viernes, 27 de noviembre de 2015

Tito no dejes esa porqueria

Tuve la fortuna hace unos meses de volver a ver a la banda de mi infancia, entre mucho o poco que escuché y sigo escuchando en materia musical en la actualidad, la Bersuit es y será la banda que más quise y querré siempre. Ir a sus shows, una vez al año, con suerte cuando venían, era una experiencia de liberación, de fiesta, de encuentro y de alegría. Eran un escape a la vida monótona de la ciudad, de la clase media baja que vivía con lo justo, del encierro que es a veces los libros y el cine y escribir. Entonces me encontraba ante aquella libertad de música y letras denunciantes y malas palabras y gente transpirada saltando y cantando al unísono y todas esas cosas que hacían al ritual algo único para mí. Una noche al año dejábamos salir al demonio de lo simple, lo prohibido, lo mundano y onírico. Era increíble. Pero el tiempo pasó para ellos y para mí, ellos se separaron y yo me volví un poco mayor y mucho menos soñador, para tristeza de mis muchos proyectos interestelares. Seguí yendo a sus recitales y a los de otras bandas pero a verlos un poco desde lejos, un poco más tranquilo y con miedo de entonar muy fuerte las letras, casi sin saltar y cuidándome de no golpearme ni golpear a nadie. Algo había madurado en mí y tal vez en ellos también, ahora sin Cordera, sonando parejito, entonando esos viejos clásicos prolijamente. Algo faltaba en mí y en ellos. Las cosas cambian. Pero incluso lo que cambia tiene raíces reconocibles que estarán vigentes siempre. Eso que nos hizo lo que somos es imposible de esquivar, por mucho que el tiempo pase y que cambiemos siempre estará presente. Y en ellos y en mi aún estaba ahí. Lo noté cuando Tito entonó su porteño de ley, esa cumbia rockera a lo Palito Ortega llena de energía, de lunfardos tangueros y sonidos eléctricos, me descubrí saltando como un loco, como en todos los clásicos que sonaron esa noche, pero también lo descubrí a él, saltando como un loco, corriendo de lado a lado, gritando las letras, prolongando esos solos, tirado en el suelo dando vueltas, incitando al público, escupiendo saliva, delirando, volando. Eso era lo que quería, eso era Bersuit, una fiesta de tetas, de lágrimas, de sudor, de frenesí, de saliva. de barbas, de pijamas, de saltos, de desnudes, de alcohol, de golpes, de sonrisas, de magia, de amor. No sé bien que fue lo que pasó esa noche, durante ese trance, solo sé que volví muchos años atrás, a reencontrarme, gracias a Tito, con un algo que creí perdido en mí y en ellos, y aunque es inevitable cambiar, volver a ser en lo que me convertí, voy a ir en contra de la canción esta vez y a pedirte, Tito, no dejes esa porquería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario