jueves, 6 de junio de 2024

Papá

—Aph… ape, apa… aph aph apa… apapa apa pa, papa, apapa, apa pa papá, apapá papá.

—Mamá… mmmmaaaamá, mamá.

—Apapá, apapá, papá paaaapá.

—Mamá, mamá, ¡decí mamá!

—Papá, papá… papá.

—No, mamá, maaaaamá—el bebé sonríe en el coche—pero la puta madre Benjamín, mamá, decí mamá, mamá. Qué tenés que venir a nombrarlo al hijo de mil puta ese, ¿sabés cuándo le tenés que decir papá, sabés cuándo?, cuando el hijo de puta pague la cuota alimentaria, ahí le tenés que decir papá, cuando por lo menos te venga a ver un fin de semana, el cagetudo ese. Papá, papá, ni él conoce a su papá, no tenés abuelo Benjamín, ¿y sabés por qué no tenés abuelo?, porque nadie lo quiere a tu papá, no lo quiere ni la madre, no lo quiere ni el padre que lo abandonó, nadie, nadie lo quiere, ¿y vos?, vos tampoco lo vas a querer, YO ME VOY A ASEGURAR DE QUE VOS NO-LO-QUIERAS, por borrarse, por ser un cagón y no estar cuando lo necesitábamos. La peor la pasamos en el embarazo Benjamín, la peor de todas, y cuando le fui a pedir ayuda me cerró la puerta en la cara, como si vos ni yo le importáramos, como si no me conociera. Él y su vieja no me atendían el teléfono, me corrían cuando los encaraba en la parada del colectivo, me trataban de puta, a tu mamá Benjamín, a tu mamá la trataban de puta. No tenés idea el quilombo de abogado que tuve que hacer para que le debiten del sueldo, pero ahora, ahora si se va a cagar para tener plata, ni una media se va a poder comprar, nada, si antes no te pasa tu salario, ya va a ver. Y vos, vos de grande vas a saber todo, te voy a contar lo que sufrimos con mi vieja, lo feo que es que nadie te respete en la casa, lo feo que es tener que hacer todas las cosas por un plato de comida y un sachet de leche para vos, lo feo que es dormir en una piecita con humedad y tener que andar pidiendo permiso hasta para sacarte a pasear al parque. Te voy a contar todo, para que sepas lo que hice para que estés bien, para que vos si me respetes y me quieras, y me cuides cuando sea viejita, te voy a contar todo para que no seas como el hijo de mil puta ese de tu papá.

—Apapá, papá papá.

—No, no Benjamín, mamá, decí mamá.

jueves, 30 de mayo de 2024

Iglú

La morsa amamanta a Nukarta a la mañana, cuando el oso polar no está, cuando sale a recorrer la playa agrietada, en busca de peces dragón perdidos cerca de la superficie. La morsa sabe que Nukarta ya no tiene edad para chupar el pecho de su madre, que debería salir, sentir el húmedo frio en la nariz, aprender a usar la caña, descubrir cuando sale y se pone el sol, pero al momento de decidirse a dejarlo ir, el recuerdo del pequeño Paarnaq, bajo el inmenso lago congelado, hacen que lo devuelva a su regazo para arroparlo con su grasa. El oso polar sufre este apego, cree que no valoran el pescado fresco que pone frente a ellos todas las noches, que tiene necesidades de macho sin satisfacer, que es hora de iniciar a la cría en las viejas enseñanzas, lejos de su madre, lejos del iglú que los protege. 

Se parecía a lo que relatan las viejas leyendas, para Nukarta, ver a la morsa pelear con el oso polar. El enorme peso de ella, sus grandes colmillos, la fuerza descomunal de él, sus garras de cazador. Los años de relación no tuvieron peso y la naturaleza hizo vencedor al más experimentado. El oso polar arrastró a la morsa hacia la playa para darle fría sepultura bajo el agua. Nukarta salió del iglú por primera vez en años, no dejaba de pestañear por la luz, el frío afuera era distinto del frio adentro. El sonido del hielo resquebrajándose lo puso en alerta, cuando pudo aclarar la vista la morsa y el oso polar ya no estaban, solo la inmensidad de la playa, los peses dragón perdidos cerca de la superficie y él, que no había aprendido a usar la caña.

martes, 28 de mayo de 2024

Lugares a los que no quiero volver

A vos desnuda
en el colchón que le compramos a mi tía
con la tele de tubo
y un capítulo viejo de los Simpson.

Al bar de la peatonal
hay mijo, no podés estar tomando solamente soda
en las uñas rotas el esmalte no brilla
y los dedos de viejito te quedan feo.

A la pileta de la colonia
a ver manisero, a ver manisero
el reflejo corriendo por la coronación
y solo el agua transparente.

A la señora que grita
¿y por qué me descuentan sin avisarme?
al señor que se enoja y golpea la mesa y llamo al guardia
y hay cincuenta en la fila y la cabeza me mata y recién son las diez.

