Un lugar, muchos lugares. Muchos lugares como ese espacio en Catamarca al 800, en que vi encaminada las curiosidades que me movilizaron siempre, que me hicieron querer participar, querer conocer y entender, y querer cambiar. Pero no cambiar para mí, que hasta parece fácil cuando lo pensás, cambiar uno, sin que en verdad lo sea, sino cambiar para los demás, cambiar esa realidad que es tan cruenta, que es tan fría e inescrupulosa a veces, sin ser corpórea, sin ser tangible. Esa realidad a la que no podemos reclamarle nada porque es abstracta, porque es una construcción que hicimos entre todos y hoy nos pesa, cambiar para mí y para los que me rodean esa realidad partiendo de ese lugar en Catamarca al 800, y es que así somos ahí, siempre queriendo cambiar al mundo. Muchos lugares como esa escuela secundaria del recuerdo, a la que volví una vez por un empujoncito de escritor inseguro por parte de esa profesora de lengua, esa vieja mala que tuvo la mala suerte de tener que enseñarnos los tiempos verbales y el plus cuan perfecto y demás, y que entre ejemplos y lecturas me llevo a enamorarme de esto que hago, a no reprimir lo que pienso y digo, a no conformarme con lo que leo, esa escuela secundaria. Que es la misma a la que vuelvo años después para integrar sus líneas, desde lugar distinto, son solo las prácticas, por ahora, pero me hace sentir orgulloso poder ser quien se para al frente de todos a dar la lección nuevamente, el rol es de docente, y aun así sigo aprendiendo en este lugar. Y muchos lugares como el barrio, la "esquina de la vagancia", que nos encontró en tardes interminables con los amigos de toda una vida, tomando una coca cuando alcanzaba, jugando al truco por tincazos o entonando rocanroles con una guitarra prestada que entonó más folclores que años sumábamos nosotros. Ese barrio y esa esquina donde nos sentíamos seguros tanto a la siesta como a las 3 de la mañana, que dejábamos para ir a merendar, a ver dibujos y bañarse para luego salir a hacer lo mismo, que por entonces y con alegría recuerdo que era el equivalente a lo que hoy sería no hacer nada, no en vano era "esquina de la vagancia". Muchos lugares como esa casa a la que llegué un día hace 28 años sin entender mucho de nada, la que hice mi hogar y me acogió como uno más de los miembros de la familia que la habitaba, ese lugar que me vio reír y llorar y cantar y bailar y correr y esconderme y hacer bromas y gritar enojado y romper platos y limpiar lo que rompí y mil cosas más que todo niño como yo hace en su casa, y que seguirá haciendo a pesar de los 28 años y de la madures y todos esos canceres de la imaginación. Porque ese lugar, mi casa, es el que me hizo lo que soy y me hace lo que seré, cuando me vaya si me voy, aunque en verdad nunca me iré. Muchos lugares imposibles de nombrar todos, muchos lugares, un solo lugar, los reúno a todos y los cargo a cuentas a donde voy, de donde algo también me llevaré, y así andaré con muchos lugares a cuestas en un solo lugar. Un lugar, mi corazón, muchos lugares.
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