En charla de borrachos la realidad se distorsiona, o eso que entendemos por realidad, y cada cual expone una verdad absoluta. Como que la cerveza macha y el vino no da resaca, que machao y niño no mienten, que a la altura uno se apuna y eso lo pone triste, es la “distimia”, dirán doctores igual de borrachos, que sos mi amigo y te quiero como a un hermano, que no fue offside, y si no me crees te podés ir a la puta que te parió. A veces se concuerda, a veces no.
– Para mí se mide como las cuadras, si contás diez tenés un kilómetro – decía con elocuencia de profesor – entonces medís cuanto te llevo, no contar hasta diez ¡estúpido!, sino llegar hasta allá, corriendo o caminando, ahí tenés, es tan grande como diez cuadras a pie o diez cuadras en moto, ahí sería más chico, entonces tenés tiempos grandes y chiquitos – sorbía un vaso más mientras armaba la idea – si decís “voy en un ratito” ¿es un ratito en bici o en colectivo? Porque si vas en bici podés cortar camino por las villas, aunque te pueden chorear, o si decís “me voy a tardar un rato más” qué, ¿te chorearon y venís caminando? – sorbía otro trago. La discusión llevaba horas y lo tenía un poco mareado, al fin se sentó.
– Mirá mirá… ya lo tengo – decía el compañero ocasional de esa noche – es tan chiquito o tan grande como esto – y hacía ademanes con las manos y los dedos – todo depende del ojo con que se mire, ya sea el derecho o el otro, vos me entendés verdad. Como que si vas por la sombra, callao y sin molestar a nadie, llegas más rápido, en cambio si vas por el sol, haciéndote ver, y resulta que sos un reverendo hijo de puta, entonces demoras más y encima transpiras como un condenao, y ahí te das cuenta que pasa despacito despacito despacito. Mientras más despacito, más grande. Y cuando finalmente llegás lo único que tenés para contar son puros quilombos, pero mientras más contás más chiquito se hace – entonces titubeó, algo no encajaba en la teoría. Meditaba distante mientras se servía un poco más – ¡ya está! son tiempos buenos o tiempos malos, según el ojo con que uno lo mire, ya sea el derecho o el otro – concluyó magistral. Él también se sentó y esperó el contra alegato, así la charla duró horas sin llegar a un acuerdo.
En charla de borracho las horas son más amplias a pie, de vereda en vereda en vaivén. Así se tarda más en llegar y a la llegada no hay mucho que contar. Son tiempos malos dirán los que lo ven de afuera, aunque ellos festejan, ríen y se dicen estar contentos, y, como ya se sabe, machao y niño no mienten.
No hay comentarios:
Publicar un comentario