Lugares a los que inevitablemente vuelvo

A la panadería en la esquina de tu casa
donde ya no venden los bollitos con chicharrón

Al sarro negro en los dientes del inodoro
A sentir saladas las gotas de agua en la ducha

A las pastillas que me consigue el pibe
con la mitad de mi edad, y el doble de problemas


martes, 14 de mayo de 2024

Recibida

San Miguel de Tucumán. 24 de julio de 2008

Dr.

Carlos Daniel Aguirre

S________/________D

Asunto: recibida.

De la manera más atenta me dirijo a usted para comunicarle que el día 22 de julio de 2008 aprobé la última materia que me quedaba por rendir para terminar la carrera: Literatura Latinoamericana.

Para celebrar el evento, el señor Carlos Alfredo Quintana, hombre del que le había hablado anteriormente, que fue mi compañero de pensión durante los primeros dos años de estadía en esta provincia, armó una botella con huevos, vinagre y pintura. Mantuvo esta mezcla fermentando durante seis meses detrás de la heladera de su departamento y la volcó en mi espalda a salir de la mesa de examen. Él nunca dejó de creer que está vez iba a aprobar la materia y terminar la carrera.

Mariana me llevó en el baúl de su auto Fiat Espacio que cambió hace poco. No le importó que este cubierto de harina, huevos y pintura. Paseamos por las calles céntricas de la municipalidad de San Miguel de Tucumán, escuchando canciones de cumbia villera con el volumen muy alto y gritando en cada parada de semáforo. Colgué de la puerta trasera del auto una bandera con el nombre y apellido que compartimos con usted, escrito muy grande y en letras de todos los colores del arcoíris.

Después fuimos a un bar cercano al instituto donde me esperaban compañeros de la carrera con pancartas que decían cosas como “profe pasame toda la lengua” o “llevame previa a febrero con vos”. Compramos, una tras otra, cervezas que se evaporaban mientras reíamos a carcajadas y gritábamos en medio de la noche y el tumulto tucumano. La mujer del bar mantuvo abierta la cocina una hora más para que puedan comer otros amigos que se fueron sumando más tarde. Empezó a amanecer y éramos varios así que seguimos el festejo en el departamento de Carlos Alfredo. Era tanta la euforia que terminamos desnudos cogiendo entre todos. No voy a contarle si Mariana nos acompañó, eso va a tener que preguntarle usted a ella.

La semana que viene salgo a tirar currículum, va a estar difícil conseguir algo por qué estamos por empezar el segundo cuatrimestre, tal vez pueda conseguir hacer una suplencia, igual sigo con las clases particulares y sumado el trabajo de secretario en la Clínica Muñecas llegó holgado.

Le dije a Mariana que me estaba costando llegar a pagar el alquiler y se ofreció a venir a quedarse un tiempo en el departamento para dividir los gastos. Hace unas semanas dejó de salir con el abogado Ricardo Ernesto Sánchez, hombre que entiendo es de su mayor estima, pero que a mí siempre me pareció un estirado. Ahora me acompaña cuando salimos con mi grupo de amigos y le empezó a gustar tomar fernet con coca. Seguramente le va a contar algo de esto cuando nos visite.

Si va a pasar por el departamento y no quiere verme le comunico mis horarios: yo salgo a la mañana a partir de las 8hs. y vuelvo al departamento cerca de las 19hs. También puede aprovechar el domingo 27 de julio, ese día voy a salir temprano al cementerio a dejar una copia de la constancia de título a mamá y voy a aprovechar para ponerla al día sobre todos estos años en que me ignoró por mi elección de carrera y por mi vida privada. De todas maneras, usted y yo sabemos que ella siempre fue consciente de su intolerancia y que tener que vivir con esa conciencia fue parte de lo que la llevó a la tumba. Sin más me despido, pero no sin antes recordarle que soy su hijo y que todo el dinero que tiene no va a poder cambiar eso nunca.

Atentamente: profesor Carlos Javier Aguirre

jueves, 9 de mayo de 2024

Pituto Jones

Pituto ama viajar en la Línea 5. Su apodo es porque su cabeza siempre tuvo forma de cosito comué, pero con pendorchos en lugar de orejas. A la mañana sale para la escuela a las 7, con intenciones de tomar el bondi de las 7:10, que ahí viene, entonces corre las dos cuadras que lo separan de la parada con techito.

A cuatro casas cruza a doña Forto, la vieja lleva un kimono despechado y otra vez se olvidó del corpiño, los lunares negros y peludos recrean la constelación de Orión en un cielo color leche vieja. Cuando la tiene a la par, doña Forto pasa la escoba haciendo un tsujikaze recto e inesperado, pero Pituto lo esquiva deslizándose de rodillas, en limbo, por el piso de carpeta, y se rasga el pantalón, pero al menos se da el gusto de agitar los hombros al pasar.

