Hay personas que les hablan a los animales. No es que estos les contesten o realicen algo más que alguna orden sencilla para la que fueron entrenados. Pero estas personas les hablan. Les cuentan su día a día, les hacen preguntas, les dedican palabras de gran afecto.
Hay otras personas que les hablan a las plantas. Que pretenden transmitirles una energía misteriosa para que crezcan más sanas y fuertes, más verdes. Les sonríen, les cantan, les dicen piropos. Las riegan y las podan, las dejan bonitas.
Están esas otras personas que le hablan a la tele. Aquí la interacción parece más recíproca. Contestan a las preguntas que el guion pone en la boca de sus personajes, se refieren de forma sarcástica a los menos queridos, se enojan, sufren y ríen, muchas veces con mayor credibilidad que los propios intérpretes.
Conozco muchas personas como estas y la mayoría, o todas, ya no hablan conmigo. Cruzan de vereda cuando me ven pasar, cambian la cara si me encuentran de frente, me ignoran. Es como lo estas suponiendo, el remate está en el título.
PD: aceptaré que no quieras volver a hablarme después de leer esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario