Fui testigo estos días de una macabra pero lógica transformación. Comento el caso con la mayor objetividad posible dado el grado de respeto y cariño que con el tiempo me ha generado mi querida profe, la metamorfa en cuestión. Suena a inicio de cuento de ciencia ficción (con el respeto debido a los grandes autores del género), sencillo y preciso trato de introducirnos y explicar un extraño, pero insisto, lógico caso de transformación de una persona. No en un sentido físico y de carácter como el del extraño caso del título, sino más bien, de espíritu, de alma, de ser. Mucho misterio para algo tan simple dirá luego quien avance en la lectura. Me divierte escribir misteriosamente sobre hechos de lo cotidiano.
Lo sucedido se da en un ambiente que frecuente estas vacaciones “las clases de salsa”. Quienes me conocen saben de mis aspiraciones musicales, de baile, de escritura o pintura, de arte en general, lo que me llevan, siempre que el tiempo me permite, a hacer talleres y cursos de muchas índoles. Es en un taller de la UNT donde conozco a Carolina (mi actual profe de salsa). No tengo las palabras justas para describir a la profe pero creo que divertida, alegre, apasionada, paciente, cálida, etc. (tal vez esos talentos a los que aspiro, los que a mi creer deberían tener todos las personas dedicadas a enseñar lo que sea) puedan ajustarse a su persona. Confieso que además tiene una forma de enseñar parecida a la de los primeros profes que tuve allá por el 2010, cuando me enamoré del baile y de la salsa como forma de arte (así que hay un poco de melancolía romaica también dando vueltas por ahí).
Carolina realiza un trabajo muy bueno al guiarnos a los "pata dura" como yo en los pasos, figuras y poses del baile. Con carisma enseña poniéndose en la posición de cada cual al surgir una dificultad y buscando las salidas que se ajusten para cada caso. Siempre nos alentó, siempre nos motivó y guio en cada etapa del aprendizaje (aun básico para lo que el baile puede dar) y es lo que me llevó a aceptar su oferta de seguir en su academia una vez finalizado el taller y hasta de participar en una muestra. Las clases en la academia siguieron como en los talleres de verano, el cambio no se hacía presente aún. Cuando empezamos los ensayos de la muestra fue cuando la transformación se dio.
Aquí aparece otro rasgo que me gustó mucho notar en la profe. Algo que a veces ocupa mis horas de meditación en el colectivo, en la ducha o en la vigilia acostado en mi cama “el proceso creativo”. Al pensar en el baile como forma de arte, con un sentido y tratando de mostrar una realidad (una idea subjetiva del autor) descubro en la profe (cosa no tan difícil al estar ahí, a simple vista de todos) los procesos por los cuales aquello que se desea plasmar, esa realidad que se desea exponer, va cobrando forma de figuras de baile, de poses, de tiempos quietos y de mucho movimiento. Me regocijaba verla tomar a uno de nosotros (nunca me uso a mi hasta ahora, pero me encantaría participar de todo eso), indicarnos hacer este o aquel paso, probar ella misma, primero, cuál sería el siguiente giro o el siguiente paso, contar los tiempos con palmas, encajar un movimiento con un silencio, un golpe con una pose, observar lo ideado y modificarlo, nuevos espacios y figuras, todo siendo armado sobre la marcha, ahí mismo, ante nosotros.
Claro está que al ver el producto terminado, aquella secuencia pareja y perfecta que encaja justo, que nos cuenta una historia a veces, y otras solo nos deslumbra o nos asombra, no apreciamos el proceso creativo que hay detrás. Como sucede cuando leemos un libro o escuchamos una buena canción, o vemos una película, solo disfrutamos de la obra terminada, así expuesta. Pero esta vez, tras bambalinas, tuve la suerte de presenciar y hasta ser participe de todo ese proceso creativo surgido de la prueba, del ensayo y del error, de la práctica, del ideal y la realidad que es la creación artística. Y además fue cuando otras caras de aquella artista, la profe, dejaron notarse. Surge Hyde.
Las clases se dedicaron entonces solo a ensayar. La profe tenía que coordinar muchos grupos de muchos chicos con muchas coreos distintas (lo que seguro la estresaba un poco) y además tener en tiempo y forma todos estos números armados. Dejo de ser la profe. Paso a ser la directora. Esa persona responsable por nosotros, por nuestro desempeño, por nuestros tropiezos, calculando el tiempo para los ensayos, ocupando los lugares faltantes (a veces como mujer en la secuencia, otras como varón) y buscando el compromiso con la causa. Tuvo que dejar de ser la profe, para ser la directora, tuvo que abandonar (solo un poco) la actitud cándida y condescendiente, en pos de las necesidades del caso, paso a ser critica, exigente, disconforme y ambiciosa. Tratando de alcanzar la imagen aspirada, de mostrar la realidad imaginada. Buscando ese grado de aceptación tan necesarios para nosotros, sus humildes colores y lienzos, dejábamos a la artista dibujar y pintar su arte, expresarse libremente y llevarnos y traernos por lugares propios de su inconsciente, plasmando su visión en nuestra piel, construyendo con nosotros como cimientos las esculturas más impensadas.
Así en aquel proceso de creación, del cual formamos parte sin darnos cuentas, vimos la transformación de la profe cándida en la directora exigente. Con episodios como repetir y repetir una y otra vez una secuencia, exponer un acto, de la mejor manera que por entonces nos salía, para escuchar un “¡horrible! Vuelvan ahora mismo a practicar”, con frases como “¡Ángel ya te dije varias veces que tenés que girar en esa parte, cuantas veces tengo que repetirlo!” y muchos más afines. Era una metamorfosis plena, a la mejor manera de la ciencia ficción. Pero en el fondo siguió siendo ella. Los roles cambiaron pero la esencia se mantuvo y estoy seguro que aquella capitana implacable y exigente llevará este barco de novatos marineros a buen puerto.
La presentación es en una semana al día de hoy. Se vienen gestando días de nuevos ensayos donde tal vez surjan nuevas desmotivadoras frases, mucho esfuerzo y prácticas sin parar. Tenemos un público que deslumbrar. La profe, es decir, la directora tiene una realidad que plasmar mediante nuestro trabajo. No estoy tan nervioso, aunque no enfrenté aun al gran juzgado (la audiencia), en estos divertidos días de ensayo y error solo me conforma el ok de Carolina, la alegría expresa en su rostro, en todo su ser cándido, cuando demostramos, en base a ese esfuerzo, a esa práctica y, en especial, a esas ganas de llegar hasta lo último, que podemos hacer realidad eso que ella solo ve en sueños.
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