Recargo mis baterías de perro rabioso, de loco tengo todo menos la falta de cordura, los tics, los órdenes del caos, las férreas convicciones, todo menos el instinto homicida, el sin sentido. Pero me veo, por mi maldita, maldita culpa, me veo en la necesidad de odiarte. Y es solo un experimento, a ver si de esta manera mi pasar se hace más fácil, mi sueño se re compone de sueños y mis vacíos no me abren el pecho. La estúpida necesidad de odiarte, más estúpida aun que ese contrario tan feroz, ese tan devorador de todo mi mundo, ambos estúpidos. Como yo, que ahora estoy buscando las palabras para decirte lo que no sé decirte, queriendo quebrarme en bronca, romper un par de dientes de un cualquiera en la calle, calmar esta sensación de impotencia, de enojo furtivo. Entonces aparece, como un recuerdo de años atrás, de cuando era un niño aun, esa estrofa que antes no sabía explicar, con una percusión que golpea como yo quiero hacerlo, con bajo y guitarra potentes, y nada más, la simple melodía y las palabras justas logran el cometido, y yo que vocifero sin saber bien qué decir, solo repito el grito de un alguien que encontró esa mezcla ideal de arte y catarsis. Y te lo grito a vos, a viva voz, y haces oídos sordos porque de mí ya no escuchaste nada, ya no supiste, y te maldigo entre estribillos y solos, y subo el volumen para que nada más se escuche, que no sea esta prédica, esta rabia. Y te grito y repito, y el coro me acompaña, y las gentes en el estadio y Cerati enardecido y todos, todos a unísono "NO EXISTES, NO EXISTES, NO EXISTES!
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