Salta delante de don Eusebio que riega la vereda, que la riega cuando estamos a 33 grados y el vapor hace desmayar a los misquitos, que la riega a las 6 de la mañana a oscuras, en invierno nublado, sin autos ni gente en la calle, solo el diablo y él, que la riega cuando la ve seca, cuando se acuerda que tiene que regarla, cuando se olvida de que ya la regó. Pituto salta antes de que arroje el baldazo de agua a la calle de tierra y piedras, aterriza mal en un escombro y empieza a caer hacia adelante pero rápidamente voltea su centro de gravedad para hacer un tumbacabeza y seguir corriendo.

Unas casas más adelante. cuando lo alcanza, chirlea en el cogote a Mauricio que sale de espaldas con la moto. Él fue novio de su hermana después de salir unos meses con su prima de la villa, cuando venía a la casa le traía palitos de la selva y chupetines con chicle, la María siempre decía que solo la buscó a ella para tirarse a la Raquel, ahora iba a tener una nenita con la vecina y no le quedaba otra que salir a trabajar todas las mañanas. Tras el chirlo Mauricio le dice “anda pa allá bobo” y Pituto le contesta “dale campeó”.

Llega a las escaleras de la casa de doña Gladys, que tiene una mitad del terreno más arriba que la otra, y cuando llueve se le inunda el garaje hasta la ventana. Sube de dos en dos los escalones y la vieja le grita “te va cae Pituto, te va cae”.

En el cruce viene levantando tierra el 107 cartel rojo, que no se inmuta al ver a Pituto correr hacia la calle y gira en dirección a Storni echando putas. Todo el mundo sabe que los choferes del 107 son descendientes de los conductores de carretas, de los viejos asaltantes de bancos que seguro andaban por estas tierras. Tienen sangre de forajido.

El 5 está dejando la parada después del puente, tal vez está vez Pituto no llegue a subirse. Toma carrera y salta olímpicamente el charco que en el barrio llaman “la antigua laguna negra”, pierde una carpeta, pero no importa, es la de música.

Corre ciego tres casas más hasta chocar con todo el viejerío del barrio al frente de la casa de los Nuñez. El viejo Lito Nuñez improvisó un mostrador con un tablón de albañil y seis cajones de manzanas. Está vendiendo, que digo vendiendo, casi que está regalando cortes de nalga, de lomo y de achuras, muchas achuras. Ayer carnearon a Rosa, la chancha más grande que tenía y una de las ultimas que le quedaban de cuando criaba, para salir a vender con el carro, tirado por la yegua Rosa, que se llamaba igual que la gata de la casa, Rosa, y que su difunta señora. El viejerío se abalanza sobre Pituto a la voz de “Pablito, qué grande está, ¿y tú mama cómo anda?”, “Pablito vení nene que tené la trenza desatadas, vení que te acomode el pelo también”, “¡chango!, andá a avisale a tu papá que el Lito la carniao a la última que le quedaba”, pero son lentos, como muertos vivientes sedientos de achuras. Pituto los esquiva sin mucho problema y sale del tumulto.

Queda en paralelo y a la misma altura que el 5, el más rápido será el vencedor. Pituto lleva la cabeza hacia adelante y los brazos hacia atrás para no frenarse con el aire, como le enseñó Naruto. La puerta de la casa con verjas y muchas flores está abierta, Valentín, el dogo de doña Encarna saca medio cuerpo y le tira un mordiscón cuando pasa, después empieza a perseguirlo. Pituto decide sacrificar la carpeta de ciencias naturales, pero esto no atrae a la bestia, entonces larga hacia atrás el medio sánguche de salame y queso que llevaba en el bolsillo. Valentín lo atrapa en el aire y lo engulle en dos bocados, parece que va a perseguir de nuevo a Pituto pero una moto con caño de escape ruidoso, que viene en dirección contraria, lo atrae más y comienza la caza.

El 5 dobla hacia la parada, pero Pituto ya está cruzando la calle, parece que lo va a conseguir, pero tropieza con los cordones desatados y cae en medio de la tierra y las piedras. La frenada del 5 suena como las chapas cuando el viento las despegaba del techo la tormenta pasada. Pituto se levanta rápido y así, sucio, casi sin carpetas, sin sánguche y con las trenzas desatadas, le hace seña para que pare.

