martes, 5 de abril de 2016

Un humilde pedido

Leo blogs de antes del bum de las redes sociales masivas como Facebook, Twitter, Instagram o Youtube. De cuando comunicabas tus ideas o pensamientos en espacios que no estaban colmados de publicidades personalizadas para el usuario entre tema y tema, sin ventanas apareciendo de repente informándote las últimas publicaciones de algún contacto, o hashtag referenciándote sobre lo que está hablando todo el mundo en un momento del día. En esa época, más simple, no tenía un blog, como tengo ahora.

Y leo blogs de la época en que ingresar a un blog y leer su contenido era algo que hacia solo la gente interesada en hacerlo. Porque esperaban que eso que estaba publicado en el blog sea algo interesante, algo divertido, algo profundo, algo con que poder identificarse y disfrutar del rato en que estaban leyendo. Porque esperaban que el interés que ponían en leer las entradas del blog sea justificado. Porque quienes escribían entradas en esos blogs lo hacían desde un compromiso con el lector, desde un compromiso con la palabra escrita, desde un compromiso con el contenido. Ahora, con el bum de las redes sociales masivas como Facebook, Twitter, Instagram o Youtube, todo el mundo siente que debe compartir todo lo que le pasa, sin el mínimo interés por el lector, sin la menor intención de transmitir un mensaje, sin importarle la perpetuidad. Leo blogs de épocas anteriores, épocas en que compartir un mensaje y que ese mensaje llegue a un lector era importante, épocas en que yo no tenía un blog, como tengo ahora.

Así es que leo blogs de antes del bum de las redes sociales masivas como Facebook, Twitter, Instagram o Youtube. De cuando no existía el like, o el corazón, ni siquiera el compartir. De cuando, quienes comentaban en el blog, lo hacían muchas veces sin la mínima ilusión de una respuesta, ni de otros lectores del blog ni del autor mismo. De cuando el comentario respondía a la lectura interesada del contenido de la entrada, de la afiliación a lo que expresaba sumando ideas, o de la contradicción, refutándola con más ideas que llevaban al debate, a interesantes charlas que duraban semanas entre un comentario y otro. Los blogs que leo, de cuando el comentario era un compromiso con el contenido de la entrada y no un intento narcisista de llamar la atención de los masivos lectores de un meme o una publicación pensada, también, para llamar la atención, los blogs que leo son blogs de épocas en que yo no tenía un blog, como tengo ahora.

Y envidio los comentarios de esos blogs. Porque son profundos, porque son perspicaces, porque van a quedar eternamente plasmados en esas viejas entradas. Porque son de una época más simple, en la que quien publicaba en un blog se comprometía con lo que hacía, en la que los lectores opinaban para contribuir, no para aparecer, en la que los comentarios eran importantes y perduraban. Entonces, para el esporádico lector de esta entrada, de todas las publicaciones que aquí se encuentran, tengo un humilde pedido: ¡COMENTEN ALGO EN EL BLOG, MIERDAS!

No hay comentarios:

Publicar un comentario