo jóvenes. Decidieron bailar e incluso salir de la casa, irse a una fiesta, algún pub de moda, ver amigos, tomar algunos tragos y bailar, donde sea bailar. Y bailaron dando giros y saltos, rápidos movimientos de un lado a otro, era un vals lento y magníficamente ejecutado por los dos. Mariana se detuvo un instante, corrió presurosa por el pasillo hasta llegar a la puerta y entró a la casa, mientras que una lluvia torrencial bañaba casi por completo a Gastón que sólo tardó un poco más en entrar pero esto bastó para terminar empapado. La demora, como siempre, la ocasionó el auto, ese maldito cacharro se trababa antes de cerrar por completo la puerta. Ella podría haber sugerido de nuevo sacar los viejos equipos del garaje, pero no quería iniciar otra pelea. Ya en la casa los dos encendieron las luces aunque todavía estaba claro, la luz se filtraba por los grandes ventanales y la tarde moría lenta, el paisaje desde el balcón era magnifico, era de un cielo abierto y despejado que mostraba un sol naranja, inmenso en el horizonte y a medio poner. Decidieron continuar el baile que se postergaría más adelante esa noche, pero él estaba traspirado y ella prefirió alejarse.”

– La discusión por los equipos fue tan innecesaria, para mí Mariana tenía razón, somos chatarra inservible, pero también somos el esfuerzo y sacrificio de años de estudio de Gastón, y creo que eso ella nunca lo entendió.

– Yo creo que Gastón hubiese preferido tirarnos, ¿no te parece?, sino de qué le sirvió guardar un ordenador obsoleto corriendo un programa inútil. Estoy un poco enojado, sigo tratando de recordar a Mariana, pero en los fragmentos hay falencias, creo que las peleas fueron en otro lugar y tiempo, los encuentros casuales, los bailes, algo falta, ¿vos te acordás del último día?

“Mariana está furiosa, o es que simplemente no resiste más, siente por dentro que Gastón está cada vez más distante, más dedicado a sus experimentos sobre conducta e inteligencia que a su propia vida, que a su vida juntos. Ha tratado durante meses captar su atención, recuperar su cariño, volver a ser parte de su vida, pero todo es inútil, ambos explotan en conversaciones a gritos fervientes. Mariana lo escucha pero no entiende la obsesión de Gastón, ¿crear el código de ese programa era tan importante para él?, eso de líneas de un lenguaje ensamblado capaz de interactuar, de aprender y crear, capaz de concebir arte en palabras, en prosa, capaz de sentir y expresar lo que siente, era la obsesión de un lunático”

– ¿Estas imprimiendo eso?

– Estoy imprimiendo todo.

“El último día de Mariana y Gastón juntos fue igual a cualquier otro, desayunaron en la cama, aunque la sala estaba toda sucia no les importó, el café con medialunas estaba servido en la mesa y ellos en los sillones. Vieron tele un largo rato, Mariana se quejaba de los programas nocturnos por ser siempre tan repetitivos. Gastón la dejó sola un momento para alistarse, ya casi era hora de su caminata matutina y Mariana tenía que empezar a preparar la cena, entonces ambos coincidieron en la necesidad de verse al menos una hora a la tarde, pasaron los días y esa tarde al fin llegó. Mariana soltó su largo cabello lacio, vestía una musculosa blanca escotada y esa bombacha marrón que a Gastón tanto le gustaba, era el último regalo que la mujer le daría al hombre, no hay como el sexo matutino, no hay como la luna ahí arriba adornada por las estrellas, no hay como Mariana vestida toda de blanco, no hay como su flequillo enrulado. Pronto Gastón recordó algo que nunca dijo, y una vez más esperó oírlo primero de ella, pero las horas pasaron y siguieron viendo tele en silencio, Gastón la dejó sola un momento para alistarse, y lo último que escuchó de ella fue un seco hasta luego, nunca más recordó cómo decir te amo, eso sólo lo decía Mariana.”

– Creo que quedó muy bien.

– Si, está bastante bien, pero tenemos que ser cuidadosos con lo que imprimimos, ya no nos queda mucho papel.

– ¿Crees que Gastón tarde todavía mucho en volver?

– No debería, espero que no, ya pasaron 77 años, igual no podemos parar. Gastón nos dejó la tarea de inventar e inventar y eso es lo que vamos a hacer. ¿Qué te parece si dejamos de lado a Mariana por un rato? El otro día tuve una idea sobre el…

* del libro Ernesto Pérez Pascualino y sus cuentos de ciencia-ficción popular

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