A tragar saliva y a seguir, otra vez te mandaste la cagada, otra vez hablando de más, otra vez irrespetuoso y soberbio y estúpido dejándote llevar por ideas tontas y miradas parciales y lugares equivocados y momentos imprecisos. Y fácil cosechas lo que siembras, y fácil ganas el desprecio y la antipatía y el desgano, y fácil te cachetea la realidad mostrándote que no todo es como supones, que cuando los intereses priman estas solo, que cuando alguien quiere herirte siempre va a tener un as bajo la manga hacerlo. Pero no podés quejarte, si es tu culpa, por pretender que entre distintos somos iguales, por querer hablar sin pelos en la lengua, por hablar desde la catarsis y el enojo, por creer que el equipo prima ente las necesidades individuales, que podemos llegar a un acuerdo más allá de las diferencias, que tu aporte, mínimo o de grandes proporciones, tiene el valor que le das para todos los demás. Y aunque puedes considerarte una víctima de la circunstancia, justificarte errado por inocente o incauto o estúpido, lo cierto es que eres culpable. Culpable de tu gran boca, de tu postura irreverente, de tus tontas seguridades. Y así como lo admites agachas la cabeza, recibes la puteada y pides las disculpas, cargas con la culpa y te escapas de los lugares comunes, para pensar y tratar de entender por qué otra vez te salió todo mal, las conclusiones tal vez sean las mismas y seguramente le pintaras otra mancha al tigre, otro trapo al cajón de errores que desborda cada vez que vuelves a mirarlo, pero eso vendrá después, por ahora el plan es solo "a tragar saliva y seguir".
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