domingo, 16 de enero de 2011

El callejón de los vivos

La lucha de los muertos comenzó una tarde de verano, de un verano muy caluroso.

Algunos dirán que la carne de los muertos, en constante descomposición, emana un hedor rancio, obsceno en cierta medida, yo lo siento acorde a su decadente existencia, sucios y maltrechos. Los días de los muertos no son eternos como se cree popularmente, y estos hombres, como raza no como género, morían, lento pero inevitablemente morían.

El callejón de los vivos estaba rebosante de vida esa tarde. Los muertos son vivos un lunes aquí, un jueves allá o un sábado en otro lugar. Ellos son mayoría, pero representan fiel los sobrantes de una sociedad y un mundo de dioses auto impuestos.

Los muertos, como vivos dioses, sobreviven a pan y agua que ellos mismos consiguen sin mendigar. Reciclan sustento de la basura, cultivan alimento en la tierra árida, soportan frío y calor intenso en noches de escaso sueño. Son tentados y heridos por los flagelos del mundo, como los dioses, vivos o no, y aunque parece que la escala o el grado es menor, la carne es la misma en la ciudad y en los suburbios. Creo que se sufre siempre que se deja de ser vivo.

Los dioses caminaban por “el callejón de los vivos”, una peatonal de lunes y miércoles. Ellos impusieron el nombre en un acuerdo tácito, sólo de dioses, que responde a una frase simple “éstos son unos vivos, mira lo que quieren venderme”. Porque los dioses, amparados en el poder de su moneda, menosprecian ofrendas simples de muertos que creen vivos. Son dioses arrogantes, avaros y codiciosos, no sé muy bien por qué van a la feria de todas maneras, pero ahí están, consultando puesto por puesto, regateando monedas del vuelto, provocando la disputa de esa tarde.

Dos muertos se enfrentan en una lucha campal, más puesteros, amigos o clientes, se suman a la trifulca en ambos bandos. El motivo se ha olvidado, sólo queda la bronca y el orgullo. ¿Por qué muertos semejantes se enfrentan? Semejantes en el día a día, en historias de vida y en origen. ¿Por qué pelean entre sí? Los que antaño fueran amigos de años, compañeros de puestos en distintas ferias. No hay que ser un vivo para entender la importancia del sustento. Las trabas que la sociedad le pone al pan, en su largo viaje hasta la boca, es motivo suficiente para romperse la mandíbula. Y aunque después no puedas comer, siempre habrá una boca más pequeña que alimentar. Es lo que los dioses vivos no entienden, quitarle a un muerto un pedazo de comida genera muerte. Pero el mundo gira, llega la policía y las noticias, todo se calma. Entonces los vivos y los muertos comienzan a preguntarse ¿por qué? No hay culpables, o los culpables somos todos.

* del libro Ernesto Pérez Pascualino y sus cuentos de ciencia-ficción popular

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