El negro Cabeca, que va a la misma escuela, pero a tercero B, que es hincha del santo y no del deca, que dice que Marvel es mejor que DC, que se chapó primero a la Laurita, el negro Cabeca se ríe de Pituto mientras trata de abordar. A los empujones ambos suben y pagan. Hay solo un asiento libre, al fondo a la izquierda. Pero para llegar a él tienen que atravesar a un gordo con una mochila de Cars explotada, a una señora que lleva varias bolsas de consorcio con mercancías, a tres changos grandes en ronda, escuchando a Pablito Lezcano de un celular, y a una nena que está mirando el asiento de hace rato pero no se anima a sentarse. Pituto y Cabeca se miran. La carrera continúa.

domingo, 9 de octubre de 2022

El olor de mamá

Cuando la olimos a mamá, Matías y yo, era evidente había cobrado el sueldito que le daba la doctora por limpiar el consultorio los martes y jueves. Esto lo sé, porque varias veces, al salir de la escuela, caminábamos las diez cuadras hasta la dentista y la esperábamos a que termine de pasar el trapo de piso fragancia a lavanda. Era evidente que había cobrado, porque en el cuello se respiraba Intense de Monic. Seguimos oliéndola esa mañana, con la intensión de saber que le pasó, por qué estaba tirada en el suelo, por qué no se levantaba. Mamá respiraba. Su aliento tenía un dejo de ajo, de salsa de tomates con albóndigas de carne y… no, más bien era salsa boloñesa. Mamá había comido. Sus manos jóvenes esa vez estaban arrugadas, como sus manos viejas, blancas de más y un poco ásperas, era lo único que nos sugería que podían estar muertas, pero estaban cálidas e irradiaban lavandina con tanta fuerza que nos hacía ceñir la cara. Mamá estuvo trabajando. En la panza tenía olor a miércoles, me dijo Matías mientras la abrazaba y la llamaba sollozando “mamá, mamá… mamá”, sin poder hacerla reaccionar, hoy era viernes. Mamá llevaba varios días sin bañarse. En los pies llevaba puestas unas chancletas que solía usar en casa, no en el consultorio, tenía las uñas pintadas color tierra, el espacio entre los dedos con humedad de bache, los tobillos con mugre de muchas cuadras, con solo apoyar mi nariz sobre ellos sentía el sabor a barrio. Mamá vino caminando.

Disculpe señor, pero eso que me cuenta pasó hace 20 años, ¿Qué tiene que ver con el estado actual de su madre?

Es que esa no fue la primera vez que olvidó tomar la pastilla, pero si la primera vez que perdió el conocimiento.

Lo llamé a Matías para avisarle que había encontrado tirada a mamá. Me preguntó si estaba otra vez en la placita, donde hicieron el altar para la virgencita desatanudos, le dije que no, que estaba de camino al consultorio. Me preguntó si respiraba, le dije que apenas. Le conté que la enfermera le había dado puré de zapallo y una presita de pollo, pero unas migas verdes entre los dientes me hicieron darme cuenta de mi error. Mamá comió puré de batata. Tenía las manos mojadas con un agua espesa, salada al tacto, con fragancia a hospital público, unas cuadras atrás había encontrado la aguja y la bolsita. Mamá se sacó el suero. Tenía panza de mujer adulta mayor, con el pupo hundido, oscuro y acuoso hacia el fondo, con una aureola negra seca hacia afuera, que me hacía picar la nariz, ese jugo se había acumulado y vuelto rancio. Mamá llevaba varios días sin dejar que la enfermera la bañe. Tenía los pies lastimados, en una mezcla de rojo, marrón y verde, unas sandalias de barro seco habían dejado huellas en la vereda antes del desmayo, emanaban el hedor de las cascaras de banana descompuestas, uno de eso olores que quedan grabados en el entrecejo y después se saborean en la lengua. Mamá no quería usar el talco con ácido bórico que le dejé a la enfermera. Una última fragancia llamó mi atención en su cuello, una que difería completamente de las otras, entonces me di cuenta, llamé de nuevo a Matías para avisarle que había dejado de respirar. Mamá seguía usando Intense de Monic.

Disculpe señor… le soy honesto, no entiendo por qué me cuenta todo eso.

Es que fue en ese momento en el que se me ocurrió cómo quería velarla.

Traje todo. Quiero que huela a pata, así que mezclé cascara de naranja, manzana y banana, y las dejé a la intemperie durante tres días. Usted vea cómo soluciona el asunto de los mosquitos. Matías va a traer unos ñoquis con salsa roja que hizo su esposa, la receta es de mamá y le salen muy parecidos. Podemos ponerle unos cuantos, en la boca, y le movemos la mandíbula para que los mastique. Traje el detergente, de la misma marca barata que compraban en el consultorio, vamos a rociarle un poco en cada mano, pero solo un poco, no quiero que opaque todo lo demás. Para esto vamos a necesitar guantes, este detergente te destruye la piel. Encontré una botella medio vacía de Intense en el botiquín del baño, hacemos una o dos descargas, el que se acerque a besarla lo va a notar. En el salón velatorio no tiene que haber aromatizantes. Y traje estas flores, gardenias, rosas, lirios y peonias, las vamos a poner a los costados del vientre, así olía mamá cuando la abrazaba de chiquito, cuando volvía del vivero, los miércoles.

lunes, 8 de agosto de 2022

Star Trek

La primera vez que lo vi llevaba puesto un traje espacial. Era un explorador de otro mundo, que incursionaba por primera vez en el jardín de mi planeta. Con timidez, al principio, observaba en dirección a la casa desde atrás de le mesa del quincho. Por los platos en el suelo y el freezer abierto, podía adivinar que llevaba un buen rato reconociendo el terreno. Quise acercarme, pero al ver que se asustaba me detuve. Conteniendo los pasos me acerqué a la reposera junto a la pileta, y ahí me quedé esperándolo.

