Vengo notando en estos últimos 35 años que llevo hablando en español, es decir, desde mi más temprana edad, cuando apenas entendía sonidos que generaban sensaciones de curiosidad, alegría o tristeza, hasta esta época en que se me da por escribir cualquier cosa que se me ocurre, es decir, desde que nací hasta hoy, vengo notando que desaprovechamos los usos de la palabra etcétera.
El comodín por excelencia de la lengua española lleva mucho tiempo relegado a denotar la falta de verborragia sobre un tema, que da para mucho más de lo que somos capaces de decir al respecto, a recortar una cuenta que por larga o repetitiva deja de ser necesario seguir enumerando, a menospreciar los detalles sobre un algo específico, por simple pereza mental, por falta de ganas.
Todos son usos apropiados donde esta expresión consigue el objetivo deseado sin mayores esfuerzos y con un porcentaje muy alto de entendimiento del mensaje de parte del receptor. Pero eso no significa que no estemos desaprovechando el potencial de esta excelente palabra. Supongamos un ejemplo concreto:
Salís al súper, al chino, al turco, al del viejo tano que ya es más argentino que la empanada, al que sea que tengas en el barrio, salís a hacer las compras de la mañana. Te encontrás con la típica señora del barrio, esa que te estas imaginando, que te vio nacer, que te vio correr medio en bolas por la vereda, que recuerda hasta que edad usaste pañales o si te dio paperas. Te encontrás con la típica señora del barrio y te hace la típica pregunta de barrio.
– ¿Mijo como esta?, ¿Cómo anda la mamá?
– Hola… y bien, andábamos medio preocupados porque etcétera.
– Ah bueno, cualquier cosa ya sabe, me avisa.
El intercambio se termina y vos continuas con tus compras de todos los días. Ustedes podrían decir que no hubo ningún intercambio, que no le dijimos nada a la señora. Esa es la magia de esta hermosa expresión.
Si mi vieja anda preocupada porque no le depositan la jubilación, y hace seis meses que no le actualizan los montos, y encima cobra la mínima por haber trabajado en casa de familia toda su vida sin ninguna cobertura social y sin aportes. Sobre eso no hay mucho que pueda hacer la típica señora de barrio. Y si además anda sintiendo unos dolores raros en la cintura, y la obra social no le cubre los estudios, y resulta que para autorizar los estudios que si le cubre tenés que hacer fila en el subsidio desde las 5 de la mañana para que te atiendan al medio día y “¿por qué no me la pueden autorizar a mi si aquí tengo el documento?”, “disculpe señor, pero tiene que venir ella”, “75 años tiene, no puede venir ella”, “le voy a pedir que no me levante la voz por favor señor”. No, sobre eso tampoco puede hacer mucho la típica señora del barrio. Y encima yo, que con mi sueldo la veníamos remando hasta poder conseguir lo medicamentos y “por la presente, la dirección le comunica que ha tomado la decisión de extinguir su contrato de trabajo quedando desvinculado de la empresa a efectos de finales del corriente mes”. Tampoco, sobre eso tampoco puede hacer nada la típica señora del barrio.
Y como no puede hacer nada y a mí de nada me sirve contarle todo eso, es que etcétera, y ustedes no se preocupen por que el asunto ese del dolor los vamos a solucionar con etcétera, y por mi parte ando teniendo algunas entrevistas de trabajo en etcétera, además quería aprovechar que leyeron hasta aquí para contarles de etcétera.
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