Llegar del trabajo muy estresado por un día de mierda que se viene repitiendo toda la semana desde el lunes, como en un nada divertido día de la marmota. Tratar de estudiar un poco, para concentrar la mente y hacer más productivo el día, pero no poder relajar el nudo en el estómago que se ciñe y se ciñe. Pretender escapar con la música o la literatura, sin poder embarcarme en esa misteriosa proeza, donde las palabras de a una se elevan de mi libro o musicalmente viajan, mientras descubro que no leo ni escucho, yo solo pienso, pienso y me hago la cabeza y todo se pone peor. El ultimo escape, la ficción, la ciencia ficción la fantasía, los súper héroes y esa serie que pocos conocen y nadie vio y que te tiene entretenido desde hace semanas. Finalmente distraerse viendo a ese héroe atormentado por no disponer de sus poderes perdidos en una batalla con el villano, Wolf, el némesis perfecta combinación entre filósofo griego, playboy posmoderno y asesino desmembrador despiadado. Finalmente entretenerse viendo como este oscuro personaje navega entre su moral, trascendental de los caprichos y las banalidades de la gente común, mientras desata una ola de homicidios en toda la Ciudad de los Ángeles. Perseguido por un vendaval de idílicos héroes, Wolf asesina y mutila a cualquiera que se cruce en su camino, sin hacer distinciones de ningún tipo, humillando, golpeando, torturando, y disfrutando de cada manera de impartir sufrimiento hasta la muerte, y yo solo pienso, pienso y me hago la cabeza y digo “cómo no soy así, y me lo cruzo de frente al jefe”.
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