lunes, 2 de abril de 2012

Cuando los sentimientos entorpecen todo

Me pasó por estos días movidos, comenzando la escuela, con la presentación de salsa y algunas novedades académicas importantes, de estar sintiéndome un poquito solo. Dije y repito que, al menos para mí, no es lo mismo estar solo que sentirse solo. Estaba extrañando a esa alguien especial con quien compartir mis recientes alegrías y logros, a quien contarle mis proyectos y perspectivas, etc. etc., la clásica y siempre útil “novia” (promoción sin obligación de compra, no incluye baterías). Traté en este último tiempo con muchas señoritas que se proyectaban como candidatas (o al menos eso creo en el interminable meditar de mis días), pero no había esa coincidencia tan necesaria que me animara a dar el siguiente paso (eso de que el hombre propone). Entre actividades de la escuela, trabajo y pasatiempos creo que me sería difícil además mantener una relación formal con una mujer, es algo de lo que me detiene de volver a intentarlo desde hace tiempo, pero surge esa sensación de soledad que suele provocar cositas en el estómago y entonces me pregunto “podría ser que…” (pienso, pienso, pienso y lo re pienso). Entablé una buena amistad con una mujer por estos días (o al menos la estoy entablando), apenas nos conocemos hace unos meses pero hay historias, risas y preocupaciones por el otro (eso que hacen a las amistades buenas). Qué decir de ella, es simpática, es bella, es sencilla, es inteligente y animada. No es muy difícil que me pase lo que pasa (o más bien que me suceda como me sucede). Surge una atracción particular por esta bella mujer, distinta del simple gusto de una amistad, que me tiene escribiendo estas palabras de desahogo. Más fácil es decirlo sin pelos en la lengua, mi amiga o futura buena amiga, me empezó a gustar. Son cosas que se dan sin quererlo, su aroma, su voz, su cabello, su andar. La manera en que me llama para preguntarme algo, la sinceridad con que me habla. No quiero parecer un tonto enamorado porque no creo serlo, solo tengo facilidad con las palabras y sensibilidad a los detalles, esto aún no pasó de solo un “me gusta”. El problema es que puede pasar a más, aunque, creo, solo de mi parte. No sería la primera vez que quede prendado de una mujer sin ser correspondido, como dije esto no es algo que se pueda controlar, pero la decepción subsiguiente es un hueso duro de roer y tampoco quiero hacerlo. Esta confesión anónima es sin duda el descargue que necesito para sacarme el peso de este secreto de encima. El necesario desahogo. Lo siguiente, como siempre, será la negación rotunda, el esquivar encuentros (que por suerte ya no van a ser muchos, ambos estamos dejando el ámbito que nos reunía) y el olvidar. Lamento abandonar lo que pudo ser una buena amistad pero, al menos mientras este confundiendo los tantos, lo mejor por ahora es cuidar de mi gata Naomi, dejar de pensar en la soledad de mis días, y sobre todo no confundir la amistad con algo más.

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