Tenía un casco de caja de Titas con un recuadro cortado, y tapado con una radiografía vieja blanqueada con lavandina. Detrás el explorador era un pecoso colorado, con mocos pegados al borde del labio, que respiraba con algo de dificultad, supongo por la compresión del aire dentro del traje. Caminaba a salto de astronauta. Cada rincón del jardín era un lugar sin explorar, tenía que evitar el ataque de serpientes de manguera verde, que las maquinas engulle pasto se enciendan de repente, o que algún monstruo marino pueda salir de la laguna junto a las reposeras. También tenía que determinar si yo era una especie amistosa.

Su traje era el uniforme reglamentario de la agencia aeroespacial argentina. Tenía la típica banderita celeste y blanca en uno de los hombros y en el otro la calco de Perón y Eva del segundo mandato. Al frente una leyenda anunciaba la procedencia del explorador a cualquier habitante de otro planeta: "vota a Cacho García, tu compañero. Lista de los trabajadores de Ñuñorco". Se acercó hasta donde estaba, le hice el tradicional saludo vulcano para demostrarle mis intenciones amistosas y él me devolvió los dedos en V. Detrás de la radiografía pude observar una sonrisa juguetona, de dientes de leche, y supe que habíamos llegado a un entendimiento. Le hice señas para invitarlo a pasar a la cocina de la casa, si es que quería comer algo, y él se palmeo la panza para confirmar. Nos movíamos a salto de astronauta cuando el ruido de un portón estremeció el espacio. El explorador quedó atónito. Tuve que tomarlo de la mano para que pueda seguir el viaje.

En los brazos, bolsas plásticas de dos colores, subidas hasta los hombros, impedían que los gases tóxicos, del nuevo ambiente, contaminen las manchas de aceite en los codos, puedan alcanzar el collar de tierra en el cuello, o afectar el pecho huesudo. La cocina era el habitad definitivo de una civilización avanzada. El microondas, la heladera y las hornallas se manejaban con botones, que parpadean leds y emiten sonidos de bip. Las luces se encienden solas al caminar cerca de un lugar oscuro. Todo está pintado en colores cálidos a la vista, sin manchas de suciedad y humedad, y los muebles dispuestos en armonía con el espacio. El explorador se sube a una de las sillas ergonómicas, no logra acomodarse para quedar cómodo, cosas que pasan, parte del oficio de conocer nuevas civilizaciones es adaptarse a sus costumbres. Yo preparo algo que en mi planeta llaman merienda, por suerte me quedaron saquitos de Bahgol, que había dejado de comprar, y tenía unas tostadas de pan negro, manteca y mermelada.

Los guantes del traje eran de albañil, de hilo blanco grisado por tierra de patio y piso de carpeta, con matices de herrumbre de chapa picada y goma de rueda. Después de servirle la merienda, necesitaba que se saque los guantes y el casco, para que pueda comer, le hice señas tocando mi nariz con un dedo, para que sepa que respirábamos el mismo aire. Al comienzo vi, detrás de la radiografía, que negaba con la cabeza, aunque el casco cuadrado se mantenía inmóvil. Después levante una tostada, amagando con comerla, y reaccionó indicándome que pare. Con ambas manos a los costados de la caja de Titas levantó el casco y el sonido de descompresión del aire pudo escucharse. Al comienzo miraba en todas direcciones de la cocina, seguramente mi mundo se veía diferente sin el casco puesto, después recordó la merienda y comenzó a comer.

El traje se completaba con una bermuda negra, que tenía el número 10 en una de sus piernas, y en la otra el logo de la AFA. Los tobillos y pies estaban cubiertos por unas botas altas hasta las rodillas, de un material invisible, que dejaban ver sus piernas oscuras de tierra, sus pies embarrados y las uñas de punta negra. Recordé que las botas del traje espacial de mi hijo, también un explorador de las estrellas, estaban guardadas en un armario junto a la puerta del baño del primer piso. Le hice señas al astronauta para que me espere, primero hizo los dedos en V, pero después trato de hacer el saludo vulcano, yo le respondí de igual manera. Mientras subía la escalera escuché un llamado, supongo que el intercomunicador del traje estaba con el volumen alto.

—Javieeeeeeeeeeeer, vení ya para acá, me cago en la mierda, ¿dondestan lo guante?, Javieeeeeer.

