domingo, 17 de abril de 2011

Juegos de azar

Haciendo resumidas cuentas mientras tomaba una ducha en mi casa, preparándome para salir a ver a una querida amiga de mucho tiempo, que vive lejos, y solo la veo un par de veces durante el año, descubrí lo buena que es la amistad que llevamos. Ambos compartimos buenos y malos momentos y la suerte encontró la forma de que nos juntemos al menos a veces, aunque la vida de los dos tomara distintos rumbos hace mucho. Qué buena suerte.

No me gustan los juegos de azar, no me gusta depender de la suerte para estar bien ganando o mal perdiendo, creo que el que quiere puede, y no tiene por qué depender de algo tan ambiguo y abstracto para hacer de este día uno mejor que el anterior. Hablo de amigos y de apuestas, de una vida azarosa.

Y es que lo pensé detenidamente y noté que todo el tiempo estoy apostando. Me creo de esos jugadores compulsivos que donde van entregan todo cuanto tienen en una baraja de cartas que puede no siempre ser la mano ganadora. Puede que no me explique bien. El lector deberá creer que en cada lugar nuevo que visito, por gusto o por azar, demuestro quien soy sin ninguna máscara. Mi humor, mi carácter, mis debilidades y mis fortalezas, mis alegrías y mis tristezas, mi pasado y el futuro que quiero para mí. No oculto ningún as bajo la manga, juego todas mis cartas en la primera mano y sé que no siempre voy a ganar. Hasta ahora me ha funcionado bien.

Porque haciendo resumidas cuentas pude ver que, de cada lugar nuevo que me toco conocer, con sus pros y contras, con las distintas personas que los frecuentan, pude conocer y establecer relaciones amistosas muy buenas. Conocí a grandes hombres y mujeres que hoy son los mejores amigos que la vida me dio. Algunos que no veo hace rato y otros que frecuento siempre, siempre están en mi mente y en mis recuerdos más queridos. Esta es mi mano ganadora.

Los menciono con la sola intención de que se sientan identificados por que para ellos escribo esto. Cronológicamente están esos amigos del barrio que siempre estarán, los amigos de toda la vida. Existió en la primaria ese compañerito con el cual te sentías identificado, con el cual hacías buenas migas, amigo hace mucho que no sé de vos pero siempre te recuerdo. La secundaria con sus anécdotas me presento a mi mejor amiga de siempre, y a ese gran tipo que siempre estuvo para mí y por el cual siempre trate de estar, perdón mi viejo si te falle alguna vez. En la facu, la Tecnológica, aparecen él y ella, dos personajes raros, como yo creo ser, que se entienden tan bien entre ellos que hasta son capaces de entenderme a mí. En salsa aparecen las hermanas bailarinas que siempre me tienen en cuenta en sus aventuras, está esta gran mujer, mi segunda mejor amiga, que conoce tanto y más de mí como yo de ella. Fue en el café donde conocí grandes escritores de un humor más grande aun, hay uno con quien me identifico o admiro, no lo sé, está ese poeta bohemio que entiendo a medias, y hay una que llego hasta mi corazón con sus artimañas mentales. El trabajo me presento a personajes dispares que siempre deben mencionarse, está el polémico en la primera línea con su impronta de querer hacer algo distinto, aún sigo conociendo gente por estos lugares, cada empleo es un mundo de gente que entender. Llego hasta el presente y a mi futura carrera, apenas empiezo a afianzar lazos aquí, ya hice mi apuesta de siempre y vengo ganando, por suerte.

A veces temo que mostrarse tal cual puede resultar en una verdadera tragedia personal. Pero haciendo resumidas cuentas en cada lugar que visité, cada vez que aposté todo, salí ganando más de lo que dejaba. Gané el cariño y comprensión de grandes personas que tienen todo eso de mí. Casi me animo a pensar que mi apuesta, tan osada y arriesgada, es una apuesta segura.

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