sábado, 9 de abril de 2011

LXXVIII – a

No cortes la suerte. Como si fuera fácil encontrar a alguien como vos.

Los demonios de la superstición nos atemorizan con sus historias de gatos negros y espejos rotos. Que inocentes somos a veces los que creemos en la pureza de los sentimientos. Qué fácil es mentirnos, y nosotros mismos mentirnos. Todo es tan ambiguo como el pensamiento repentino que motiva mis actos.

No tientes al destino que es frágil y puede romper este lazo. Si acaso no está predicho que te perderé. No seas la idiota que provoca el desencuentro, déjame serlo a mí. Que de hacerlo prefiero recordarte como hoy. Prefiero no tener que recordarte, por tenerte, pero no lo sé, es cuestión de suerte.

Voy a soltar tu mano un momento ahora. Búscame por que estaré ahí atrás, tratando de alcanzarte entre la muchedumbre. No me esperes parada en medio de la calle. No te alejes tanto, no tanto.

Me gusta así. Me gusta el reencuentro. Me gustas tanto que creo en supersticiones absurdas por darte el gusto. Por robarte esa sonrisa que muestras a veces en tus días sonrientes.

No temas si me escuchas golpear la columna de hierro. Si el reflector explota y los vidrios brillan como gotas de agua al caer. Sabrás que soy yo, como siempre, llevándome al mundo por delante en movimientos de sincronizados o torpes, como yo, torpe.

Voy a esquivar todo cuanto pueda y voy a chocar a todos los que sea necesario chocar para permanecer de pie ante vos y tomarte de la mano de nuevo. Vos como siempre reirás hilarante de los tropiezos que acostumbro dar en mi andar por la vida. Porque ahora no es la suerte, solo un tonto predecible intentando evitar que cortes la suerte.

No cortes la suerte. No cortes la suerte que nos unió y ahora me tiene de la mano con vos, caminando por el micro centro. No tientes al destino, no cortes la suerte, como si fuera fácil, como si fuera común, encontrar a alguien como vos.

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