Volví rápido a la cocina, pero el explorador ya se había materializado nuevamente en su nave. Seguramente algo urgente lo requería, que hasta tuvo que dejar su casco. Lo guardé, junto a las botas que fueron de mi hijo. Empecé a tomar mates, a la tarde, en la reposera junto a la pileta. Desde el encuentro siempre compro Bahgol, en caso de que el explorador vuelva a visitar el jardín de mi planeta, pueda recibirlo como corresponde.

sábado, 23 de julio de 2022

El revés del colchón

—Julieta abrime… Julieta abrí la puerta por favor, no podés seguir encerrada ahí, no podés hacerme semejante quilombo por una boludez— Mariana golpea la puerta al tiempo que insiste —Julieta, dale, no seas boluda.

Temprano habían dado vuelta el colchón. La hija que ambas adoptaron de la calle, Trudi, había menstruado por primera vez y no quedaba otra que darlo vuelta y cambiar la sabana. El departamento era de Mariana, llevaban conviviendo siete meses, trajeron a Trudi hace dos.

Mariana no era fanática de los gatos, pero el departamento era muy chico para un perro, incluso un caniche o un salchicha. Julieta se comprometió a limpiar la caja de las piedritas siempre que Mariana se encargue de mantenerle el plato de agua y de comida lleno. Visitar al veterinario fue lo primero que hicieron como pareja en el barrio, caminando de la mano las dos cuadras de ida y de vuelta. Doña Encarna estaba horrorizada “si la viera su mamá, que en paz descanse bendita mujer. ¿Y cómo se llamada el chico ese, con el que salía?, menos mal que se fue a tiempo”. Julieta caminaba con la frente bien arriba, presumía un trofeo, Mariana estaba insegura sobre la gata, convivir no era fácil siendo solo dos, y ahora Trudi.

Mariana apoyó la espalda contra la puerta y se dejó caer, golpeo hacia atrás dos veces, a puño cerrado y de forma contundente —Juli, abrime, hablemos— y un llanto del otro lado de la puerta interrumpió el silencio —no Juli, no llorés, perdoname amor, no quisé gritarte.

Después de dar vuelta el colchón, descubrieron una mancha verde con forma de bombuchazo. Trudi se acercó a olfatearla, hizo algo parecido a un estornudo y movió la cabeza como despabilándose, después salto hacia la puerta y salió por el pasillo a la cocina. Mariana estaba buscando las sabanas limpias cuando Julieta le preguntó por la mancha.

—Es una historia graciosa. Viste Juan, bueno yo estaba loca por él, pero loca en serío ¿no? Nos la pasábamos en la pieza, escuchando música, fumando, cogiendo. Solo salíamos para preparar unos mates y bajábamos a comprar medialunas en la panadería de Fredy. Fue una de esas veces. Él estaba apoyado en el respaldo, me estaba por cebar uno lavado, yo me acerqué por el costado y amagué con morderle la panza, él se asustó y volcó el mate. Un poco de agua me cayó en el pelo y el otro hizo la mancha. Nos reímos como una semana de eso.

Mariana pensaba que algo así debía haber escuchado Julieta, cuando le habló por primera vez de Juan. Lo siguiente fue confuso para las dos.

—¿Y por qué no lo cambiaste al colchón?

—¿Sabés lo que sale comprar un colchón?

—Vos lo dejaste porque te hace acordar a Juan.

—Julieta estás hablando boludeces.

—Y lo diste vuelta para que yo no sepa de él.

—No, Julieta, cuando lo di vuelta fue porque… mirá, ni sé cuándo lo di vuelta, esta así desde hace un montón, ya ni salía con Juan y estaba así.

—¿Y cuando me ibas a contar de todo lo que hacías con Juan?

—No sé… sí te iba a contar algún día, pero no tiene importancia para mí, eso quedó en el pasado.

—Sí, quedó en el pasado, pero te acordás muy bien de cómo se hizo la mancha del colchón.

—Me acuerdo, pero por otra cosa. Esa tarde nos hizo frío, así que los dos andábamos embuzados. Yo tenía varios días casi sin hablarle. Juan otras veces me había hecho el aguante cuando me bajoneaba así, me abrazaba cuando me acostaba y me quitaba la almohada con la que me tapaba la cabeza para que no me escuche llorar. A veces estaba mal días enteros, y él se encargaba solo de cocinar y mantener limpio, compraba las medialunas y preparaba los mates. Esa tarde debe haber sabido que le iba a pedir que se vaya, porque cuando le pedí que me de uno lavado me dijo que no. Después dejó todo en la mesa de luz y se puso a juntar su ropa en una mochila, y mientras la armaba tiró el mate en la cama. No se molestó en limpiar, yo tampoco tenía ganas de hacerlo.

Mariana quiso decirle, contarle a Julieta el tiempo que había pasado sin saber qué hora era, donde estaban las llaves del departamento o el control remoto, cuantos días llevaba sin comer. Solo se limitó a bajar la cabeza. Julieta gruño del enojo y azotó la puerta del baño antes de ponerle llave.

