Una querida amiga, hablando por hablar o solo hablando, definiendo sus muchos estados del ser, mencionó, días atrás, que tenía “abstinencia emocional”. Sacando la frase del contexto y tomándola lo más literal que me es posible, encuentro en esa “abstinencia emocional” un posible camino, una posible salida a los planteos existenciales que a veces me atormentan, viajando en colectivo, pensando sobre todo en la ducha o en la calle caminando, donde fuere que me encuentre solo (y a veces en compañía, este asunto de la soledad es cosa de charla), estoy siempre cavilando días pasados o planeando futuros deseados. Las muchas personas que aprecio, y las que no tanto, tienen su espacio en mis ideas, o en este mismo lugar a veces. Todo esto se debe, así lo creo, al sentir. Ese afecto, ese amor u odio, esa empatía propia de mí, ese “tener en cuenta”, sumado a los planes, sumado a los proyectos, sumados todos a las alegrías y decepciones que me acosan día a día, son el motivo de mi estado, a veces decadente, otras veces luminoso pero pocas veces estable. Y culpo al sentir, a esa experiencia humana única e irracional de sentir todas esas emociones que erizan la piel, que hierven la sangre y denotan tu cara y tus cachetes colorados, que te hacen saltar y gritar y cantar y querer bailar salsa, que te llevan a levantar la mano para preguntar hasta el cansancio, que te paran frente a un público a leer un cuento de ciencia ficción. Que te emocionan hasta las lágrimas, es ese texto o esa canción, o esa escena de una película, es ese mismo instante cuando sos un pelotudo sentimental que no puede contenerse. Son esas emociones que te movilizan, las que también te paralizan, machacan tu espíritu y hasta el mismo cuerpo físico se resiente, y el estómago duele, y el vacío se siente, aparecen esas metas jamás conquistadas, esas resignaciones autoimpuesta que tanto cuestan a veces, descubrir que algo no es para vos, que no es lo que creías, que no puedes seguir con eso. O está esa realidad que supera ampliamente cualquier ficción, que se presenta en la calle cruda, se muestra así, desnuda, sin filtros de edición, sin un ritmo suave al final del compás, sin metáforas. O está ella, que a veces está y otras veces no está, que juega a que sos de hierro y nada te hiere, ella que lo es todo pero, tal vez, el todo de alguien más. Están esas ausencias, esas personas que, aun hoy vivas, marcaron su sello en tu ser y se marcharon, así nomás, solo se marcharon, vos quedaste queriendo más, queriéndolas aún más. Son todas esas emociones que te hacen un ser sensible, honesto y atento, querible, las que te convierten en un despojo de persona, un zombie nauseabundo caminando por las calles en busca de más emociones que alimenten una necesidad enfermiza, en busca de amor y de odio, en busca de algo que tal vez él tampoco sabes que es, en busca y en soledad. Son esas malditas queridas emociones, que nos hacen quien somos, las que hoy me llevan a escribir esta entrada en el blog, a plantearme si quiero seguir sintiendo así, tan fuerte, tan nítido, con tanto corazón. Sentir para mí es el abandono de todo lo racional, de ese importante instinto de supervivencia que te dice “no lo hagas”, no te emociones con tan poco, no creas eso que te dicen, no esperes tanto de los demás, no la busques porque no te quiere. Sentir es apostar demasiado para, a veces, ganar muy poco, sentir, en demasía, es peligroso, sentir me afecta más de lo que puedo manejar. Tal vez sea la hora de hacer aquello que experimenta mi amiga querida, aunque contradictorio creo que debería sentir esa abstinencia de emociones, esa abstinencia emocional.
Migue, no comparto tu "abstinencia emocional": eso es morir, ¿no te parece? O una especie de puritanismo rayando en un elitismo a lo de algunas personas que me parecen poco carismáticas con cualquier vuelo alado que emprenden. Me encanta que comiences tu viaje, pero no creo que la falta de emoción te guste, sí si quieres ser creativo, no sólo de emociones se vive la vida, sino de ideas, de creaciones, de innovaciones, pero... la emoción quizá sea mala, los sentimientos no. No dejes que una prueba te convierta en alguien frío y calculador. Atentamente, tu amigo Gonzalo Roncedo.
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