—Julieta dale —Mariana insistía, pero con menor convicción, entonces escuchó maullar a Trudi en la cocina. Quería levantarse del piso junto a la puerta del baño, lugar que se convirtió en su menos favorito del departamento, quería abrir las ventanas para entre el sol, volver a los días buenos con Juan, pero sin él, abrazar la sonrisa que encontró cuando decidió buscarla en su cuerpo, dejar los días de llanto en el pasado. Se levantó torpemente, como pudo, y buscó a la gata en la cocina.

— Hola Trudi, Trudi-Trudi, venga chiquita venga, ¿Qué pasa?, ¿Qué quiere? — el plato rojo del alimento estaba hasta el tope. Tiró el agua del plato azul para llenarlo de nuevo, pero no podía ser eso, porque le había cambiado el agua antes de acostarse a dormir con Julieta. Miró la caja con las piedritas que estaba sucia, llena excremento duro, pegoteado con pelo y piedritas, y tenía manchas húmedas de pis por todas partes. Se quedó mirándola por un rato, hasta que Trudi le cabeceo el hombro para que la acaricie, entonces despertó del trance. Saco una bolsa de un cajón de la alacena, acerco el tarro de la basura que tenía en la cocina y comenzó a limpiar la caja con las piedritas, después puso la pava a hervir en la cocina, busco el mate y la bombilla, pensó que, ya que estaba, podía poner música, lavar los platos que habían quedado del medio día y ordenar un poco su departamento, en compañía de Trudi.

sábado, 25 de junio de 2022

Videollamada

– …la mamá está haciendo los tramites de la jubilación, esta mañana la acompañé al banco y después al Anses a presentar unos papeles, yo me volví para poder llamarte, es más o menos el mismo lio que tuvimos que hacer con vos.

– Nah, yo fui con la mamá cuando le dimos de alta, ahí dan un montón de vueltas para entregarte una constancia y no te dicen a donde tenés que ir después. ¿y cómo se porta Gutiérrez?

– Ese gato de mierda, la semana que te llevamos no paraba de maullar, toda la noche meau meau, hasta se quejaron los vecinos. Me tuve que pasar a tu pieza a dormir ahí para que se calle, no lo podía traer a la mía porque es más chica y no entramos.

– Pobrecito el Señor Gutiérrez, lo extraño una banda sabés, bah a vos también, a la mamá y a Ramiro, quiero volver a la casa, estoy cansada de estar aquí, nos dejan salir solo un rato a la tarde, no conozco a nadie para conversar y por las pastillas que me dan quedo medio boba.

– Que embole hermana, pero vos concentrate en ponerte bien así te dejen volver, aquí todos te esperamos. Es más, el otro día vino Ramiro a pasar la tarde, me confundió con vos y casi me saluda con un beso en la boca, es que estaba usando la polera rosa esa que era tuya, es más, me probé varias camperitas y jeans que tenés en el armario, ¿podes creer que me quedan? Debo haber bajado unos tres kilos.

– ¿Y qué te dijo Ramiro?

– Nada, lo de siempre, te manda saludos y espera que te mejores, era que iba a pasar un rato a la tarde, pero al final se quedó a comer, la mamá abrió uno de esos vinos caros que tenía el papá en la vinoteca, esos que no abre ni cuando cumplimos años, yo cociné unos fideos con salsa y estuvimos hasta las doce más o menos en la mesa, ese Ramiro cuando empieza a hablar cagadas no lo podés parar, la mamá lloraba de la risa, después ella se fue a dormir, Ramiro se debe haber quedado hasta las cuatro de la mañana, no sé cómo habrá hecho levantarse a trabajar ese día.

– Que bueno que no estén tristes.

– Si estamos, cada uno se va adaptando como puede ahora que no estás en la casa. La mamá el otro día… – la videollamada comienza a entrecortarse, la imagen se queda estática por momentos, después se pone todo en negro – … y yo le decía que no se ponga así, que vos sos fuerte y vas a salir porque…

– ¿Quién sos vos?

– ¿Qué?, uh vos con tus bromas, se me corto recién un poquito a mí, pero pensaba que vos me seguías escuchando.

– ¿Quién mierda sos vos?

– Julieta soy tu hermana, Laura, no hagas esas bromas que después no te van a dejar salir de ahí.

– Vos no sos mi hermana.

– Julieta soy tu hermana.

– No, mi hermana tiene el pelo negro, tiene otro color de ojos, es parecida a mí, somos mellizas, vos tenés puesta la misma ropa que ella, pero no sos mi hermana.

– Julieta soy tu hermana, dejá de boludear.

– No, no sos mi hermana.

– Julieta soy tu hermana, a ver, preguntame algo.

– ¿Cuándo es nuestro cum…?

– El 5 de octubre.

– ¿Cuál es el segundo nombre de la mamá?

– Raquel, pero no le gusta así que no le cuentes al doctor.

– No no, no puede ser… ¿Cuándo lo compramos a Gutiérrez?

– No lo compramos, vos lo encontraste en la vereda un día cuando volvíamos del colegio, ¿Julieta estas bien?

– No no no, no, no, vos no sos mi hermana.

– Julieta basta, soy tu hermana.

– No, vos no sos mi hermana – se golpea la cabeza con una mano – vos no sos mi hermana, ¿porque estás haciendo esto?, vos no sos mi hermana – de espaldas a la pantalla comienza a golpear la puerta de entrada al salón audiovisual – ¡doctor, doctor! – el doctor y dos enfermeros entran.

– ¿Julieta estas bien?, Julieta.

– ¿Laura? – vuelve a mirar la pantalla – Laura sos vos, ¿Quién era la otra chica?, recién no estabas vos, estaba una de pelo rojo, tenía puesta tu ropa, pero no eras vos, ¿quién era la otra chica? – comienza a sacudir la pantalla con ambas manos – Laura ¿quién era la otra chica?

– Doctor, doctor ¿qué le pasa?

– Está teniendo un episodio, le vamos a poner un calmante para que se tranquilice.

– ¿Quién era la otra chica?, ¡Laura!... ¡Laura, ¿quién era la otra chica?!

– Ay no, ¿cómo es eso de un episodio, va a estar bien?

– Si, ahí los enfermeros la llevan a su pieza, ya nos hacemos cargo nosotros, lamento que haya tenido que ver todo esto.

– No, no se preocupe doctor, yo solo quiero que mi hermana se mejore.

viernes, 17 de junio de 2022

Lo desconocido

– Mirá cuantos autos hay ahí parados, me parece que está cortada la calle, por eso debe ser el humo que se veía…

Roque dobla a la derecha en Avenida Mate de Luna y Sargento Cabral. El león en el tablero aprueba con la cabeza el desvió. La luz baja de otros autos lo siguen en el espejo retrovisor. Laura sigue hablando.

– … cierto, no te conté, no sabés lo que gastó Mariela cuando se divorció de su marido. Me contó que es un montón de plata, entre el abogado de ella, el de él, los papeles que tienen que presentar en el registro, ni te imaginás, en plata de ahora es un montón. No conviene, para nada conviene que lo hagamos primero…

Roque no ve el lomo de burro a tiempo, frena de golpe pero igual lo sobrepasa fuerte. El león en el tablero salta hacia la derecha. Roque trata de ubicarse en la zona, si estaba en Villa Luján, entonces la plaza que acaba de pasar es la Primero de Mayo. Acomoda el león de nuevo en medio del tablero, que agradece bajando la cabeza como los japoneses. Uno de los cuatro autos en el retrovisor dobla a la izquierda y se pierde.

– mejor sigamos así unos dos meses más, vos quedate en la pieza de la empleada, total ya cama adentro no se contrata a nadie. Yo te voy ayudando a armar las cajas con tus cosas, dejamos la plata de las vacaciones para que puedas pagar el depósito y vamos buscando un departamento cerca de tu trabajo, uno con dos piezas para que puedas llevarte todo…

Una kermes ocupa la calle de la Parroquia San Martín de Porres. Roque cree que es esa parroquia, aunque estaba seguro de que quedaba en el cruce de San Martín y Castro Barro. Tiene que dar marcha atrás igual que los dos autos que tiene en el espejo retrovisor, muerde el cordón de la vereda y el tigre en el tablero queda de cabeza frente al volante. La calle ahora es de tierra, Roque acomoda el tigre en medio de tablero que festeja agitando la cabeza. Todo el auto tiembla un poco.

– igual, si te quedan cosas, yo las puedo guardar en el armario del quincho, lo que sea para que hagamos esto bien. Con la Camilita arreglamos. Mi vieja va a venir a quedarse conmigo, cuando vos te vayas, para cuidarla. Yo ya hablé con ella y le dije que cuando vos la quieras sacar a pasear, o que se quede en tu departamento, si tenés espacio, ella no tiene que decir ni pío. ¿Escuchame? Tu departamento, ya te estoy haciendo mudado. Yo, la verdad, no veo la hora de que nos separemos. ¿A vos te pasa así también?...

Llegan a un cruce que está inundado por una cloaca rota, la calle es de tierra y todo el camino está hecho barro. La intersección no tiene carteles con el nombre y Roque no sabe bien donde está. En el retrovisor no se ve ningún auto, hacen marcha atrás y pisan un bache camuflado por el agua, el tigre en el tablero salta hacia adelante chocando el vidrio del parabrisas. Roque vuelve hasta un pasaje a media cuadra y gira a la izquierda. Un cartel pegado en la pared de una casa dice Pasaje sin Nombre. Roque acomoda el tigre en medio del tablero que asiente preocupado.

– … che, que feo que está por acá… Roque ¿vos tenés idea de donde estamos?

Roque avanza por el pasaje, no hay luces de calle, solo la luz de la vereda de las casas ilumina el camino. En el retrovisor no hay nada. El tigre en el tablero ya no mueve la cabeza. El final del pasaje está oscuro, Roque sigue hacia adelante, en silencio, aunque el camino lo conduzca a lo desconocido.